Tus canciones

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Pasaron las semanas, y el grupo de amigos cada vez estaba más consolidado. Samantha y Flavio habían quedado unas cuantas veces más desde aquel café, y lo habían pasado muy bien cada vez. Flavio cada día era más consciente de que Samantha le gustaba, pero no quería admitirselo por miedo a presionarla sin querer. Además, quedaba solo una semana para saber qué alumno del campus de composición se llevaría el contrato discográfico de Warner, y el murciano quería centrarse totalmente en eso. 

Él pensaba que reconocer que le gustaba alguien haría que se distrajera de sus composiciones, pero en realidad lo estaba gritando en cada canción que escribía. Porque aunque no quisiera reconocerlo, todas tenían una misma fuente de inspiración que resultaba ser rubia y que hablaba valenciano. 

Samantha, por su parte, cada vez se encontraba más a gusto en Madrid. Todos los días sin falta pensaba en Joan y en Dani, pero cada vez estaba menos triste, y era como si los llevara siempre con ella a pasar el día. Y sus llantos por las noches, que ya no eran diarios, habían cambiado:  ya no eran de pena por haberlos perdido, eran más bien de emoción por todos los buenos recuerdos junto a ellos. 

En casa todo iba como la seda, Eva y Maialen ya eran como sus hermanas. Estaban allí sin que ella tuviera que pedirlo, y la valenciana lo agradecía un montón. 

Y Flavio no dejaba de sorprenderla. Cada vez que quedaban descubría que aún era mejor persona de lo que se había imaginado el día anterior, y eso le encantaba. Sabía que lo suyo con él no era una amistad normal, se ponía muy nerviosa cada vez que quedaban y el chico estaba en su cabeza muy a menudo. Y sabía que era ella la que tenía que dar un paso si le gustaba de verdad, pero pensaba que cuando llegara el momento lo sabría. No quería arruinarlo por haber ido demasiado rápido y después no saber llevarlo, porque ya se había acostumbrado a tenerlo a su lado. 

En el trabajo, Samantha se había hecho amiga de la otra chica con quien compartía turno en recepción, se llamaba Anaju. Aquel día había quedado con Flavio en su piso por la tarde, para que le enseñara algunas de sus composiciones, y después irían a cenar con todo el grupo antes de ir al concierto que daba Maialen en una sala de Madrid. Mientras estaban cerrando el historial de clientes de su turno con Anaju, Samantha pensó en invitarla. 

-Oye Anaju, esta noche una amiga mía da un concierto en la Sala Penelope, y antes vamos a cenar con nuestro grupo, ¿quieres venir? 

-¿Es la chica que me comentaste con quien compartes piso? - quiso saber Anaju. 

-Sí, Maialen. Es muy maja. - intentó convencerla Samantha.

-Pues a cenar no porque ya he quedado, pero después tal vez venga. - accedió. - ¿Puedo traer a una amiga?

-Claro, cuantos más mejor. 

-Genial, pues ya te diré. 

Samantha salió del hotel contenta, con ganas de todo lo que le quedaba ese día. Primero pasó por casa para cambiarse, ya no volvería hasta después del concierto. Se puso un vestido corto y ajustado de cuadritos blancos y negros con sus Fila blancas. Se puso un poco de eyeliner y rimmel, cogió una chaqueta y el bolso y salió de casa hacia el piso de Flavio. Aunque ya habían quedado a solas muchas veces, Samantha estaba nerviosa. Llamó al timbre del portal y el murciano la abrió sin preguntar quién era. Subió hasta el cuarto piso en ascensor y cuando se abrió se encontró a Flavio esperándola en el rellano. Al verla, el muchacho admiró una vez más las piernas kiométricas de la rubia que ese vestido que le quedaba tan bien dejaba ver. Sonrió.

-Hola. - dijo el chico abriendo los brazos para que se acomodara entre ellos. 

-Hola. - contestó la valenciana haciendo lo que le pedía y dejando un pequeño beso en su clavícula. 

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