Chapter 34

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Aspiró todo el aire que sus pulmones le permitieron, aunque, ¿Respirar? Recibió miles de miradas extrañadas cuando comenzó a reír a grandes carcajadas. Se sentía bien, no el tener la atención, sino estar en el mundo normal, el débil.

Caminaba por las calles, las miradas de las muchachas sobre él y la furia de los hombres también puestas en él, toda clase de atención iba a para él. Bebés que comenzaban a llorar con solo mirarles de reojo, animales que se asustaban y comenzaban a ladrarle, niños que corrían a esconderse detrás de su madre con tal de no tener que verle. Se sentía poderoso.

Si mal no recordaba, claro que no lo hacía, la chica estaba en un concierto en el centro de la ciudad, no sería difícil dar con ella. Se había puesto ella misma en su red, solo quedaba acabar con su vida.

– ¿Cacería previa? –se preguntó a sí mismo, negando cuando pasó por el lado de unos niños. aunque después de pensarlo un poco, buscar un alma para que le sirviera abajo no estaba mal.

Y el destino parecía estar de su lado cuando escuchó las bocinas de la policía, un hombre vestido de negó y sangrando por heridas en sus brazos pasó corriendo por su lado, no hizo falta decir algo más cuando el hombre chocó contra su hombro. Se lo llevaría, después de todo el pecado de la avaricia estaba condenado también.

Chasqueó sus dedos, la gente gritando de horror cuando vieron el cuerpo desvanecerse en el suelo cuando su cabeza explotó, muchos corriendo y provocando un gran desorden en las calles. Él continuó su camino, su presa esperaba y no tendría a aquel mocoso molestándole en sus planes.

Las puertas donde estaba la muchacha cantando estaban custodiadas por guardias, mismos a quienes dejó en trance para poder entrar sin problema, subió al escenario sin importarle una mierda lo que le gritaban ni la mirada extrañada de la muchacha, quien le miraba con una ceja alzada y molesta.

–¿Quién es usted y qué hace aquí? Es un escenario, no puede subir sin permiso –dijo la muchacha, riéndose en su cara después. Tharey de verdad estaba Mosqueda con la actitud de aquel sujeto.

–Querida, por las buenas o por las malas.

Tharey retrocedió por instinto, recordando las palabras de Jisung; "No confíes en nadie si no estoy yo cerca", aquella noche en que había llegado magullado, él le pidió que tuviera mucho cuidado, que si no estaba él presente que no se acercara a nadie ni se dejara tocar por nadie que no conociera, por lo que amplió más su guardia, privada y externa. Tocó su anillo, buscando protección.

–¿Qué dice, señor? –soltó molesta, cruzándose de brazos, pero aun manteniendo su distancia– Estoy en un concierto, podemos bajar si así gusta para hablar tranquilamente –ofreció, yendo a las escalerillas a un costado del escenario con una distancia considerable de aquel sujeto– Si quiere un autógrafo, una foto, un álbum, podemos hablarlo, pero no haga este tipo de teatros, por favor.

Pero el hombre rió aún más fuerte, tomándola del antebrazo y enterrando las garras que sus dedos habían dejado ver, en su piel. El chillido que lanzó la menor hizo al personal acercarse molestos, los guardias listos para defender a la cantante. La menor no dudo en renegar con su cabeza, gritándoles que se quedaran dónde estaban, seguros y alejados de aquel monstruo. Pero no hicieron caso.

Tharey gritó con horror cuando todos los cuerpos del personal se retorcieron, rompiendo sus huesos y cayendo al suelo, rodando y sangrando. Los huesos cruzando sus pieles y la sangre bañando el escenario y el suelo de este mismo.

Escuchó el grito de su público, como todos de apresuraban a correr lejos, tratando de salvarse de lo que estaba pasando, atropellándose entre ellos, algunos siendo pisoteados, perdiendo la vida en el proceso. Esto era lo peor que la cantante podía presenciar, cualquiera, la verdad.

Retrocedió con sus manos, arrastrándose en el suelo con pánico inundando sus ojos, el miedo acabando con sus pensamientos. Y su cuerpo comenzó a temblar erráticamente cuando el cuerpo ajeno, el del hombre, se acercaba despacio a ella.

–¿¡Que mierda eres tú!? –gritó, el hombre continuaba riendo.

–Querida, soy el diablo.

Y el cuerpo entero de la muchacha se petrificó, el momento exacto en que el hombre cambiaba a una forma grotesca, con su piel quemada, olor a putrefacción y mucho, mucho miedo inundándole con solo ver los ojos negros de ese hombre.

Sabía que esto iba a acabar mal, que no iba a salir ilesa cuando la mano del hombre se alzó en el aire, juntando sus dedos índice y pulgar, listos para ser chasqueados. Y cuando pensó que todo había acabado, un cuerpo maltratado, magullado y regado en el líquido negro, apareció en medio de ambos, dejando caerse en el pecho de la muchacha.

–¡Jisung! –gritó cuando el muchacho comenzó a toser, el líquido putrefacto haciendo su función, mareando a la muchacha y obligándola a tapar su nariz.

–Joder –bufó– ¿No había acabado ya contigo? Eres realmente tedioso –rodando los ojos se acercó a él, tomándole de la mandíbula y moviendo bruscamente su cuello– ¿Qué pretendes que haces? ¿Sigues jugando a ser el jodido superhéroe? –soltó la mandíbula del muchacho, riendo mientras se alejaba. El dolor que comenzaba a aumentar en el cuerpo del chico era menor a la rabia que sentía ahora– Ya déjalo, fracasaste, es mi turno de jugar.

La mano quemada de aquella cosa se acercó a la muchacha, listo para poder comenzar con su trabajo. Llevarse el alma de aquella muchacha, y es que no era solo un juego, en entre los tres mundos y los nueve infiernos, había un desequilibro. Se suponía que cuando Jisung había sido enviado para matarla, ella debería haber muerto, así dictaba su destino; pero Jisung le dio el regalo de seguir viviendo, condenando a todos a un desequilibrio del que, si no se arreglaba, muchas cosas cambiarían.

La brecha entre el mundo muerto, semi muerto, y vivo estaría completamente perdida, y aquello no solo traerá problemas, ¿Cómo se controla la furia de quién domina los tres reinos?





A dos cartas |Park JisungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora