Mi historia

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Flavio se quedó a cuadros con la reacción de la chica. ¿Qué acababa de pasar? Parecía que habían tenido un momento, se había atrevido a hacer un intento de flirteo y de repente la chica había huido. No entendía nada. Los presentes en la habitación se dieron cuenta de que había ocurrido algo. 

-¿Qué ha pasado? - le preguntó Gèrard directamente al murciano. 

Eva y Hugo pausaron la canción que estaban cantando, se habían dado cuenta de que algo no iba bien. 

-¿Y Samantha? - preguntó Hugo confundido.

-No sé, yo... - empezó Flavio. Pero enseguida pensó que no era con ellos con quien tenía que buscar una explicación, sino con la rubia. Así que sacó el valor de donde no supo que lo tenía y se levantó para ir tras ella. Pero Maialen fue más rápida. 

-¡No! - gritó, levantándose. No sabía lo que le había ocurrido a su amiga, pero algo le dijo que tenía que ver con el motivo por el que lloraba todas las noches. Y si no lo quería compartir con ellas, probablemente tampoco querría con Flavio. Lanzó una mirada a Eva que el murciano no entendió, pero que no le pasó desapercibida. - Ya voy yo. 

-Chicos, será mejor que os vayáis. - dijo la gallega. 

-Pero ¿qué...? - empezó Flavio.

-De verdad, no es buen momento. - insistió. Hugo hizo caso de su novia y recogió sus cosas, tendiéndole a Flavio su abrigo. Él lo cogió, pero seguía mirando la puerta que la rubia había cerrado. Gèrard le puso una mano en el hombro.

-Vamos. - le dijo tirando de él. Salieron del piso y unos sentimientos totalmente conocidos por Flavio le invadieron. 

Mientras todo eso pasaba en el salón en a penas dos minutos, Samantha cerraba la puerta de su habitación llevándose las manos al pecho. ¿Qué acababa de pasar? Cuando el murciano había cantado lo había sentido en su interior, y después cuando había hablado con él también. Nunca le había pasado algo así, y despertó algo en ella que hacía mucho tiempo que no sentía. Y la abrumó. Había empezado a llorar sin darse cuenta. No había pasado nada, y sin embargo sintió que estaba engañando a Dani. 

-Titi, voy a entrar, ¿vale? - la voz de Maialen al otro lado de la puerta hizo que se separara de ella y dejara entrar a su amiga. 

Cuando la vio llorando por segunda vez aquel día, la pamplonica no dudó en abrazarla. Se mantuvieron así durante unos segundos, hasta que se les unió Eva. Ni ella ni Maialen sabían qué le pasaba a Samantha, pero sentían que las necesitaba. Y así era, la valenciana se sintió arropada por sus amigas, y lloró como no había llorado desde que se instaló en aquel piso. 

Cuando estuvo un poco más calmada, se separó de ellas y se sentó en la cama. Les lanzó una mirada pidiéndoles que se sentaran con ella, y sus amigas lo entendieron a la perfección. Se colocaron una a cada lado de la rubia, Eva le acarició el pelo y Maialen le cogió la mano. Las tres sabían lo que venía a continuación. 

Samantha lo soltó todo. Les explicó como era su vida en el pueblo, como se había decidido a irse a trabajar a Lanzarote con su mejor amigo, y que le supo fatal dejar a su novio atrás a pesar de saber que eso no iba a ser un problema para su relación, porque estaban los dos muy seguros de ello. Les contó que amaba a Dani con toda su alma, que estaba convencida de que era el amor de su vida. Les explicó que una mañana se levantó con la noticia que le cambió la vida, y que su novio y su mejor amigo habían muerto en un accidente de tráfico dirigiéndose a darle una sorpresa a ella. Les habló sobre la culpa que sentía, aún sabiendo que no la tenía, por la conversación que había tenido con Joan la tarde antes del accidente. Les confesó quién eran Pau y Aitor, y por qué estaba tan unida a ellos. También contó que ese era el motivo por el que se había mudado a Madrid, el motivo por el que las había conocido, y reconoció que aunque preferiría no haberlas tenido que conocer, porque significaría que todo aquello no había pasado, estaba muy agradecida de haberlo hecho. Les explicó que lloraba todas las noches porque era al encerrarse sola en su habitación cuando se daba cuenta de que ellos ya no estaban. Reconoció no saber quién era ella misma, haberse perdido, y haber escogido esa ciudad para tratar de encontrarse. Y, por último, les dijo lo que acababa de pasar con el murciano, el motivo por el que se había ido de aquella manera del salón. 

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