Nydia
—¿Recuerdas que te dije que todos veníamos del mismo árbol? —El campo empezó a transfigurarse hasta convertirse en una especie de bóveda de roca, como una cueva enorme, pero que estaba muy bien iluminada por infinidad de agujeritos en el techo. Y debajo de ellos, un enorme árbol de cristal, o al menos era lo que a mí me parecía. Sus raíces penetraban en la tierra para sustentarse, aunque otras seguían camino hacia el enorme estanque de aguas cristalinas que descansaba muy cerca de él. Sus ramas se alzaban hacia la luz, buscando su sustento.
—Es... es precioso. —Mis pies siguieron a Silas, que empezó a recorrer la cueva con reverencia y familiaridad.
—Éste es el origen de todas las razas. Cada uno de nosotros, cada planeta bendecido con un hijo de este árbol, es el resultado de una semilla de él y del planeta en el que arraigó. Por eso todos somos iguales y diferentes al mismo tiempo, somos hijos del mismo árbol. —Mis dedos se acercaron hasta el tronco, para tocar aquel ser vivo tan peculiar y tan poderoso, pero en vez de sentir la dureza de su superficie, mi mano lo atravesó como si fuera una ilusión.
—Lo siento, no puedo brindarte esa experiencia.
—¿Por qué? —quise saber.
—Solo puedo mostrarte mis recuerdos, y yo nunca lo he tocado. —Me giré hacia él extrañada. Sus recuerdos eran muy detallados, parecían reales, tanto, que podía sentir el calor de aquel lugar sobre mi piel.
—¿Por qué no lo hiciste? —Sus ojos se abrieron exageradamente con miedo, como si acabase de pronunciar una blasfemia.
—No.... No está permitido. Un portador de otra semilla nunca puede tocarlo. Es... es...
—¿Es qué? —
—Es el único árbol puro que existe, lo único que nos queda de los antiguos. ¿Y si mi semilla lo contamina y se vuelve amarillo? Es demasiado valioso para perderlo.
—¿Ha pasado antes? Quiero decir, que un árbol haya cambiado de color porque lo haya tocado alguien de otro color. —Yo no le veía a él de color amarillo, pero si él decía que era su color, tendría que creerle. ¿Cuál sería el de la Tierra?
—Se cree que ha pasado, dos veces.
—¡Vaya! —Esto no era aburrido, iba de sorpresa en sorpresa.
—Existen dos planetas, los gemelos rojos los llaman o al menos así lo hacían antes. Son una rareza en sí mismos, pues se cree que formaban parte de una misma masa en su origen, que se dividió en dos partes, creando dos lunas casi idénticas. Ambos tienen un árbol de luz, y en ambos casos es rojo. Eso nos ayudó a comprender que las semillas interactúan con el planeta de una manera mucho más profunda de lo que parece.
—¿Por qué? —Vaya, ahora la que quería saber más era yo.
—Porque las especies que florecieron en cada uno de ellos son tan parecidas que podrían pasar por hermanas. Para que lo entiendas, tu procedes de lo que vulgarmente podríamos llamar mono, yo de la nutria, los habitantes de los gemelos rojos proceden de felinos y cánidos.
—Gatos y perros. —Simplifiqué. Silas sonrió mientras ladeaba la cabeza.
—Algo así. Es más, no te sorprenderá descubrir que entre nosotros solemos llamarnos así, aunque gato y perro suele ser la forma más despectiva, no es extraño que entre razas nos llamemos felinos, pájaros o reptiles. —Escuchar eso me recordó a aquella vieja serie de televisión en que salían unos alienígenas que eran lagartos, "V" se llamaba. Brrr.
—Vaya. —Mi cabeza se fue directa hacia Rigel. Él debía ser uno de esos felinos, estaba segura.
—Como decía, alguien infestado con la plaga negra debió tocar el árbol de luz roja, transformando su luz en negra. —El lugar en el que estábamos se transformó, mostrando otra cueva, una con un árbol totalmente negro, todo era más lúgubre, sin brillo, incluso las aguas del estanque del que se alimentaba el árbol eran oscuras. Sentí algo frío recorrer mi cuerpo, aunque realmente mis sentidos no percibían nada. Parecía que estaba viendo una foto, aunque mis ojos pudiesen percibir como la brisa movía las hojas de algunas plantas adheridas a las paredes de roca. Parecía una pequeña selva, con plantas tropicales, presidida por un árbol negro. Pero esas otras plantas parecían algo mustias, apagadas.
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Rigel - Estrella Errante 1
Science-FictionHay personas que sueñan con alzar la mano y tocar el cielo, yo no era una de ellas. Pero aquí estoy ahora, en medio de las estrellas. Siempre escuché eso de NO ESTAMOS SOLOS, pero nunca pensé que me encontraría con la prueba de que era verdad, aunqu...