Tu familia

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Pasaron los días, Samantha tenía náuseas casi todas las mañanas. Flavio siempre estaba ahí sujétandole el pelo y acariciándole la espalda. En su primera visita al ginecólogo, que había sido el día anterior, les dijeron que todo estaba bien. A Samantha le sirvió como orientación en muchas cosas que tenía dudas, como lo que podía comer y lo que no, o todas las precauciones que debía tomar para cuidar bien a su bebé. A Flavio también le sirvió para tener claras sus funciones en ese embarazo, pues aunque no lo llevara él en el vientre, también quería ser partícipe. 

En aquel momento estaban en la que aún era casa de Samantha, viernes a las seis y media de la tarde, y Flavio la observaba meter las cosas en su maleta de cualquier manera. En una hora salía el tren que los llevaría a Beniarrés a conocer a la familia de Samantha. Maialen pasó por el lado de Flavio, que estaba de pie junto al marco de la puerta, con un par de camisetas en las manos. 

-Toma, sí estaban secas. - le dijo tendiéndoselas a Samantha. 

-Gracias. - respodió ella cogiéndolas y literalmente tirándolas en la maleta. 

-Cariño, pero colócalo bien... - dijo Flavio que ya no podía aguantar más viendo la forma que tenía su novia de hacer maletas. Samantha lo fulminó con la mirada. 

-¿No teníamos prisa? Pues así es más rápido. - respondió tajante. Flavio decidió que era mejor salir de la habitación y así no tener que ver el desastre de maleta que se estaba preparando. 

Entró al comedor y se dejó caer en el sofá justo al lado de Eva. La chica sonreía de lado viendo el ajetreo que sus amigos habían alborotado en el piso en un momento. Flavio se miró el reloj de su muñeca. 

-Vamos a llegar tarde... - comentó. 

-No, hombre, no. - contestó la gallega. - Eso es que estás nervioso por conocer a su familia. - lo picó. 

-Pues un poco, la verdad. - reconoció.

En diez minutos Samantha salió de su cuarto con la maleta cerrada, seguida de Maialen. 

-Estoy lista. - proclamó. Flavio se levantó de un revuelo del sofá. 

-Vamos entonces. 

Se despidieron rápidamente de sus dos amigas y salieron del piso. Detuvieron un taxi, que por suerte para ellos pasó justo cuando salían del portal, y a las siete y diez estaban en la estación de Atocha. Quedaban veinte minutos para que saliera su AVE. 

-¿Ves? Te dije que nos daba tiempo. - dijo Samantha sentándose en un banco del andén. Flavio la miró mal. 

-Pero si sabías la hora a la que terminabas de trabajar y la hora a la que nos salía el tren, no te costaba nada dejarte la maleta lista el día antes o por la mañana. - rebatió él sentándose a su lado. 

-Anoche no lo iba a hacer porque tú tenías otros planes, - soltó, recriminándole que hubiera iniciado un juego de provocaciones sexuales en el que terminaron dejándose llevar por completo. Flavio puso cara de ofendido - y esta mañana estaba muy ocupada vomitando por culpa del bebé que también tú me has puesto aquí dentro. - dijo tocándose la tripa todavía inexistente. Flavio no pudo evitar soltar una carcajada. 

-No te escuché quejarte en ninguna de las dos veces. - dijo abrazándola y mordiéndole la mejilla, poniendo fin a aquella riña estúpida. 

Los mimos de Flavio eran la debilidad de Samantha. No podía estar enfadada con él si la abrazaba de esa forma. En cinco minutos llegó el tren. Subieron, buscaron sus asientos y se acomodaron en ellos. 

-Oye Fla, estaba pensando. - dijo la rubia. Él la miró. - Con un bebé en Madrid, tal vez nos vendría bien tener un coche allí. Cuando me mudé no me lo llevé porque pensé que un coche en una ciudad como Madrid sería más bien un problema por aparcarlo y tal, pero ahora... - Flavio asintió ante su propuesta. 

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