Rigel
Los niños fueron los primeros en acercarse a Nydia, rodeándola sin ningún pudor. En cuanto vencieron el miedo que el olor de Silas les provocaba, fueron acercándose hasta convertir a nuestra postulante azul en el centro sobre el que orbitaban. Poco a poco sus excitados cuerpos se fueron rindiendo al aroma reconfortante que emanaba de ella. En menos de 10 minutos, todos, sin exceptuar ninguno, quedaron dormidos o aletargados junto a ella. El viejo sofá en el la obligamos a sentarse para descansar de aquella pesada comida, se convirtió en la cama de todos ellos, incluso la de Nydia. No es que estuviese dormida del todo, pero estaba claro que digerir el baobab estaba haciendo a su estómago trabajar a conciencia. Después de varios días, su tripa estaba llena y saciada.
—¿A tu amiga le interesaría quedarse? Nos vendría muy bien en la guardería. —Mi madre no apartaba la vista de encima de ella mientras me hablaba. Sabía que en su cabeza estaba dándole vueltas al motivo por el que había conseguido ese efecto en los pequeños.
Y no solo había sido eso. Los adultos estaban no solo fascinados por aquel suceso, sino que tampoco tenían muchas ganas de salir de la casa de mi madre. Y por los comentarios que había escuchado, era el olor de Nydia lo que los mantenía allí. Su olor, a diferencia de lo ocurrido con Rise y conmigo, abría esa puerta que hacía tanto tiempo que no teníamos los rojos. Ella era como... como el hogar, te hacía sentir bien, en paz, a salvo, en casa. Mamá incluso bromeó diciendo que parecían bebés que habían terminado de mamar, atrapados por ese sopor en que su tripa llena, el calor y el olor del cuerpo de su madre envolviéndoles, haciendo que se quedaran dormidos de manera instantánea.
—Me temo que eso no va a ser posible. —¿Una reina azul cuidando de los pequeños del pueblo maldito? Eso sería algo impensable.
—¿Quién es ella? —Susurró a mi lado. Su voz sonó seria, demasiado. Mis ojos divagaron hacia Silas, buscando el que él se hiciera cargo de responder a esa pregunta. Él movió la cabeza para abarcar a todos los allí reunidos. Sabía lo que estaba pensando, demasiada gente con la que compartir ese secreto.
Pero no fui yo el que buscó una rápida solución a eso. Como buena dirigente de los invernaderos, preparó el terreno para que su curiosidad fuese saciada. Se giró hacia los adultos de la habitación, y empezó a arengarlos para que nos dejaran solos.
—Ya os habéis sobrepasado el tiempo de descanso, perezosos. Las plantas y los animales ya han esperado vuestras atenciones por demasiado tiempo. A trabajar. —No es que ninguno se retirara con ganas, pero cuando la jefa te ordena que regreses al trabajo, sencillamente lo haces, sobre todo cuando el fruto del mismo es esencial para mantener alimentada a la población de la pedanía del Castro. Fue la mas castigada desde el principio, así que nadie se atrevería a faltar a su responsabilidad con la gente que vivía allí. Un error podía significar volver a la época de la escasez.
Cuando estuvimos solo nosotros 5 en la habitación, salvo por los pequeños que seguían durmiendo como piedras, Silas se atrevió a cercarse a Nydia, para pasar la luz especial sobre la piel de su marca y hacerla visible.
—Una heredera azul. —Dijo mi madre con asombro. Silas asintió.
—Una postulante a la corona. —Eso mi madre ya lo sabía. Nadie nos tenía en cuenta, pero eso no quería decir que no estuviésemos al tanto de la política entre pueblos, y mucho menos mi madre. Haber sido exiliados del gobierno no quería decir que no existiéramos. Es más, nos interesaba todo lo que esos estirados del Alto Consejo hicieran, porque podía empeorar nuestra ya de por sí precaria situación.
Madre enseguida habría analizado todas las posibilidades de tener a la postulante al trono azul en su casa. Conseguir una aliada en el Alto Consejo era una oportunidad que no podía dejar escapar. Se acercó hacia Nydia, como si necesitara estar más cerca para su inspección. ¿De verdad había perdido tanta vista?
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Rigel - Estrella Errante 1
Science FictionHay personas que sueñan con alzar la mano y tocar el cielo, yo no era una de ellas. Pero aquí estoy ahora, en medio de las estrellas. Siempre escuché eso de NO ESTAMOS SOLOS, pero nunca pensé que me encontraría con la prueba de que era verdad, aunqu...