Mis tiempos

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Habían pasado un par de semanas desde que Samantha había llegado a Madrid, y ya había encontrado trabajo. Gracias a la agencia de empleo, había encontrado un puesto como recepcionista en un hotel de lujo no muy lejos de su casa, y aunque no era el trabajo de sus sueños, estaba bien pagado y tenía un buen horario. A las cinco de la tarde terminaba de trabajar y libraba los fines de semana. 

Con Maialen y Eva se llevaba de maravilla, se podría decir que se estaban convirtiendo en sus amigas. A veces iban al bar de Hugo y se tomaban unas cañas, y se lo pasaban en grande. De hecho, con el camarero también había establecido un vínculo muy bonito. A sus compañeras incluso se había animado a hablarles de su pasión por la música, y habían hecho algunos covers las tres juntas con Mai a la guitarra. Sentía que encajaba, y en compañía sentía que volvía a ser alguien que se parecía un poco a la persona que era antes. 

Pero cuando por las noches se encerraba en la soledad de su habitación, la realidad la golpeaba todos los días. Y se pasaba horas llorando sola, sin consuelo alguno, recordando las bromas de Joan y los besos de Dani. Todavía no había armado el valor de hablar de ellos con Maialen y Eva, pero lo que no sabía era que sus compañeras la escuchaban llorar todas las noches. Eva se tenía que aguantar las ganas de entrar a arroparla a su cuarto, porque Maialen se lo había prohibido, diciendo, con toda la razón del mundo, que tenían que respetar sus tiempos y no presionarla.

Aquel viernes por la tarde, Samantha había llegado a su casa del trabajo, y tenía el portátil en la mesita de café frente al sofá, con Aitor y Pau en videollamada.

-Te veo muy bien, Sammy. - le dijo Aitor.

-Estoy bien. - admitió ella. Pero enseguida recordó todas las noches encerrada en su habitación, a ellos no tenía por qué ocultárselas. - Aunque por las noches, no tanto. - reconoció. 

-¿Todas las noches? - preguntó Pau preocupado. Samantha asintió. 

-No sé por qué, creo que es al encontrarme sola después de todo el día. Encerrarme a solas en mi cuarto hace que me vuelva todo. - se explicó. 

-Poco a poco, Sammy. - le dijo Aitor. - Solo llevas dos semanas aquí, no iba a ser un proceso de curación inmediato. Además, que ya te he dicho que te vemos mejor, puedes permitirte tener momentos de bajón. 

-Ya. - admitió. - Pero bueno, ¿qué tal vosotros? ¿Todo bien?

-Sí, de hecho yo tengo que contarte algo. - dijo Pau. Samantha alzó las cejas para que continuara. - Finalmente me voy a vivir con Blanca. - Samantha sonrió, orgullosa, y Pau también. - Hemos decidido dar el paso. No es que me alegre que estés lejos, te echo mucho de menos, pero creo que el hecho de que tú te marcharas fue el empujón que necesitaba. Ver que tú intentas avanzar es lo que nos hacía falta para hacerlo todos.

-Qué bien, me alegro un montón Pau. - dijo Samantha, sinceramente. En aquel momento se abrió la puerta del piso y entró Maialen. 

-¡Hola bichito! - saludó con la alegría que la caracterizaba. 

-Hola Mai. - dijo Samantha, dando a entender a sus amigos que ya no estaba sola. - Estoy hablando con Pau y Aitor. 

-Ah, ¡hola chicos! - exclamó la pamplonica asomándose para que la vieran. Ellos la saludaron de vuelta. - Voy a dejar todo esto, ahora vuelvo. - dijo Mai señalando su guitarra. 

-Me cae muy bien tu compañera, creo que es perfecta para ti. - dijo Aitor. 

-Lo es, es como si la conociera de otra vida. - dijo Samantha. - Bueno, lo que decía, que me alegro mucho por ti Pau.

-Gracias. - dijo él. - Aitor también tiene novedades. 

-¡Pero cuántas cosas! Cuéntame.

-Nada, no es mucho, pero he solicitado varias becas para irme a estudiar al extranjero, tal y como tenía previsto antes del accidente. - Samantha no se dio cuenta de que Maialen ya había salido de su cuarto y estaba escuchando la conversación sin saber qué hacer. 

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