Capítulo 46

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Rigel

Nydia estaba temblando, no solo por el dolor, sino por la pérdida de sangre que extraía el calor de su cuerpo. Soy un soldado acostumbrado a la batalla, al que el dolor, lar heridas y las bajas nunca consiguieron descentrarlo. Toda mi vida mi talante había sido forjado a fuerza de golpes para endurecerse y templarse, pero todo eso desapareció cuando la mujer a la que había escogido como compañera de vida fue herida. Aquella situación me paralizó, convirtió en pesada y fría roca cada parte de mi ser. No estaba preparado para perderla, no tan pronto, no de esta manera, no en mis manos.

—Nydia. —La voz quejumbrosa de Rise me hizo mirar hacia él, para encontrarlo arrastrándose hacia nosotros. Sus manos intentaban contener la sangre que resbalaba por su ropa, para que los bots al menos tuviesen la oportunidad de hacer su trabajo. Pero en su rostro había un sufrimiento mayor que el del dolor que aquel boquete de su costado debería estar provocándole. Él estaba sufriendo el mayor de los dolores que se podía infligir a un hombre como nosotros, a un rojo atado por la llamada.

Mi cabeza empezó a funcionar de nuevo, porque tanto él como mi mujer me necesitaban. Los dos dependían de mí.

—¿Estás bien? —Le pregunté mientras alcanzaba a sacar el botiquín de uno de mis bolsillos. Él asintió, aunque sabía que era mentira.

—Sálvala. —me suplicó.

En ese momento entendí no solo tenía que salvar la vida de mi mujer por mi propia cordura, sino por la de mi hermano. Perderla no solo era una tragedia para toda una raza, para los planes y aspiraciones de Silas, Du Cort, sino nos enviaría al abismo más oscuro a mi hermano y a mí.

—La ayuda está en camino. —Arcángel se arrodilló a mi lado para tratar de ayudarme con Nydia.

—Mmmm. —Ella apenas tenía fuerzas para quejarse cuando entre los dos la depositamos sobre la mullida alfombra de vegetación.

Los golpes contra la puerta estaban consiguiendo hacerla ceder, se nos acababa el tiempo, teníamos que salir de allí. Pero sabía que Nydia no llegaría demasiado lejos, y tampoco soportaría que la arrastrásemos como un fardo. Miré a mi alrededor para evaluar nuestros recursos y posibilidades. La herida de Rise estaba cerrando, evitando que perdiera más sangre. Los bots harían su trabajo, aunque le llevaría algo de tiempo el estar en buenas condiciones, tendríamos que evacuarlo de allí.

Al ver como su herida se reparaba con rapidez, una idea absurda cruzó mi mente, solo algo como eso podía salvar a Nydia, darle ese tiempo extra que necesitaba hasta que Nomi pudiese tratarla. Levanté la manga de mi camisa y saqué la daga Solari de la funda en mi muslo. Un par de cortes profundos en el antebrazo, y la sangre empezó a brotar con fluidez. La herida abierta de Nydia fue el cuenco que recibió aquel preciado regalo. Cerré y abrí la mano para conseguir más flujo sanguíneo, para traspasarle tantos bots reparadores como fuese posible, antes de que hiciesen el trabajo para el que fueron programados y cerrasen mi propia herida.

—Eso podría matarla. —advirtió Protea. Si alguien entendía de incompatibilidades genéticas era ella. Estudió a fondo para conseguir un recambio de su propio cuerpo que fuese viable para la supervivencia de su cerebro.

—Tranquila, va a funcionar. —No tenía tiempo para explicarle que después del susto que nos dio en la granja laboratorio de Henrry, me molesté en echarle un ojo a ese informe que Silas preparó sobre su especie. Si no me equivocaba, la sangre de un rojo sería buena para ella. ¿Por qué?, porque nuestros glóbulos rojos portaban el antígeno que serviría como donante a cualquier portador RH positivo o negativo. Nosotros teníamos el RH-null, y no solo eso, sino que éramos todos del grupo 0. Así que, salvo por alguna salvedad que no viniese registrada en aquel informe, mi sangre, la de cualquiera de nuestra casa, podría servirla para una transfusión.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora