Capítulo 38

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Nydia

En serio, ¡pon un felino en tu vida! ¡Wow! Mi cuerpo, mi cabeza, todo había explotado, como una presa de agua que no puede contener todo el torrente de agua que le ha llegado. Sexo con un gato, ¡vaya! ¿Sabría esto la señora del tercero? Sí, la que vivía en mi antiguo edificio, la que tenía a ese gato atigrado al que llamaba Honorato. No, en serio, dudo que esa bola de pelo tuviese nada de lo que tenía Rigel. ¡Dios!, era un hombre, muy hombre, con todas las partes que implica esa palabra. Y cuando me refiero a partes, estoy hablando de su anatomía. Lo tenía todo y muy bien puesto. Al menos según el estereotipo terrestre de hombre cañón.

Y hablando de estereotipos, ¿de verdad él me encontraba atractiva? Porque no nos engañemos, en la Tierra yo soy una más del montón. En la vida habría metido en mi cama a un tipo con aquel cuerpazo, a no ser que el pobre estuviese borracho. ¿Y si no era yo? ¿Y si era que él necesitaba este tipo de cosas antes de meterse en una misión? Ya saben, sentirse vivo por última vez por si algo salía mal.

Mandé a la mierda ese pensamiento, y de paso todos esos que se le parecían. Me daba igual el motivo por el que Rigel había decidido acostarse conmigo, el caso es que lo había hecho y muy bien. Mi cuerpo todavía hormigueaba por lo que acababa de ocurrir. No, espera, había sido hacía algunos minutos, porque el sudor de mi piel se estaba enfriando haciendo que sintiese frío.

—¿Tienes frío? —La voz de Rigel llegó desde ese lugar en el que había dejado apoyada su cabeza, justo por encima de mi ombligo. ¡Porras!, incluso sentí su aliento meterse en ese pequeño agujero. ¿Podía oír mis pensamientos desde ahí abajo? ¿Hacía como los indios de las películas, que pegaban la oreja al suelo y oían al enemigo acercarse?

Antes de que contestase a su pregunta, él ya estaba ascendiendo en el lecho para pegar su cuerpo caliente al mío y meterme entre sus brazos para calentarme. Una de sus piernas cubrió las mías, para que ninguna parte de mí quedase desatendida. Incluso nos cubrió con esa manta o edredón que estaba sobre la cama. Nos enrolló como si fuésemos un burrito de pollo. Esto si que era un detalle tierno, y no como mi ex, que salía corriendo a quitarse el preservativo y echar un cigarro como premio. Ni que hubiese dejado el pabellón tan alto.

—Gracias. —Sentí su sonrisa sobre mi frente. Espera, ¿estaba oliendo mi pelo?

—¿Cómo se llama eso que has hecho? —Aquella pregunta me extrañó. Alcé la barbilla para ver su cara.

—¿Sexo? Pero lo has hecho todo tú. —él rio suavemente.

—No, me refiero... —Su mano tomó con delicadeza mi barbilla para ponerla en la posición correcta. Su boca tomó la mía, succionando mi labio inferior con delicadeza, como saboreándolo. ¿Cómo podía conseguir con solo ese contacto hacer que mi cuerpo se estremeciera de placer?

—¿Un beso? —conseguí decir.

—Beso. —repitió. Su voz sonó sensual, como si sintiera un enorme placer solo con repetir esa palabra. Espera, ¿yo le había enseñado algo a este dios del sexo? Lo siento, cuando hizo ese estupendo y alucinante trabajo con su boca en mis partes bajas, tuve que darle ese título. Definitivamente, sabía como llevar a una mujer al orgasmo con el sexo oral.

—¿Vosotros no os... besáis? —Conocía la historia del beso en la Tierra. Según decían, se inventó en la corte de Leonor de Aquitania, allá en la época medieval. Cleopatra jamás besó a ninguno de sus muchos amantes. Pero me sorprendía, que un hombre como él, que se suponía había viajado tanto y estado en contacto con muchas personas de otras razas, no habría experimentado esto. A ver, si se besaban en algún planeta, lo lógico es que llevaran esa práctica a otras partes, ¿no?

—No unimos nuestras bocas, ninguna raza lo hace. —Duda resuelta.

—Qué raro. —bajé la cabeza para encajarla en su cuello. Él se acomodó para que pudiera hacerlo con facilidad.

—Ahora que lo pienso, sí que lo es. Nosotros somos un pueblo que necesita oler y saborear a nuestras parejas, es parte de nuestra naturaleza. —¿Sus parejas? ¿Yo era su pareja? Para Nydia, para. Tal vez se refiere a pareja sexual, no vayas más allá. Puede referirse a lo que ha ocurrido antes, no tiene que implicar que eso continuase siendo así cuando saliéramos de la habitación.

—Curioso. — Tampoco me iba a poner a hacer una tesis sobre eso, así que para mí el tema ya estaba cerrado.

—No creo, cada parte del cuerpo tiene su función. La boca cumple muchas funciones; nos alimentamos por ella, nos comunicamos con ella, descubrimos los sabores de las cosas... Pero a nadie se nos había ocurrido utilizarla para dar y recibir al mismo tiempo. —Otra vez levanté la cabeza.

—¿Qué quieres decir? —él se removió algo incómodo.

—Que lo normal es lamer a tu pareja, incluso ambos ejecutantes se lamen al unísono para hacer el momento más íntimo, más intenso. Pero para hacerlo al mismo tiempo, se recurre a otros lugares como el cuello, los brazos, los genitales... —A mi mente vino la imagen de un 69, era eso, ¿verdad? —En ocasiones incluso nos mordemos, todo depende de la intensidad del momento. —Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando imaginé los dientes de Rigel raspando mi piel. Aleja esos pensamientos de tu cabeza, Nydia. El chico lo ha dado todo, no puedes pedirle un bis tan pronto.

—¿En todas las razas es igual? Quiero decir, a lo que hemos hecho tu y yo hace un rato. —¡¿Qué?!, tenía curiosidad, y sabía que no iba a encontrar ni mejor momento que este ni mejor interlocutor. Quiero decir, que no me imaginaba preguntándole estas cosas a Silas.

—Es muy parecido, solo que cada uno tienen sus particularidades. Por ejemplo, a los lagartos no le van demasiado los abrazos, ni lamen ni huelen. Supongo que sea porque su piel es más dura. A los pájaros les va más el hacerlo de pie, nada de tumbarse. —Con aquellas alas ya me imaginaba que sería complicado. —Aunque supongo que con el tiempo las costumbres han ido cambiando y mezclándose. Ya sabes lo que dicen, en el sexo no hay normas mientras ambas partes disfruten. —Eso también podía aplicarse en la Tierra.

Un gran bostezo me atacó en ese momento, y no era por aburrimiento, porque el tema era bastante interesante. Sentí como Rigel frotaba su nariz contra mi frente de forma cariñosa.

—Será mejor que durmamos, mañana va a ser un día muy largo. —Con sus extremidades me pegó más a él, aunque tuvo cuidado de no asfixiarme. Solo esperaba que no empezara a darle patadas en cuanto Morfeo me llevase con él. Mamá siempre decía que parecía que me peleaba con alguien por como amanecía por las mañanas. ¿Qué le voy a hacer? Soy inquieta.

No recuerdo cuanto tiempo tardé en dormirme, debió ser poco. Pero sí que tuve unos buenos sueños. Tiernos, dulces, y sobre todo, calientes. ¡Uf!, se puede tener un orgasmo en un sueño, puedo asegurar que sí. A no ser, que mi gatito aprovechase ese calentón nocturno para aprovecharse de esta indefensa mujer. ¿Molestarme? ¿Sentirme violada? ¡Diablos! Pero si no hacía otra cosa que pedirle más. Y el me lo daba, vaya que me lo daba.

Y era verdad, los gatos mordían, aunque por extraño que parezca, no es que doliese, no sentí más allá de una fuerte presión en mi hombro. ¡Dios!, hasta eso lo hacía con delicadeza mi gatito. Y ronroneaba, vaya que si ronroneaba.

Yo no se a ustedes, pero mi cabeza se pone a trabajar cuando está en la cama. Y me dio por pensar... Al final, el haber sido secuestrada por estos extraterrestres estaba resultando algo bueno. Mi vida había cambiado de monótona a interesante, tenía una gran aventura por delante y un premio muy goloso. No todo el mundo puede decir que es un rey o una reina. Y no solo eso, había encontrado un hombre que me saciaba sexualmente mucho más y mejor que cualquiera de los hombres que habían pasado por mi vida. Estaba claro que necesitaba cambiar de raza. Como dije, señoras, para ser felices necesitan un gato, pero de los grandes. Estos sí que las harán ronronear.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora