Capítulo 9

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Nydia

Sentí como si mi cuerpo ascendiera, como si estuviese sumergido en una gran masa de agua, y subiera hacia esa superficie en la que finalmente flotaría a la deriva. Mis oídos dejaron de estar opacados, mi piel dejó de sentir frío, y mis pulmones por fin pudieron llenarse con aire fresco.

—Eso es, pequeña. Ya estás con nosotros. —El hombre que tenía frente a mí era otro gato. Podría tener cerca de 60 años, piel agrietada por el tiempo, ojos cansados y sonrisa afable. No lo conocía, pero había en él una paz y tranquilidad que contrastaba con las sensaciones que despertaba en mí Rigel. Eran tan opuestos...

—¿Dónde estoy? ¿Quién es usted? —Mi cuerpo todavía estaba como despertando de su letargo, por lo que necesité ayuda para incorporarme.

—Solo soy un simple granjero, y esta es mi casa. —No entendía porqué tenía reparos en decirme su nombre, pero, ya que nadie debía saber que yo era una aspirante a la corona azul, tampoco me importaba mantener esa especie de confidencialidad con nuestras identidades. Si él no me decía su nombre, yo tampoco debía decirle quién era yo, ¿verdad?

—¿Dónde está Rigel? —Podía ser un gato, pero no me pasó desapercibido su gesto de desconcierto.

—¿Rigel? Oh, perdona. A veces olvido que es su auténtico nombre. La gente suele conocerle como capitán Wick. —Eso quería decir que ese hombre era de las pocas personas que conocía su auténtico nombre. ¿Por qué me lo diría él? ¿Por eso se extrañó Silas cuando me lo dijo? Creo que sí.

—¿Y dónde está él? —Cuánto le costaba a este hombre dar respuestas. Para mi gusto divagaba demasiado.

—Oh, disculpa, a veces se me va la cabeza a otras cosas. Vendrá enseguida, está en los campos con mi bisnieta. ¿Quieres que vayamos en su busca? —asentí enseguida. Esto de despertar en camas desconocidas se estaba convirtiendo en una costumbre que seguía sin gustarme.

Caminamos hacia el exterior, donde no pude contener mi asombro. Sí, tenía toda la pinta de ser una granja, había cercados con plantas de todos los tamaños, demasiado bien alineadas como para que su nacimiento fuese natural. Animales que pastaban y correteaban libremente, totalmente ajenos a nuestra presencia hasta que salimos al exterior. Muchos de ellos alzaron la cabeza para oler el aire, quizás intentando reconocer a las personas que acaban de entrar en su zona.

Pero lo que más llamó mi atención, fue descubrir que aquella basta superficie de cultivo no estaba al aire libre, sino que por encima de nosotros, como a decenas de metros, se levantaba un techo luminoso, que hacía las funciones de sol, si podría decirse de alguna manera. ¿Qué como sabía que era un techo artificial? Pues porque los empalmes entre los enormes paneles de luz evidenciaban que eran algo construido por el hombre, o quizás en este caso, por un hombre gato.

—Allí están, pero creo que será mejor que los esperemos aquí. —Puede ver a Rigel y a otra persona en la distancia. Supe que era él por los distintivos colores de su cabello. La otra persona tenía la cabellera de color grisáceo.

No quise preguntar, pero lo que estaban manipulando se parecía demasiado a ¿una colmena de abejas? La otra persona le dio indicaciones para que se movieran, pero no advertí que estaban en una especie de habitación hasta que abrieron lo que debía de ser una puerta de cristal. Luego la cerraron a su espalda para ponerse a observar. No me había dado cuenta de que me había puesto a andar hacia ellos hasta que mi acompañante jadeó a mi lado. Parece que la carrera para alcanzarme había sido un poco más agotadora de lo que estaba acostumbrado.

—Vaya, si que eres impaciente. —Su voz no fue demasiado alta, pero sí lo suficiente como para hacer que Rigel se girara hacia nosotros. Sus orejas se movieron en varias direcciones hasta quedarse fijas cuando por fin nos localizó. Le dijo algo a su acompañante, y después empezó a moverse rápidamente hacia nosotros. ¿No lo he dicho? Nosotros estábamos en una especie de empinada colina, una irregularidad del terreno que sería normal en terreno montañoso, y que seguramente me incitó a pensar en un principio que estábamos al aire libre. Eso, y que bajo mis pies había una densa capa de césped de un verde profundo.

Rigel ascendió la pendiente con la agilidad de eso, un gato, alcanzándonos en cuestión de segundos. ¡Dios!, verle moverse así hacía que uno se pusiera nervioso. Quiero decir, que era realmente rápido y estaba muy en forma, eso, o es que todos los gatos eran igual de ágiles, hombres gato quiero decir. ¡Agh!, no me hagan caso, estoy divagando.

—Ya estás despierta. —Obvio.

—Sí. ¿Qué estabais haciendo con las abejas? —Mi cuello se estiró para poder mirar detrás de él. Podíamos ser de especies diferentes, pero la mirada que le dio a... llamémoslo granjero al que me acompañaba, venía a ser algo así como "ella no debía haberlo visto". Bien, ya era demasiado tarde para eso.

—Es solo un pequeño experimento. —Sus ojos decían que no preguntase más, así que no lo hice.

—De acuerdo. —Antes de que la situación se tornase incómoda, mi estómago gruño con fuerza.

—Será mejor que demos de comer a nuestra invitada. —se ofreció el granjero.

—Sí, busquemos algo que te siente bien. —Casi no recordaba que estaba en otro planeta, con otros tipos de alimentos. Aunque si procedíamos del mismo árbol, y nos parecíamos tanto, ¿en principio tendría que tolerar la mayoría de ellos? Aunque... ¿Qué entendían ellos como delicias culinarias? A lo mejor me ponían en el plato un murciélago, o una medusa.... ¡Egh! —¿Echaste un vistazo a lo que te dejé? —Aquella pregunta iba dirigida al granjero.

—Sí, una lectura muy interesante.

—¿Y bien? —Estaba claro que no querían que me enterase de lo que estaban hablando. Odio cuando la gente te hace eso. Es como decir que eres un estorbo, pero que no quieren decírtelo a la cara. Lo mejor era quitarme de en medio.

—¿Puedo acercarme a los animales? —Mi pregunta les pilló desprevenidos. Rigel le dio una mirada al granjero, como esperando a que él respondiese a eso.

—Claro, pero no vayas sola. ¡Nüd!, ¿podrías enseñarle los animales a nuestra invitada? —No sé por qué lo hice, supongo que estaba cansándome de que me tomaran como si fuera una cosa rara. Vale, para ellos lo era, pero tenía que mostrarles que no era tan diferente a ellos. Como dijo Silas, todos éramos hijos del mismo árbol, ¿verdad?

—Me llamo Nydia. —El hombre pareció algo sorprendido, aunque enseguida sonrió.

—Yo soy Henrry. —Vaya, pues tampoco tenía un nombre tan raro. Seguro que de este no me olvidaba.

—Y yo soy Nüdenny, pero como ves, puedes llamarme Nüd. —Henrry puso los ojos en blanco. Vaya, eso también era un gesto universal. Nos parecíamos tanto... al menos socialmente al parecer.

—De acuerdo. No os acerquéis demasiado, recuerda que para ellos el suyo es un olor nuevo, tienen que acostumbrarse. —La que puso los ojos en blanco esta vez fue ella, parecía que estaba algo harta de que le recordaran lo que ya sabía.

—Tendré cuidado abuelo. ¿Vamos? —Asentí hacia ella mientras trataba de asimilar lo que tenía delante. Henrry dijo que íbamos a buscar a su bisnieta, y allí, salvo Rigel y yo, no veía a nadie más. Eso quería decir, que Nüd era esa bisnieta. Ahora bien, ¿por qué la bisnieta parecía más vieja que el bisabuelo? ¿No lo dije? Esa mujer, porque parecía una con sus pechos algo caídos, sus caderas anchas, y la larga trenza anudada a su espalda, debería rondar los 70 años. Su piel agrietada, sus dedos nudosos, sus pasos relajados...

—Eh.... —Me había quedado sin palabras, aunque a ella no le importó, me sonrió, aferró mi brazo como si fuese mi propia abuela, y empezó a caminar bien pegadita a mi costado mientras nos dirigía hacia el cercado con los animales.

—Wick ya nos ha hablado sobre tu desconocimiento sobre los beneficios de los bendecidos. —Wick, no tenía que olvidar que Rigel era un nombre que él no utilizaba mucho. No sé por qué, pero me hacía sentir de alguna manera privilegiada.

—Según parece ralentiza el envejecimiento. —Si me fiaba de las apariencias no había otra explicación. Henrry debía estar bendecido con una semilla, y ella no.

—Entre otras cosas. —¿Estaría ella más dispuesta a hablar que los dos hombres que dejamos atrás? Ojalá, porque tenía muchas preguntas en mi cabeza que necesitaban una respuesta.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora