Capítulo 33

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Nydia

Cuando entré en la habitación y vi una cama, con su colchón y todo, casi me pongo a saltar de alegría. No porque dormir en el Fénix Negro fuese algo incómodo, a su manera no lo era más que hacerlo sobre una cómoda esterilla de yoga. Si no por la esperanza de que allí hubiese un baño, con su retrete incluido. ¿Saben lo complicado que es hacerlo en uno de esos chismes de una nave espacial? Aunque, si la alternativa era hacerlo en un pañal tendría que acostumbrarme.

Y si estáis pensando en ese retrete que enseñan en los documentales de la NASA, ya podéis ir olvidándolo. ¿Recordáis que el Fénix es una nave extraterrestre? Vale, los que la fabricaron y la usan son morfológicamente casi idénticos a nosotros los humanos de la Tierra, pero eso no quiere decir que pensemos de la misma manera, y mucho menos que fabriquemos los mismos utensilios, y si no piensen en los japoneses. Ellos han pasado de usar esos baños donde hay un par de marcas en el suelo donde poner tus pies, y un agujerito por el que se van los residuos, a un retrete que te limpia el ano con un chorrito de agua y aire caliente.

Si pensáis que hacer de vientre de cuclillas es cómodo, tenéis que intentarlo en un retrete espacial. Después de aquella comilona en casa de Gara, me llegó la hora de vaciar la tripa en el viaje a nuestro siguiente destino, así que tuve que utilizarlo. Cuando las ganas de vaciar las tripas le apremian a uno, la vergüenza desaparece, así que le pedí ayuda a la persona que creí que me ayudaría y al mismo tiempo me sentiría menos violenta; Nomi. Ella es médico y mujer, me daba menos vergüenza pedirle ese tipo de ayuda a ella que a Rigel. Una mujer me entenderá.

Bien, para explicar cómo funciona ese aparato pongámonos en situación. Imaginad una bicicleta estática, con su sillín, los pedales y el manillar. Vale, pues ahora poned los pedales fijos y a la misma altura, pero en el lugar donde tendría que ir la rueda de delante, algo así como la de esos triciclos que usan los niños pequeños. El manillar o el lugar donde te agarras, queda a la altura de los hombros, aunque lo suficientemente cerca como para tener los codos flexionados. Bien ¿ya estáis en posición?, pues ahora llega lo complicado; el sillín. Imaginad una rodaja de sandía de la que solo queda esa parte que no se come, ponedla en el palo en el que va el sillín, y subíos encima, haciendo que tu ano y tu uretra queden dentro de la sandía. Yo me sentí como esos malabaristas que usan un monociclo para ir de aquí para allí.

Vale, una vez con el aparato ese colocado, y que supuestamente se está usando sin nada de ropa que se interponga en la evacuación, llega el momento de soltar lastre. Pues el momento correcto de hacerlo, es cuando la sandía se pega a tu cuerpo con una ligera succión. Es ahí, cuando todo lo que sale, te lo chupan una especia de aspiradora para llevárselo a alguna parte. No tengo que explicar lo que ocurre cuando lo haces antes de tiempo y esas repugnancias se quedan pegadas a tu piel hasta el momento que eso empieza a funcionar, ¿verdad?

Lo que sí está bien, es ese chorrito que sale directo a las compuertas de evacuación para limpiarlas y secarlas, muy de japoneses. Después bajas los pies de los pedales, momento en que la succión se detiene, y procedes a bajarte de allí sin clavarte algo donde no debe, sin tropezar con la ropa que llevas colgando, y sin darte de bruces contra alguna pared. Y no, romperte la crisma con el lavabo no es posible porque, como las manos no tocan ninguna parte sucia, no hay que limpiarlas.

Bien, detallado el proceso, no tengo que explicar la desilusión que me llevé al ver el mismo artefacto en el baño del hotel o pensión en la que estábamos. La única diferencia, es que allí si había un lavabo, supongo que para el aseo personal.

Todavía no tenía una corona sobre la cabeza, pero sí una idea muy clara sobre lo que iba a pedir nada más me la pusieran; un retrete de asiento. Si los antiguos romanos lo tenían, ¿por qué yo no?

Rigel

Nada más llegar a la habitación, ya le había transferido a Rise el número. Como supuse, nos adjudicaron la habitación contigua a la de Silas, así que no tuve que pedir que nos acomodasen en una más cercana a nuestros amigos. Cuanto menos supiera la gente de nosotros y nuestra relación, mucho mejor.

Creo que Silas se sorprendió cuando se abrió la pared que comunicaba ambas habitaciones para crear una única estancia. Nosotros ya habíamos estado allí miles de veces, sabíamos que las estancias se ajustaban a las necesidades del cliente, y que si necesitaba una habitación doble, solo se accionaba un código desde la recepción y el cliente tenía lo que quería. Piratear el programa que controlaba esas cosas no era difícil, llevábamos mucho tiempo haciéndolo. ¿Dónde podríamos tener una reunión privada y clandestina sin llamar la atención mejor que allí?

Uno a uno cada integrante del grupo fue llegando hasta la habitación, así no se llamaría la atención. Mentalmente me preparé para mantener a raya mis instintos de protección sobre Nydia, pero iba a ser condenadamente difícil con tanto macho allí dentro. Poco a poco se fueron acomodando dentro de la habitación, ocupando todas las paredes como punto de apoyo. Rise entró el último, y se encargó de ponerle el seguro a la puerta y colocar el dispositivo de insonorización, nadie desde el exterior podría escucharnos.

—Bien, ya estamos todos—sentencié—. Lo primero de todo es deciros que esta misión la va pagar una persona representada por Silas Monk Aol. —Señalé con la mano hacia el aludido, aunque allí dentro, era el único al que no conocían, así que era evidente. —Pero llevarla a buen término traerá consecuencias muy beneficiosas para el pueblo rojo, así que espero una total y absoluta entrega de todos vosotros. —Aquellas palabras hicieron que casi todos estirasen sus espaldas, mucho más atentos de lo que ya estaban antes.

—Tienes todo mi interés. —Kendal, un enorme pantera moteada estrechó sus ojos hacia mí. Escuché el grifo del lavabo cerrarse en ese momento, sabía que Nydia pronto entraría en la habitación llevándose la atención de todos los presentes, así que me di prisa.

—Tenemos que llevar a un aspirante al trono azul hasta el kupai de Maät para que sea bendecido. —Para mí aquella frase era un buen resumen, y causó lo que esperaba entre los recién llegados; sorpresa, confusión, y sobre todo una nerviosa expectación. Todos sabían lo que aquello significaba; peligro, porque si era nuestra misión, es que no se iba a hacer por el camino fácil. Y lo más importante; esperanza, porque conseguir aquello podría conseguir las simpatías de ese rey azul, o en nuestro caso, reina.

—Arriesgaré mi culo porque tú me lo pides, no por un estirado de...—Todos lo notamos, no solo Kabel. El momento exacto en que Nydia entró en la habitación inundándola con su aroma. Y no, no es lo mismo un residuo que no sabes si es de alguien que ha usado antes esa habitación, o un ambientador usado después de la limpieza, que saber que la persona que acaba de entrar es la que ha golpeado tus fosas nasales con ese embriagador y subyugante olor. ¿Parche para contrarrestar su olor? Puede que esa parte que te hacía saltar sobre ella para querer marcarla como de tu propiedad, pero ese olor al hogar seguía estando en ella. Los ojos de Kabel la buscaron en cuanto la percibió, pero eso no me puso nervioso, a fin de cuentas, era otra hembra. Pero su hermano Kendal era otra cosa. Aquella sonrisa depredadora tenía que detenerla.

—Esta es Nydia, de la Tierra. Y si todo va según lo planeado, será la nueva reina azul. —La acerqué hacia mí, con la excusa de llevar su mano marcada hasta Silas para que mostrase su sello dorado.

En toda la habitación se instaló un unánime silencio, pero el que más me preocupaba era el del ángel. A Kabel no le gustaban demasiados los estirados de clase noble, creo que a ninguno de nosotros, pero ángel era el que más me preocupaba. No solo por su pasado, sino porque esperaba que Nydia estuviese a salvo en sus manos. Necesitaba confiar en él hasta ese punto. Su mirada me decía que cumpliría con su parte en esta misión, pero lo haría por mí, no por ella y su rango.

Rigel - Estrella Errante 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora