Capítulo 1

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Los ojos de Silas me miraron culpables, como si aquella acusación que había lanzado contra el... el hombre gato, hubiese tocado el botón correcto, aunque no el que yo había tenido la intención de tocar.

—En realidad, el que te ha estado observando todo este tiempo he sido yo. —Tenía que salir de allí, estaba en una habitación con un acosador y no tenía idea de qué era el otro, pero daba incluso más miedo.

—Quiero irme. – Silas dejó escapar un pesado suspiro antes de rebatir mi deseo.

—Por desgracia no puedo dejar que te vayas, hay demasiado en juego. —Ya, lo suponía.

—¿Qué vas a hacer conmigo? —Instintivamente acerqué mis rodillas hacia mi pecho, intentando protegerme de su respuesta.

—No tienes ni idea de hasta qué punto te necesitamos. Eres la pieza que llevo décadas buscando, eres la única que puede evitar la guerra entre nuestros pueblos. — Vale, tenía que reconocer que lo tenía muy pensado, que su voz sonaba demasiado sincera cuando lo decía, y eso solo podía significar una cosa. ¡Este tipo estaba loco!, pero loco de manicomio, camisa de fuerza y habitación con paredes acolchadas. Vale que no había tenido mucha suerte con los hombres, pero jamás me había topado con uno tan... tan...ido. Este pobre no tenía una jaula de grillos en la cabeza, tenía toda una colonia. Y lo malo no era eso, sino que su amigo debía de estar tan loco como él.

—No has contestado a mi pregunta. —Ahora es cuando me decía que me iba a sacrificar en un ritual de esos satánicos o new age... o lo que fuera.

—Necesitamos que te presentes ante el Consejo de los Altos y solicites ocupar el trono azul. —Creo que a mí no me sorprendió tanto escuchar eso como al otro tipo. Los ojos del gato se posaron sobre Silas de una manera... ¿Cómo miran los gatos cuando estás sorprendidos? Pues debía ser de esa manera. Pero el gato no dijo nada, ni siquiera se movió de su lugar. Al menos sabía quién era el que mandaba allí. El gato podía ser peligroso pero el que llevaba la batuta allí era Silas.

—Vale, así que voy a ese Consejo y les digo que quiero ser la reina azul. ¿Y después? —Si le seguía el juego quizás confiaran en mí lo suficiente como para poder escapar, o tal vez me liberasen...¿verdad?

—Es algo un poco más complicado que eso, pero no te preocupes, no vas a estar sola. —Eso quería decir que no me iban a quitar el ojo de encima en todo momento. Mal asunto.

—¿Vosotros dos vais a estar siempre conmigo? —Señalé con el índice al gato y a Silas.

—Yo debo solucionar algunas cosas y no podré acompañarte al principio, pero nos encontraremos en cuanto llegues a Sirio. —Sirio...Sirio... Aquel nombre me sonaba de algo, ¿pero de dónde? ¡Oh, porras! De cuando fui esa vez al planetario. Sirio era la estrella más brillante del cielo si estabas en el hemisferio sur. Sí, qué le voy a hacer, no recordaba lo que tenía que comprar en la tienda si no lo apuntaba en una lista, pero no olvidaba tonterías como esa que no me servían para nada, al menos hasta ahora.

—¿Cómo la estrella? —Silas sonrió complacido, como si le hubiese facilitado la tarea.

—De hecho, es un sistema binario con dos estrellas. Pero sí, es ahí donde tenemos que ir. —Tuve que aferrarme la cabeza, porque el dolor parecía haber regresado, o tal vez es que estaba tratando de asimilar toda la información que tenía. Observatorio en la luna, viaje a una estrella a no quiero saber cuánta distancia de la tierra. ¿De pronto una idea tomó fuerza en mi mente?

—¿Me estás diciendo que sois... sois extraterrestres? —Había gente que decía que habían tenido contacto con seres de otros planetas, abducidos se llamaban. ¿Y eso me estaba pasando a mí? ¿o eso estaban tratando de que creyese? Seguro que había una cámara oculta en alguna parte.

—No somos de tu planeta Tierra. —Sus ojos me observaron un par de segundos, hasta que soltó el aire y giró la cabeza sobre su hombro, de una manera que podía hablarle al gato sin apartar la vista de mí. —Creo que vamos a tener que darle alguna prueba, una que no pueda justificar. —El gato asintió con la cabeza y se acercó a nosotros. Y cuando estuvo lo bastante cerca, bajó su capucha para mostrar lo que ellos pensaban que era esa prueba.

Y ¡vaya si lo era!, pero había visto muchos documentales de como hacían magia los maquilladores y esos tipos del cine. Si hasta el vecino del primero era un friki de esos que se disfrazaban de zombi en Halloween, y le encantaba hacerse cosas realmente raras en la cara. Una vez se puso un ojo colgando, y se arrancó media cara dejando al aire los dientes, o eso me pareció porque era muy real, o lo aparentaba. El corazón casi se me salió del pecho cuando tropecé con él en el portal de nuestro edificio.

—Wow, tengo que reconocer que esas orejas parecen de verdad. Y el pelo habrá llevado su tiempo pintarlo así. —¿Que qué tenía delante? ¿alguna vez se han preguntado cómo sería un gato transformado en hombre? ¿o un hombre transformado en gato? Pues era lo que tenía delante.

El pelo de su cabeza era de una sucesión de mechones negros y otros de distintas tonalidades de marrón, incluso alguno era blanco. Pero lo que más destacaba eran sus orejas. Estaban un poco más arriba que las de una persona normal, como desde la altura del ojo hacia arriba, hasta rozar con la punta el nacimiento del pelo. Sí, eran grandes, y podía apreciar que peluditas por fuera, como las de un gato, igual, igual.

No sé lo que impulsó a acercarse para que lo viese mejor, pero él clavó una rodilla en el suelo y acercó más su cabeza hacia mí. Desde allí pude distinguir mejor sus ojos, que parecían haber sido perfilados con delineador negro, o tal vez un marrón muy oscuro. Resoplé porque pensaba que locos o no, estos tipos se habían esmerado por hacer aquello. Pero lo que no esperaba es que una de las orejas del gato se moviese. Se sacudió como si se estuviese quitando algo de encima. Demasiado real para ser una oreja de plástico. ¿Tendría un motorcito allí escondido? ¿Serían cables?

Mi mano se movió lentamente hacia él, con miedo y excitación a partes iguales. ¿Sería de verdad? ¿Me atrevería a tocarlo? Como si percibiera mi inseguridad, mis ganas de tocarlo, el hombre gato inclinó su cuerpo para facilitarme la tarea, al tiempo que cerró sus ojos, como si me estuviese dando permiso para hacer lo que pretendía.

Mis dedos alcanzaron la puntiaguda y aterciopelada oreja, y se deslizaron con suavidad por detrás. El pelo era suave, sedoso, algo intermedio entre el vello corporal de una persona humana y el pelo de un gato. Palpé la forma, la unión a la cabeza, sintiendo como aquella porción de su cuerpo se movía bajo mi exploración, como si vibrase o... No, espera, era su cuerpo. Podía sentir como una especie de inaudible ronroneo emanaba de su garganta, para extenderse hacia arriba, hasta alcanzar mi piel. Miré hacia su rostro, donde sus ojos permanecían cerrados, su barbilla alzada hacia mí, como si.... como si le gustara.

—¿Cómo te llamas? —La pregunta escapó de mi boca antes de que tuviese tiempo de decidir si era correcto hacerla. Sus ojos se abrieron para enviar un extraño escalofrío por todo mi cuerpo. Sentí como si me quemaran y me congelaran al mismo tiempo. Sus labios, unos de un tono oscuro, de aspecto jugoso y suave, se abrieron, dejando al descubierto unos dientes en los que destacaban levemente unos caninos algo más prominentes y puntiagudos, aunque redondeados en su extremo.

—Rigel. —Su voz sonó más profunda, más especiada. Totalmente diferente a como la había percibido un momento antes.

—Rigel. —Repetí en voz alta. Sus ojos parpadearon, y en un segundo, él se alejó rápidamente de mí, hasta ocupar la posición de vigilancia del principio.

En el momento en que nos dio la espalda, pude apreciar el dibujo que aquellos mechones coloridos creaban en su cabellera. Eran pequeñas manchas negras esparcidas entre el mosaico de marrones. Había visto aquel distintivo diseño, eran las marcas de un leopardo. Mi hombre gato se había convertido en un gran felino, en un depredador.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora