Capítulo 11

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Nydia

No sé quién estaba más asustado, si los pobres bichos o yo. Para ellos yo eran algo tan desconocido como lo eran todos ellos para mí. Dicen que los animales huelen el miedo, así que no me extrañó que finalmente ellos se sintieran más seguros que yo, y se decidieran a curiosear. Aunque creo que también tuvo algo que ver el que yo estaba más centrada en intentar averiguar qué era cada uno como para prestarles atención. ¿Qué demonios se suponía que era eso? Tenía cabeza de caballo, pero el resto de su cuerpo se parecía más a una vaca lechera, y lo digo por las enormes ubres que le colgaban de su parte rasera.

—A la mayoría de los mamíferos nos encanta un buen vaso de leche. Luego te daré un poco. —Ya, no quería pensar de qué color sería esa leche, porque si el caballo /vaca tenía todo el cuerpo surcado de rayas azules.... El bicho se sintió lo bastante cómodo como para soltar una sonora ventosidad, dicho vulgarmente, se tiró un pedo, y vaya si olía mal. Podría estar hartándose (supongo que fuera hembra por las ubres) de hierva... al menos esta sí era verde, como decía, se estaba hartando de pastar su rico alimento, cuando esa vaca (me rindo, si tiene ubres me imaginaré que es una vaca muy fea) se tiró el pedo más a pestoso que hubiese olido antes.

—¡Puag!, comerás gloria, pero cagas mierda como todos. —No me di cuenta de que se me había escapado esa perla gramatical, cuando escuché la risa de Nüd a mi lado.

—¡Por la Diosa madre!, y yo que creía que lo había escuchado todo. —Parecía realmente divertida, pero por si acaso...

—Lo siento.

—¿Eso es lo que soléis decir en tu pueblo cuando un animal caga delante vuestro? —Lo medité dos segundos. Ese dicho lo decía la abuela cuando el perro labrador del yayo se tiraba un pedo en la cocina. Yo me lo apropié cuando el idiota de mi ex hacía lo mismo en mi sofá.

—Básicamente sí. —Tampoco creo que haría un viaje hasta el pueblo de la abuela para confirmar mi afirmación.

—Pues sí que sois curiosos los...—Noté como pensó mejor lo que iba a decir, por su expresión tal vez decidió que no era correcto decirlo en voz alta. ¿Qué iba a llamarme, mono? —¿Cómo se llaman los habitantes de tu planeta? — Buena salida.

—Terrícolas.

—No me suena, pero tampoco es raro, no he salido a explorar por ahí como hacen los hombres como Wick. —Mi oportunidad para preguntar.

—¿Los hombres como Wick?

—Sí, ya sabes, guerreros y sus ansias de experimentar cosas nuevas. ¿No hay guerreros en tu planeta?

—Oh sí que los hay.

—Entonces me entenderás. —¿Qué le iba a decir? Ella suponía que todos los guerreros hacían lo mismo. Yo no quería decirle que en la Tierra guerreros quedaban muy pocos, porque ahora lo que había eran soldados.

A mi parecer, no es lo mismo. No se si el resto pensaría igual. Cuando escuchaba la palabra guerrero me venía a la cabeza un vikingo con su escudo, o un escocés con su tartán de cuadros y una claymore en sus manos, ya saben, esa espada enorme. Luchadores fieros, aguerridos y totalmente comprometidos con su causa, sin miedo a entregar su vida por ella. Un soldado... básicamente luchaba porque así se lo ordenaban sus superiores, eran más disciplinados y cuadriculados.

Pero Rigel... a él no sabía dónde encajarle. No parecía ser más que un mercenario, alguien dispuesto a hacer lo que le pidieran por un precio, daba igual lo estrambótico que fuese el pedido. Pero tampoco me parecía un ser de esos que son capaces de matar fríamente a otra persona, no sé, él parecía conservar aún su alma.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora