Chapter 2

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Se encuentra con una canasta en su antebrazo, cubriendo con su mano su boca cuando esta se abre, liberando un bostezo. En mitad del pasillo todos la ven como una más del montón, con sus ropas negras y un cubrebocas del mismo color, nadie sospechando que entre ellos estaba Tharey, la cantante de la época. Estaba cansada, anoche durmió, claro que lo hizo, pero no descansó como era debido.

Llegó al trabajo y nada fue como quiso, por lo que pasó la noche anterior estuvo desconcentrada toda mañana, y eso el jefe lo notó. Estaba ida, no había una pizca de emoción en sus ánimos para cuando estuvieron hablando del nuevo álbum, mucho menos estaba en condiciones de trabajar cuando se durmió en el camerino para cuando debían tomar fotografías para el refugio de animales, tampoco estaba en las mejores fachas, con sus ojos gastados, grandes bolsas bajo sus ojos y con sus labios rotos.

Pelearon, no fue una buena charla y todo termino con más trabajo para la menor.

Ahora, pasada las seis de la tarde, estaba en el supermercado con su mascarilla y sus gafas cubriendo su rostro, tenía que evitar a toda costa que la descubrieran. Aunque a ella no le molestara atender a sus fans, no quería hacer un alboroto. Y repetir lo que sucedió en la feria del mes pasado, no gracias.

Su canasta estaba casi llena, frutas y algunas otras cosas estaban en ella. Solo le quedaba comprar unas cosas para su hogar y podría irse.

Fue a la sección correspondiente buscando lo que quería, una vez lo tuvo, fue a la zona de fríos. Pasó por un gran espejo y se disgustó cuando vio su horrible imagen, estaba fatal. Su cabello desordenado, sus ropas mal puestas y si no fuera por las gafas, las ojeras serian bastante notables.

¿Qué hará cuando llegue a casa? ¿Cómo evadirá esa cosa que está con ella? Quería hacer eso que el ¿Sujeto? Le dijo la noche anterior, pero le daba miedo.

Pestañó antes de acercarse más al espejo y arreglar, por último, sus cabellos. Algo le hizo que su piel se volviera más blanca de lo normal, el mismo chico de la noche anterior ahora estaba en su espalda, sonriendo con sorna y con una mano sobre su hombro. Gritó y retrocedió dos pasos de inmediato, haciendo que algunas personas que están cerca voltearan a verla, la canasta cayó dejando todo en el piso, unas cuantas latas se rompieron y la vergüenza fue mayor. El chico desapareció.

Con vergüenza recogió lo que aún estaba sano, lo demás lo limpiará la gente que se dedica a eso. Una anciana se acercó, era la que limpiará todo su desastre, la chica se inclinó en su dirección, avergonzada.

Una vez estuvo todo arreglado, fue a la zona de comidas frías, tomó su capuchino frío y lo llevo en la mano que tenía libre. Fue a la caja y pagó por todo, terminando con ello, fue a su auto. Dejó las bolsas detrás de su asiento y se sacó las gafas y la mascarilla.

Suspiró y dejó caer su cara sobre el manubrio del vehículo, lo chocó unas cinco veces antes de que una bocina la interrumpiera.

–¡Estoy estacionada, maldito hijo de puta! –gritó, aun sabiendo que no la escuchaban.

Tomó las llaves y puso en marcha el vehículo, todo tranquilo. La música sonaba y ella continuaba con su vista al frente.

–¿Pensaste sobre lo que te dije? –de nuevo el chico.

Por el susto, una mala maniobra puso en riesgo su vida, dobló mal una curva quedando de cara con una pared. Por suerte no chocó.

Asustada levantó lentamente la vista, miró rápidamente atrás y no estaba el causante de todo esto ¿Por qué a ella? Siempre vivió una vida tranquila, fuera de todo esto, ¿Por qué ahora? Y ni siquiera hizo nada aún.

Condujo nuevamente a su casa, ahora con algo de miedo.

Una vez dentro de su departamento, lanzó lejos sus tacones, las bolsas de papel las dejó sobre la barra de la cocina y solo con su capuchino se fue a su cama.

Tomó las cosas de su maletín, los nuevos proyectos que debía arreglar, los contratos que firmar y demás, todo eso lo dejo en su escritorio junto a su pluma azul.

Comenzó a hacer todo mientras bebía de su capuchino, en estos momentos era lo único que le hacía sonreír. Lo amargo de esa bebida combinada con lo suave de la crema provocaban dulces caricias en su garganta, ganándole en esa batalla que buscaba callar dentro de ella. La pelea de su cabeza y ambición para ver si hacían lo que el muchacho dijo.

"Podemos empezar a cambiar tu vida" sonaba tan tentador decir que sí.

Las cosas volvieron a ser turbias, la pelota volvía a pasar de habitación en habitación ¿Por qué debía ser un niño cuando el que hace unos momentos casi la mata era un adulto?

Omitió todo rastro de preocupación hacia esa distracción y continúo con lo suyo. Lo intentó, realmente lo intentó, pero las voces en sus oídos susurrando que debía hacer eso, que su vida mejoraría si lo hacía le estaban poniendo más nerviosa.

Agotada de todo lo que oía, se puso de pie y se armó de valor.

Que valga mierda todo, ella quiere que todo vuelva a ser como antes, necesita ese dinero y necesita ser reconocida.

Tomo las velas que están en su cocina, los fósforos y fue al baño. Prendió ambas velas y se puso frente al espejo, hace unas horas el "ente" había dejado las palabras que debía decir sobre el lavabo.

Suspiró y con un leve miedo en su voz, pronunció las palabras.

Todo era silencio, solo el sonido de la respiración débil de la chica era presente.

De pronto, una mano blanca salió del espejo, de este una luz morada. Ella ahogó un grito, la mano tomó su muñeca y con la otra mano hizo un pequeño corte en esta, un líquido negro comenzó a emanar, luego del primer corte vino otro y otro, finalmente formando una figura rara en su muñeca.

Luego de eso, una carcajada de terror se escuchó. La habitación ahora solo estaba en silencio, la chica en el piso con un líquido negro espeso saliendo de su mano.

(...)

A la mañana siguiente, por cosas inexplicables, la chica estaba en su cama con su pijama y despertaba como si nada hubiera sucedido. Alegre de eso, sonrió satisfecha.

Bostezó y se estiró en su lugar. Un buen sábado comenzaba. Con pesadez levantó lentamente su muñeca, como temía, la marca estaba ahí.

–Mierda...

Fue lo único antes de darse cuenta que había cambiado su vida por completo, y ella misma lo hizo.

A dos cartas |Park JisungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora