Capítulo 6

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Nydia

Olía a campo, a hierva fresca, a manzanas, y a tierra. Sabía dónde estaba antes de abrir los ojos; en casa. Bueno, no en mi casa, sino en la de la abuela. Cada verano, desde que era demasiado pequeña para recordarlo, papá y mamá me dejaban en casa de la abuela porque ellos tenían que trabajar.

La echaba de menos, tanto que a veces me dolía y no podía evitar soltar alguna lágrima. Pero es ley de vida, cuando tu tiempo en el mundo se agota, simplemente te vas. Atrás dejas a tus hijos, a tus nietos, recuerdos... Y la tarta de manzana. Ella me enseñó a preparar aquella delicia que nadie había conseguido superar. Con paciencia, sus manos trabajaban la masa de galleta para forrar el molde, mientras yo pelaba y troceaba las manzanas. Si mamá se hubiese enterado que utilizaba un cuchillo siendo tan pequeña, le habría dado un infarto.

Tomé una profunda inspiración y abrí los ojos. Lo primero que vi fueron las nubes blancas surcando el cielo, como si fueran pequeños barquitos de algodón. Me senté para encontrar la verde alfombra del prado debajo de mí. Y allí, a lo lejos, estaba el gallinero, donde cada mañana iba a revisar los nidos en busca de huevos.

A mi izquierda estaba el viejo manzano, y sentada bajo su sombra, se encontraba la abuela. Ella nunca estaba ociosa, no podía. Por eso, en vez de echar una siesta, estaba remendando alguno de los pantalones del abuelo.

—¡Abuela! —De un salto me puse en pie y eché a correr hacia ella. En cuanto estuve cerca de ella, me tiré sobre su cuerpo para encerrarla en un fuerte abrazo. Seguía oliendo al jabón con el que lavaba la ropa.

—Hola, mi niña. —Estiré aquel momento tanto como pude, hasta que una pregunta se materializó en mi cabeza.

—¿Estoy muerta? —Era la única explicación que encontraba. Si mi abuela había fallecido hacía tantos años, la única manera de volver a encontrarme con ella era estar en el mismo lugar que ella. ¿Sería este el cielo?

—No, mi niña, no lo estás. —Busqué rápidamente otra explicación.

—Entonces, esto es un sueño. —No había otra respuesta.

—¿No te gusta? —Su cabeza se ladeó apenada.

—Claro que sí.

—Volví a apretar mi mejilla contra su pecho, mientras su mano acariciaba lentamente mi corta melena.

—Levanta, mi niña. Quiero mostrarte algo. —Nos pusimos en pie, ella dejó la labor a un lado y me tendió la mano para que la tomara.

—¿A dónde vamos? —Ella me sonrió dulcemente.

—Vamos a ver el arco iris. —No me había fijado, pero al otro lado del prado, donde se alzaba una especie de bruma, había un arco iris brillante que se alzaba hacia el cielo.

—Es precioso. —No recordaba que los colores fueran tan intensos, pero no por eso me extrañé. A fin de cuentas, era un sueño. Pasaban cosas extrañas en los sueños.

—Seguro que recuerdas cómo se crea ¿verdad? —Sí, lo había estudiado en el colegio, pero ella nunca me preguntó sobre ello, ni siquiera yo se lo pregunté a ella.

—Es la luz del sol que atraviesa las gotas de agua, descomponiendo la luz blanca en todos esos colores.

—Eso es, cuando la luz blanca atraviesa un elemento transparente como en este caso es el agua, se produce una dispersión de la luz en sus diferentes colores. Cada color corresponde a una longitud de onda y frecuencias específicas para cada uno de ellos. —La abuela nunca habría usado esas palabras, más que nada porque ella desconocía esa explicación científica. Para ella, el arco iris era simplemente bonito.

—Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta.

—Realmente, entre los colores elementales que distingue el ojo humano no se encuentra el naranja, así que podríamos decir que ese es un color resultado de la mezcla del amarillo y el rojo. —Aquella explicación me confundió.

—Pero las naranjas son de ese color. —Ella sonrió condescendiente.

—Es el que el ojo ve, no es capaz de diferenciar cuando de rojo o de amarillo hay, es solo una mezcla. El color, no es más que esa parte de la luz blanca que el objeto en sí rechaza, así que en el caso del naranja, rechaza en amarillo y el rojo. —Eso me sonaba del colegio.

—¿Estás diciendo que el arco iris tiene sólo 6 colores?

—El arco iris tiene todos los colores, tan solo hay 6 que se les puede llamar principales, o secundarios, que son los que nos importan en este caso. —Aquella forma de expresarse. Había ahí algo que no encajaba, algo que me resultaba familiar, pero no en la abuela. La única persona que podría hablar de esa manera era...

—¿Silas? —La imagen de la abuela parpadeó, hasta convertirse en Silas. Su rostro apenado y arrepentido me dijo que no le preocupaba el ser descubierto, sino el haberme decepcionado.

—Siento haber recurrido a este recuerdo, pero necesitaba llegar a ti de una manera que te resultara familiar, y pensé que esta imagen sería la más apropiada. —Aferré mis cabellos, intentando entender qué estaba haciendo ese hombre en mi cabeza, ¿Cómo se había metido ahí? ¿Qué estaba haciendo conmigo? Si pretendía volverme loca, tenía todas las papeletas para conseguirlo.

—¿Por qué te has metido en mi cabeza? ¿Qué estás haciendo? —Su rostro se inclinó avergonzado y triste.

—Solo intento enseñarte algunas cosas aprovechando este largo viaje. Tu cerebro estará desocupado mucho tiempo, y pensé que sería un buen momento para ponerte al día sobre algunas cosas que deberías saber. Al menos lo básico, para que no andes perdida cuando despiertes.

—¿Y qué es lo básico? ¿Conocer los colores del arco iris? ¿Saber cómo se forma? ¿O tal vez estás tratando de cambiar todo lo que sé? Porque hasta ahora creía que el naranja era un color del arco iris.

—Y lo es, solo que no es importante para lo que nos atañe.

—¿Qué quieres decir?

—¿Me permites continuar con mi explicación? —Sabía que necesitaba esa información, necesitaba saber para comprender, y como decía mi jefe, saber es poder. No quería ser la débil en esta situación.

—Hazlo. Pero no te atrevas a meter a mi abuela en todo esto, y tampoco lo hagas con el resto de personas que todavía significan algo para mí, porque duele. —Él comprendió.

—De acuerdo, no volverá a ocurrir, lo prometo.

—Si eres tú el que explica, quiero verte a ti. —Silas tomó aire y se dispuso a continuar.

—Como decía, existen lo que llamamos colores elementales, aquellos que son percibidos por el ojo humano, 6 de ellos están incluidos en el arco iris, los otros dos que debemos añadir son el blanco y el negro. Ya sabes que el negro aparece cuando la superficie absorbe todos los colores, y el blanco es totalmente lo contrario, la superficie refleja toda la gama cromática.

—Y esto es importante porque... —Le apremié a seguir. Ya me estaba dando cuenta de que a Silas le gustaba dar demasiada información de las cosas, es lo que pasa con ese tipo de personas que tienen tantos datos en su cabeza, que tienen que soltarla en cuanto tienen ocasión.

—El Consejo de los Altos está compuesto por 6 integrantes, uno por cada color elemental que alberga la descomposición de la luz. —Aquello sí que no me lo esperaba.

—Mira que sois raritos. —¿Lo dije en voz alta? Si, supongo que en este sueño no podía simplemente pensar las cosas, porque se oían.

—Pues todavía no hemos llegado a lo más peculiar. —Me advirtió.

—¿Más? —Solo esperaba que lo no fuera mucho, solo llevaba un ratito de explicación y ya había hecho desaparecer el color naranja.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora