Nuestra relación y mis recuerdos

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Después de comer con sus amigos, Samantha y Flavio decidieron salir a pasear por la ciudad. Caminaron por el Retiro cogidos de la mano, sonriéndose, bromeando, lanzándose miradas cómplices. A los ojos de los demás, eran una pareja de enamorados como cualquier otra. En sus mentes, eran dos personas inseguras, con un equipaje emocional muy pesado, que están descubriéndose el uno al otro y empezando sus nuevas vidas poco a poco, dándose el tiempo necesario y muy cautelosamente. 

Fieles a ese ritmo tan suyo, ni si quiera se habían llegado a plantear qué era lo que estaban sintiendo. No se habían preguntado qué tipo de relación tenían, ni hacia donde querían ir, porque no lo necesitaban. Estaban haciendo exactamente lo que a Samantha le daba tanto miedo no saber hacer: dejarse llevar. 

Y en su paseo hicieron lo mismo, se limitaron a caminar sin ningún rumbo. Después de dar vueltas por el parque, Flavio propuso tumbarse en una zona de césped. Él se colocó boca arriba apoyado en sus codos, y Samantha no se cortó al estirarse cuán larga era y apoyar la cabeza en la barriga del murciano. 

-¿Hace mejor tiempo en Murcia? - preguntó la chica mientras jugueteaba con el césped. Estaban a finales de febrero, y en Madrid todavía hacía frío.

-Pues sí, la verdad. - contestó él. 

-En Beniarrés también. - comentó la chica. - ¿Qué va a pasar ahora contigo? - Flavio la miró confundido con su pregunta. - Ya sabes, con todo lo del contrato y eso, ¿te vas a hacer famoso de repente? - el chico soltó una carcajada.

-Lo dudo. - dijo. - Sí que me van a hacer promoción y entrevistas, sobretodo ahora al principio porque he ganado el contrato, pero si mi música triunfa o no solo dependerá de mí. 

-Claro que triunfarás. - aseguró ella. Él sonrió y levantó las cejas. 

-¿Y tú eso como lo sabes? - Samantha también sonrió y se encogió de hombros. 

-Porque te he escuchado. Y lo que haces es una maravilla. - le dijo como si fuera lo más obvio del mundo. 

-Eso es porque tú me ves con buenos ojos. - dijo él sin poder ocultar su sonrisa. 

-Sí, pero sigo siendo objetiva. - contestó. Él chistó y negó con la cabeza. - ¡Pero dame las gracias, maleducado! - Flavio se rió, se reincorporó, cogió el cuerpo de la chica que estaba apoyada en su torso y le acercó la cara a la suya. 

-Gracias, Samanthi. - dijo ante la sonrisa de la valenciana. Y no pudo evitar besarla. Fue un beso lento, dulce y profundo, que despertó en ellos la necesidad de más. Cuando se separaron, Samantha cogió el móvil y tecleó algo que Flavio no pudo ver. - ¿Qué haces? - preguntó curioso. 

-Les pregunto a las chicas si siguen todos en casa. 

-¿Ya quieres volver? - preguntó él un poco triste ante esa posibilidad. 

-No, quiero ir contigo a donde no estén ellos. - dijo ella, como si le explicara que dos y dos son cuatro. Flavio seguía sin captarlo. 

-¿Para qué? - preguntó inocentemente. Samantha se rió. 

-¿Para qué? - repitió su pregunta entre carcajadas. - No sé, ¿qué voy a querer hacer contigo a solas que no puedo hacer aquí en medio del Retiro? - preguntó juguetona. Flavio se puso rojo de repente, y se rió también. 

-Ah, vaya... - comentó, porque no sabía qué decir. No estaba acostumbrado a que la gente fuera así de directa con él. Después de unos instantes de silencio para recomponerse de la vergüenza inicial, el chico se armó de valor para volver a hablar. - Y... ¿siguen todos en tu casa? - preguntó con una sonrisa pícara. Samantha volvió a mirar el móvil.

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