Nuestra vuelta a casa

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Flavio subió al tren a las ocho y diez de la mañana. Finalmente tendría que hacer transbordo en Alicante para poder viajar con Samantha, pero le daba igual. Aquellos días en su ciudad natal le habían venido bien. Había podido estar con sus hermanos y sus padres, que no dejaron de repetirle lo orgullosos que estaban de que hubiera conseguido el contrato. Mientras viajaba en el vagón, los nervios le invadieron. Tenía muchas ganas de ver a Samantha, y eso que solo habían estado separados cuatro días. Por un momento se asustó ante esa necesidad repentina que tenía de estar con ella, pero se deshizo rápidamente de esos pensamientos. 

Llegó a la estación de Alicante a las 9:35. Aún quedaba un rato para que saliera el tren hacia Madrid que tenían que coger, por lo que supuso que Samantha todavía no habría llegado. Aún así, le mandó un mensaje diciéndole que ya estaba en la estación. 

La chica lo recibió cuando su padre estaba aparcando. Sonrió. 

-¿Qué pasa? - le preguntó Juan. 

-Nada, un mensaje. - se limitó a decir. 

Cuando se bajaron del coche se despidió de su padre con un abrazo, y se adentró a la estación con su maleta. Se paró frente a las pantallas informativas que tenían que decirle la vía desde la que saldría su tren. Empezó a leer trayectos. 

-Es la vía seis. - dijo una voz grave detrás de ella. 

Samantha sonrió, se giró y se encontró con unos ojos marrones achinados por la enorme sonrisa que se había dibujado en el rostro de Flavio. La valenciana se lanzó a sus brazos, y él la envolvió con todas sus fuerzas. 

-Hola. - dijo la rubia. 

-Hola. - contestó él, hundiendo la cara en su cuello para depositar un beso allí. 

Se separaron para mirarse a los ojos, y ambos sintieron un deseo incontrolable de besarse, así que lo hicieron. 

-¿Cómo estás? - preguntó Samantha sonriendo cuando separaron sus labios. 

-Muy bien, ¿y tú? - contestó Flavio con otra sonrisa. 

-Bien. - dijo la chica. 

Caminaron juntos hacia la vía seis. Cuando llegaron, el tren ya estaba en el andén, así que subieron y buscaron sus asientos. Sus maletas cabían en los estantes de encima de los asientos, pues no eran muy grandes, así que las colocaron allí. Se sentaron el uno al lado del otro y se sonrieron. De repente no sabían qué decir. Fue Samantha quién rompió el silencio. 

-¿Cómo se presenta la semana que viene? ¿Vas a tener mucho trabajo? - preguntó, curiosa. 

-Pues un poco, pero creo que voy a tener tiempo. El lunes tengo entrevistas con algunos medios, el martes me voy a reunir con Warner para valorar todas las composiciones que he hecho durante el campus, las mandaran a productores y el jueves y el viernes me voy a reunir con ellos para ver quién me produce el disco. - contó, ilusionado. - Y el miércoles tengo la primera reunión con la que va a ser mi mánager. - dijo. 

-Caray, cuántas cosas. - dijo Samantha sonriendo. - ¿Estás contento?

-Mucho. - confesó él. Le agarró la mano y empezó a juguetear con los dedos de la chica. 

-Qué bien. - dijo ella, enternecida y llena de orgullo. 

-¿Y tú qué? ¿Te ha ido bien la visita a Beniarrés? - pregnutó. Samantha asintió en silencio. 

-Ha sido muy duro, no te voy a mentir. - reconoció. Flavio la miró con ternura. - Mi madre no entiende muy bien todo esto que estoy haciendo, lo de irme a Madrid y empezar de cero, porque quiere ayudarme. Pero no ve que haciendo lo que hace no me ayuda. Y bueno, discutimos, y le pedí que respetara mis decisiones, y me prometió que intentaría entenderme. 

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