Capítulo 25

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Rigel

Volver a casa siempre me llenaba de una extraña sensación. Por un lado, estaba feliz de volver a ver a mi madre, la biológica quiero decir, y por otro me producía tristeza, porque para ella era el recordatorio de que mis hermanos habían fallecido. Fue solo una pequeña franja de tiempo, apenas un par de horas, lo que marcó la diferencia entre llegar a ser bendecido, y el no poder serlo. Ellos no fueron bendecidos con la semilla de nuestro árbol, éste se volvió negro antes de ello. Su sabio se volvió negra, las semillas dejaron de flotar, y las aguas.... Se convirtieron en un pozo profundo y oscuro que daba miedo mirar. Los pequeños peces de colores que nadaban en sus aguas aparecieron flotando en la superficie. La muerte se convirtió en nuestra compañera desde aquel día. Bueno, al menos para los habitantes de Bores. El Bolmir ocurrió lo mismo, pero unos minutos más tarde.

Me acusaron de ser yo el causante de llevar la peste negra de un mundo al otro, a muchos no les sirvió el comprobar que todavía estaba en la cápsula de transporte cuando eso ocurrió en Bolmir, y que cuando llegué al planeta, mi semilla todavía brillaba con un intenso rojo. Rápidamente la gente fue cayendo víctima de la enfermedad negra. Ancianos y jóvenes, ninguno pudo escapar. Nadie en el planeta se libró del destino negro. Algunos, como Henrry nunca se contagiaron, más que nada porque no pisaron ninguno de los dos planetas.

Con el tiempo, los habitantes de ambos planetas estaban en el mismo saco, y se dieron cuenta, que su supervivencia dependía de su unión. Juntos vivirían, separados morirían lentamente y de una forma agónica. Compartir, ese fue el secreto. Bueno, y cuidar lo poco que nos quedaba.

El Fénix descendió hasta la plataforma de atraque con cuidado. No es que estuviese acostumbrada a soportar vehículos tan grandes, normalmente eran pequeñas lanzaderas de carga, pero resistió con entereza. Hacer las cosas bien, y con el "por si acaso" en mente, hacía que estuviésemos preparados para muchas cosas. La peste negra nos enseñó a no quedarnos justos en nada. Si las cosas fallaban, era mejor tener un margen de error amplio.

Creo que Rise y yo hicimos lo mismo nada más atravesar las compuertas del Fénix; inhalar profundamente. Como he dicho más de una vez, somos una raza para la que el olor es nuestro pilar de vida. Llegar a casa y no llenarnos del olor a ella era casi un sacrilegio. Me aparté a un lado para no estorbar, mientras cerraba los ojos y disfrutaba de todos aquellos aromas que saturaban el aire; tierra, hierba, la resina que exudaban los árboles del bosque cercano, los animales que pastaban apaciblemente, y allí, a lo lejos, las personas que trabajaban en los invernaderos cultivando los alimentos que abastecían a la población de la zona. Pero el que hizo que me estremeciera era el olor de la persona que se acercaba a la base de la plataforma con una serena sonrisa en el rostro: Gara, mi madre.

—Hace tiempo que no venías a visitarnos. —Estaba a punto de alcanzarla, cuando su rustro se alzó para inhalar profundamente. —Vaya, tu amiga huele muy bien. —Sus ojos miraban dulcemente detrás de mi espalda. No necesitaba girarme para saber que Nydia estaba allí. Podía oler un moco de temor en ella, curiosidad, pero sentir como sus dedos aferraban mi chaqueta me decía que luchaba por ser valiente. ¿Tendría miedo de que le ocurriese lo mismo que en la granja de Henrry?

—Madre, esta es Nydia. Y el caballero es Silas. —Sus ojos vieron más allá de sus ropas de buena calidad.

—Un bendecido muy osado. —Sus palabras hicieron que Silas recordara dónde estábamos. Sí, amarillo, este era uno de los planetas malditos. Me giré hacia él para hacerle una sugerencia.

—Puedes quedarte en la nave si te sientes más seguro. —Vi como apretó los puños y enderezó su cuerpo, estaba luchando contra su miedo.

—Los estudios de Nomi demuestran que no puede haber contagio si no ingiero alimentos que puedan estar contaminados. —En otras palabras; si traes tu agua y tu comida, te librarás del contagio. Tenía que reconocer que el tipo no perdía el tiempo. Una parada en la plataforma médica y se había puesto a estudiar. Todos los amarillos eran iguales; ponles datos nuevos delante y su sed de conocimiento hará el resto.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora