Marca ; 2/2

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Su mente era un manojo de divagaciones, pensamientos que se cruzaban, mezclaban y enredaban a gusto, haciéndole doler la cabeza. Al cruzar la puerta del hogar, tendió su brazo para dejar el abrigo sobre el perchero y las llaves encima de la mesita de entrada. Una acción en automático.

La habitación estaba en penumbras y no le extrañó, no cuando ya había pasado la hora a la que se suponía iba a volver. Posiblemente Mo ya estaba en el cuarto, durmiendo o esperando su llegada mientras leía un libro, siendo más probable esta última.

Los pasos eran lentos y cansados, demostrando en ellos la fatiga del dueño. Al caminar a la siguiente puerta, fue dejando un camino de su ropa, corbata gris, camisa blanca y finalmente, pantalones negros como la noche.

No importaba. Al día siguiente recogería las prendas.

Cuando entró, lo halló justo como esperaba, acostado dentro de las sabanas, leyendo y siendo iluminado tenuemente por una pequeña lámpara.

Pero lo que le despertó de su momentánea ensoñación fue que su pareja estuviera mordiéndose las uñas de sus manos, sin ser consiente de su presencia.

El gesto era aburrido, como si lo hiciera inconscientemente.

Pero para He Tian eso significaba mucho.

El contrario le notó cuando él había apoyado su rodilla derecha sobre la cama, justo delante del pelirrojo, quien no se mostró sorprendido al verle sino más bien intrigado por la postura del mayor.

El pelinegro había gateado hasta él, y una vez teniéndole enfrente, a tan solo unos centímetros de distancia, disminuyó esta última con un suave beso. No era fogoso ni mucho menos apasionado, sino que parecía un saludo, de esos toques castos que se daban al verse después de un corto tiempo, sin embargo, este duraba un poco más.

El más alto alejó el libro y lo colocó encima de la mesita de luz, como si le estorbara, y Guanshan soltó un sonidito de queja que se ahogó en los labios del otro.

—Perdí la página por tu culpa.— gruñó al segundo de separarse un poco.

El ojigris se encogió de hombros, atrayendo a su novio por la cintura y recorriendo la extensión de su cuello con húmedos besos que sabía que encendían al menor.

—Tian...—siseó— ¿No tienes trabajo mañana?

—Es sábado.— fue su escueta contestación antes de volver a unir sus bocas, esta vez con movimientos más necesitados.

He Tian creía que si tenían incontables rondas de sexo, la frustración de Mo se iría y si no era así, entonces había algo que estaba haciendo mal.

Pero ¿qué era?

Le besaba y al otro le gustaba.

Su tacto le estremecía y sabía dónde tocar para hacerle sentir bien.

Conocía ese cuerpo tanto como el suyo.

Incluso en ese momento, cuando se introducía en él, los diminutos espasmos de placer, los gemidos y los "más" le hacían saber que el ojirubí se sentía igual de bien que él.

Porque si la piel que se erizaba y sonrosaba bajo sus manos, el cabello alborotado, las lágrimas en los orbes carmín llenos de lujuria, la boca entre abierta y con saliva escurriendo de ella no eran una imagen descriptiva de sentirse bien, entonces no sabía qué era.

Pero, su rostro se deformó en una mueca confundida cuando el más bajo le mordió en el hombro justo antes de llegar al clímax, aferrándose a él y arqueándose placenteramente sobre el colchón. Y He Tian, sin poder evitarlo, al sentir su miembro siendo abrazado por las calientes paredes, terminó copiosamente sobre el abdomen del contrario.

Ambos, exhaustos, cayeron sobre la cama, uno encima del otro pero Shan ni siquiera reprochó aquello.

Cuando pasaron algunos minutos regulando sus respiraciones, el primero en hablar fue el mayor.

—Mo —llamó— ¿por qué me muerdes durante el sexo?

El mencionado solo atinó a sonrojarse por la sorpresiva pregunta.

—Yo...— comenzó, la lengua trabandosele en el proceso— supongo que lo hago inconscientemente.— concluyó, desviando la mirada a cualquier lugar de la habitación.

Sin embargo, Tian ya le había notado, y entrecerró los ojos en su dirección, aún con el mentón sobre el pecho contrario.

—Dime la verdad.

—¿De qué hablas? ¡soy totalmente serio!— el pelirrojo, al ver que el otro no le creía y que fingir hacerse el enojado no iba a salvarle de aquello, decidió confesar— Solo... pienso que debe ser... un deseo de posesión.— murmuró, casi tan inaudible que nadie lo suficiente cerca pudiera escucharle y eso era ventajoso para la posición del pelinegro.

Al principio, tras oírle y procesar sus palabras, se asombró enormemente. Podía asegurar que esperaba de todo menos esa declaración y de alguna manera, un recoveco de su cuerpo se sentía feliz y orgulloso de lo que significaban esas marcas.

El menor no volteó a mirarle en esos segundos de silencio, creyendo que tal vez el mayor no le había escuchado y por dentro agradecía eso, solo que dicho agradecimiento se fue al diablo cuando él habló.

—Entonces no veo el problema en imitarte.— sonrió ampliamente antes de morder ligeramente la piel color durazno, dejando una marca justo al lado del pezón rosado.

Y el pelirrojo, con el rostro brillando en un tono escarlata, se quejó alegando que eso dolía.

Y el pelirrojo, con el rostro brillando en un tono escarlata, se quejó alegando que eso dolía

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isculpen cualquier error, en otra ocasión los corregiré.

TianShan ¦ Drabbles ¦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora