Nuestro ritmo

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Cuando Flavio volvió de su habitación con una camiseta nueva puesta, Samantha ya no podía quitarse la imagen de su torso desnudo de la mente. El chico se sentó a su lado en el sofá. 

-¿Qué quieres hacer? - le preguntó dulcemente. 

Pero Samantha no respondió. La chica se acercó más a él y lo besó. No era un beso dulce como los del día anterior, era mucho más pasional. Flavio tardó un poco en reaccionar, pero enseguida abrió la boca para dejar que sus lenguas se enredaran en lo que parecía una batalla campal. La atrajo hacia él para tumbarla suavemente y colocarse encima. Se apartó de sus labios para besarle el cuello, y avanzar con una línea de besos húmedos por su mandíbula hasta el lóbulo de su oreja. Samantha sintió como todos los pelos de su cuerpo se erguían. Ella coló las manos por debajo de su camiseta y recorrió con ellas el torso que habia admirado unos minutos antes. Flavio soltó un pequeño gemido ante su contacto, y fue cuando Samantha se dio cuenta de que se les estaba yendo de las manos. 

Quitó las manos de su pecho y salió como pudo de debajo de su cuerpo para cambiar posiciones. Se colocó encima de él a horcajadas, con el chico tumbado en el sofá y ella sentada sobre sus rodillas encima de el muchacho. 

-Samantha, si seguimos así... - empezó el murciano señalando con la cabeza el bulto que se había creado en su entrepierna. Samantha se sonrojó. 

-Lo siento. - se excusó. Los dos soltaron una carcajada. Flavio levantó su torso del sofá y se movió para quedar sentado frente a ella, que seguía pegada a su cintura. - Yo... No sé... - trató de empezar. Cogió aire. - Hace mucho que no... - Flavio asintió. - Desde Dani. Y creo que me da un poco de miedo. - admitió. - No el acto en sí, más bien es el volver a intimar así con alguien que no es mi pareja. No sé si sabría hacerlo. - reconoció. 

Flavio se sorprendió con su explicación. La entendió perfectamente, pero le hizo darse cuenta de que quizás estaban yendo demasiado rápido para los tempos de la rubia. 

-Samantha, no tienes porque excusarte. Iremos poco a poco, y entiendo perfectamente que no quieras hacerlo. 

-Sí que quiero. - lo cortó rápidamente la chica. Flavio se volvió a sorprender, y levantó las cejas. - Joder, Flavio, un poco más y me lanzo a tu cuello cuando te he visto sin camiseta. - rieron. - Pero no sé, no sé explicarlo... Es como que por un lado voy con el freno de mano puesto porque creo que es demasiado pronto, pero a la vez estoy pisando el acelerador porque cada célula de mi cuerpo te desea en estos momentos. 

Flavio se sonrojó ante la declaración de la valenciana, y sonrió. Le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y la miro a los ojos. 

-Samantha, quiero que estés segura. - le dijo. - Aguantaré todos los calentones que hagan falta hasta que tú me digas que quieres hacerlo. - dijo riendo, y provocando la risa de la chica también. - Y si no me lo dices nunca, no pasa nada. De verdad. 

Samantha sintió que no podía haber encontrado una persona mejor para retomar su vida amorosa. Negó con la cabeza sonriendo, pegó su frente a la de él y le besó. Seguía a horcajadas encima suyo, y al moverse notó que el bulto en la entrepierna del chico seguía allí. 

Y no supo por qué, pero sin romper el beso empezó a mover su cadera contra la erección de él. A Flavio le tomó por sorpresa, pero la abrazó fuerte y la acompañó en su movimiento, preso del placer que le producía. Los roces intensificaron el ritmo, les estaba gustando demasiado como para parar. 

-Samantha... - susurró, consciente de que tendría que cambiarse de calzoncillos si la chica seguía con sus movimientos. Pero ella le puso un dedo en los labios. 

-Calla, sigue así. - dijo ella, que notaba como el clímax estaba cerca y ya ni podía ni quería parar. Siguió restregándose contra él, cada vez más ansiosa por el placer que sabía que estaba por llegar.

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