Mis sentimientos

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Flavio se pasó la semana de un lado para otro, sin parar de hacer musica, de dar entrevistas y de reunirse con gente importante. Se sentía un poco abrumado, pero le gustaba. Warner estaba apostando por él, y no pensaba desaprovecharlo. Estuvo tan ocupado que casi no tuvo tiempo para ver a Samantha, solo pudo pasar a verla media horita el martes y comer con ella el jueves. Ella le dijo que no se preocupara, que no pasaba nada, pero él se sentía mal. Por eso aquel viernes decidió invitarla a cenar y dormir a su casa, ya que el día siguiente tenía libre. 

Desde el fin de semana pasado en el balneario, Flavio se había dado cuenta de que se estaba enamorando de Samantha. Quería decírselo, y creía que ella sentía lo mismo, pero no lo haría. Sabía que aunque Samantha pudiera estar sintiendo lo mismo, todavía no se había dado cuenta, y tenía que darse cuenta ella sola o de lo contrario podría asustarse. Si se lo decía, sería como presionarla para que aceptara estar enamorándose de él, y ya había aprendido que con todo el equipaje emocional que Samantha llevaba encima, presionarla no era una niena opción. Le tenía que dejar su tiempo y su espacio, y así lo haría. 

Aún así, las ganas que tenía de estar con ella a todas horas, cada día eran más fuertes, por lo que no se reprimió para ir a buscarla al trabajo cuando terminó del suyo el viernes. Y delante del hotel lo encontró Samantha cuando salió con Anaju del trabajo. Una sonrisa autómatica se posó en sus labios. Estaba apoyado en la pared, con una pierna en el suelo y la otra contra la pared y miraba su teléfono.  

-¿Pero qué haces aquí? - le preguntó la rubia haciendo que levantara la vista del su móvil. Él también sonrió, y Samantha se acercó a él para abrazarle. 

-Hola Flavio. - le saludó Anaju. 

-Hola. - contestó el murciano estrechando a su chica en sus brazos. - Pues mira, yo ya estoy libre así que he pensado que así ya pasamos la tarde juntos. - dijo sonriendo como respuesta a la pregunta de Samantha. 

-¡Pero quina cosa més bonica! - exclamó en su lengua materna estrujándole los mofletes. - Anaju, mira. - le dijo a la turolense agarrando a Flavio como si le mostrara un trofeo. 

La castaña se rio, y se despidió de ellos. Flavio rodeó a Samantha con los brazos y la besó dulcemente. Ella se estremeció. 

-Hola. - dijo la chica con una sonrisa. 

-Hola. - contestó él. 

 Caminraron abrazados hacia casa de la valenciana, tenían que pasar a buscar sus cosas antes de ir a casa de Flavio. Cuando llegaron allí se encontraron a Hugo y Gèrard con las chicas. 

-Hola. - saludó Samantha. 

-Ey. - dijo Flavio entrando detrás de ella. 

-Hombre, parejita. - comentó Hugo. Ninguno le hizo caso. 

-¿Qué hacéis? - preguntó Samantha.

-Nada, tomando unas cervecitas que hoy libro en el bar. - dijo el cordobés. - ¿Os apuntáis? 

Samantha miró a Flavio, como preguntándole qué quería hacer. Él asintió sonriendo. Aunque había ido al bar a buscarla porque quería estar con ella, también le apetecía estar con sus amigos, y más si Samantha también estaba allí. Flavio se sentó en el sofá mientras la rubia iba a la cocina a buscar una cerveza para cada uno. 

-Sardinitis, mañana doy un concierto, ¿vendréis?

-Sí, claro. - contestó Eva. Todos accedieron. 

-Vendrá Bruno también. 

-¿Es el chico con quién te liaste la semana pasada? - preguntó Samantha divertida.

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