Capítulo 12

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Rigel

Me sentía impotente, vulnerable, no por mí, sino por ella. Una simple planta la había hecho eso, ¿qué no la haría una de nuestras enfermedades, incluso una de nuestras armas?

De repente tenía en mis manos la seguridad del ser más frágil de todo el universo, pero además era la persona más importante de todos los mundos conocidos, al menos para mi pueblo. Ella era la esperanza de que todo podía cambiar, pero si no lograba protegerla esa última oportunidad se escaparía de nuestras manos como los rayos de sol entre los pétalos de una flor bomary.

No podía perderla, no podía volver a ocurrir. No podría soportar el que esta nueva esperanza que había arraigado en mi alma, se marchitara como si la plaga negra también la hubiese tocado.

—¿Está mejor? —le pregunté a Henry nada más verle alejándose de ella. La habían sedado para hacer que el picor no le siguiera atormentando, y por fin parecía que ella se había rendido. Al menos sabía que la sedación neurológica podía tolerarla. Las máquinas no la dañaban como los seres vivos. Sí, no podía estar seguro de que una sencilla babosa no la matase con su baba.

—Parece que sí. —Caminé detrás de él para seguir con la conversación.

—No puedo llevarla a Naroba en estas condiciones. En cuanto entremos en Carasa estará expuesta a millones de organismos diferentes, cualquiera de ellos podría matarla en un parpadeo. —Hendry llegó hasta su laboratorio, donde se acomodó tras la mesa de su despacho.

—Sé lo que quieres, muchacho. Pero no puedo catalogar una respuesta inmunológica para todos ellos, y no es porque no los conozca, el 90% de todo organismo vivo conocido está en nuestra base de datos. Es porque a la que no conozco es a ella. —podía ver la impotencia en su rostro.

—¿Y el disco de información del monje? —Henry soltó el aire pesadamente.

—Es un trabajo magnífico, extraordinario, pero no cubre el problema que tenemos entre manos. No es que esté diciendo que no es un estudio concienzudo sobre la morfología humana de esta raza, sino que ni él ni nadie podría haber podido hacer un estudio sobre su interacción con el resto de la biodiversidad conocida. La ciencia necesita de tiempo, estudio y documentación, pero sobre todo, se necesitan recursos. Dudo que una sencilla base de observación tenga los recursos que se necesita para desarrollar este trabajo. —Una idea brilló súbitamente en mi cabeza.

—¿Crees que él sabía que yo si podía tener acceso a un laboratorio donde hacer ese estudio?

—Nuestra relación es un secreto, muchacho, salvo tú, nadie sabe que existimos, y mucho menos tiene idea del trabajo que desarrollamos.

—Así que la única otra alternativa, es que él pensara que llevaría a la chica a un laboratorio para que en Carasa no muriera antes de entregársela.

—Esos monjes son tipos de pensamiento retorcido. Solo sé que habría sopesado todas las opciones mucho antes de asignarte el trabajo. —Estrujé mi cerebro tratando de encontrar el camino que el monje pensaba que podía tomar. La respuesta no tardó en llegar.

—Nomi. —Henry asintió ante mi conclusión.

—Un maldito solo podría recurrir a ella con un problema así. —Pero recurrir a ella traería más problemas que ventajas.

—Es un riesgo llevar a Nydia hasta ella. Ella atiende a demasiada gente en su centro médico. Si lo que quiero es discreción, solo la tendría de su parte, pero del resto... —Nomi era una amarilla que había medio renegado de las comodidades de los suyos, de sus conocimientos, de su estatus, para montar un centro médico cerca de las gemelas rojas.

Cuando nadie quiso prestar ayuda a los tocados por la Peste Negra, ella recogió todo lo que tenía, consiguió una vieja nave de carga y la posicionó en una órbita cercana para ayudar a ambos pueblos. Se saltó todas las normas legales y sanitarias para llegar hasta nosotros y atendernos. Las vidas de muchos de los nuestros habían sido salvadas por ella, y seguiría haciéndolo porque nadie conseguiría apartarla de allí. Según dijo una vez "¿Qué sentido tenía hacer un juramento de asistencia al enfermo, si no lo cumplías?". Los médicos son raros, al menos los que no piensan en llenarse los bolsillos. Como más de uno había dicho, ella sí que era una auténtica rebelde, como nosotros. Su sitio estaba en primera fila.

Pero llevar a Nydia con ella implicaba pasar por delante de muchas personas desesperadas por mejorar su situación, por conseguir algo de dinero extra que llevar a su familia. Los rojos teníamos un alto sentido del honor, al menos la mayoría, pero uno no conoce los límites de cada persona, no sabe lo desesperado que está, y solo necesitaba que uno, solo uno, pensara en el bienestar de su familia antes que en traicionar a un hermano de raza. El hambre y la desesperación eran enemigos poderosos contra los que la mayoría seguíamos luchando.

—La decisión está en tu mano. —Demasiados riesgos, demasiado que perder.

—Primero es su seguridad. Me las apañaré para que llegue sana y salva hasta su prueba genética. Después, ya no importará que el resto sepan quién es, porque ellos se encargarán de pregonarlo en todos los círculos de poder. —Henry asintió, regalándome una pequeña sonrisa triste.

—Un postulante al trono azul, esa noticia volará como un dragón rojo. —De todos los animales más poderosos y veloces, el dragón rojo era el rey indiscutible.

—Concertaré una cita privada con Nomi después de eso.

—Para entonces ella podrá recurrir a un médico de los mejores, y con un equipo médico de última generación, no la vieja maquinaria parcheada de tiene Nomi.

—Seguramente, pero no confiaría en otra persona para que lo hiciera. —Una vez que fuese confirmada su pertenencia a la línea sucesoria de la casa de los Isse, muchos querrían congraciarse con ella, seducirla para conseguir su voto en el Alto Consejo. Pondrían a su disposición recursos y dinero, todo lo que pidiese o necesitara. Pero también habría quién querría verla muerta antes de que ciñera la corona azul sobre su cabeza.

—Tú mejor que nadie eres consciente de los riesgos.

—Y de lo que podemos perder. —Sí, yo ya había asumido que ella era lo que llevábamos esperando todo este tiempo. Nuestro pueblo la necesitaba, todos los que una vez fueron rojos, todos los malditos arriesgaríamos nuestra vida por que ella nos diera una nueva oportunidad. Yo al menos lo haría, y si conocía a los míos, ellos también estarían conmigo en esto.

—Si lo que imaginas se cumpliera...

—Eso significaría que no tendríamos que escondernos, que nuestros derechos volverían a respetarse, que la esclavitud no sería nuestra única salida. —Aquellos años fueron oscuros y duros, pero su legado todavía nos seguía pasando factura. Nada como todo un pueblo desesperado, para que los carroñeros volaran directos hacia nosotros para sacarnos las entrañas.

—Recuperaríamos nuestra dignidad. —Él podía haberla recuperado hacía tiempo, él era un bendecido cuya semilla seguía brillando como desde el primer día. Pero el miedo a la contaminación, al rechazo, le convirtieron en preso de otra maldición, le encerró en este autoimpuesto exilio, le convirtió en un invisible. Sospechaba que no sería el único, pero no podría decir que conociera a alguien más. Los pocos luces rojas que sobrevivían se mantenían ocultos.

—Quizás algún día tu podrías... —su mano se posó sobre mi hombro. No quería escucharlo. Él como muchos de nosotros estaba cansado de ver como nuestras esperanzas se desvanecían. Pero ya era demasiado tarde para mí, ella había hecho lo que creí que jamás volvería a ocurrir, Nydia había conseguido que creyese de nuevo.

—No dejes que los sueños se apoderen de ti, muchacho. —Como dije, demasiado tarde.

—No voy a fracasar, Henrry. Haré lo imposible por conseguirlo. —Y si fuera necesario, no estaría solo.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora