Sus pasos eran apresurados, con sus pies descalzos por la helada hierba, mojada y suave. Extrañamente era suave y no tenía peligro de daño. Su risa más melódica escapó de sus labios cuando saltó, dejando de tocar el hierbajo, alzando sus brazos y sintiendo como el tibio viento recorrió su cuerpo, bajo aquel corto vestido blanco. Su cabello suelto, disfrutando la caricia que el viento daba, el vestido meneándose y su cuerpo disfrutando de la dulce sensación de libertad. Libre, al fin.
Sus ojos se cerraron cuando vio el hermoso celeste del cielo, tan perfecto, sin ninguna nota de blanco. Su cuerpo aterrizó nuevamente en el piso, delicadamente para que sus pies nuevamente retomaran camino a su zona, corriendo a gran velocidad.
Sus ojos dieron con la figura más bella que jamás había visto. Un bello hombre, de cabellos tan brillantes, sonrisa tan tímida y ojos casi cerrándose, vestido con una camisa blanca holgada que se metía entre su jean negro. Tan malditamente perfecto. Vivo.
– ¡Jisung! –su voz fue aguda, casi como un chillido, característico de ella cuando estaba sumamente feliz.
El nombrado dejó de lado la canasta en el mantel blanco con cuadros negros para verle a ella, sonriendo como solo él sabía. Abrió sus brazos, recibiendo gustoso el calor de la chica que saltó sobre él, apresando con amor su cuello.
–¡He visto cosas maravillosas! –habló con entusiasmo.
–Me imagino, esta zona es virgen aún –explicó, escuchando los sonidos de animales a su alrededor.
– ¿Virgen?
–No tocada por la mano del hombre, amor.
La menor asintió, robando un fugaz beso de los labios de su amado, sonriendo cuando Jisung se impulsó para atrapar su labio en un beso más. Ella dejó que un simple suspiro abandonara sus labios cuando su amado tomó su labio inferior en un pequeño mordisco, chupando después. Las manos, ahora cálidas, se aventuraron en su cintura, acariciando con delicadeza.
– ¡Mamá! –Y la hermosa voz de su pequeña salió de entre los árboles, con sus manos alzadas para dar con sus padres. Un lindo perro negro corría con ella.
YungSo llegó donde ellos, siendo alzada por Jisung, riendo escandalosamente cuando el chico la bajó para besar las mejillas de su hija. "Nuestra". Aquella palabra sonaba tan malditamente bien.
– ¡Papá! ¡Papá, Markie vio una ardilla y no la dejó tranquila! Creí que la había matado. –comentó la menor, acabando para llevar sus manos a su propia cadera, haciendo el puchero más tierno ante los ojos de Jisung.
–Está en su naturaleza. –no entendió por qué aquella frase dolió y caló tan fríamente dentro de ella.
Sintió cierta sensación de miedo cuando aquello volvió a repetirse en su cabeza.
–Pueden ir a recoger fruta fresca, con tu mamá estaremos acá ¿Bien, bebé?
–Sí, papi.
Y viendo como su hija se alejaba de vuelta al bosque, tomó la mano de su amado para sentarse en el frio suelo, cruzando sus piernas como su fuera una sirena sobre una roca, abriendo la canasta y sacando la comida junto a Jisung, quien se había sentado frente a ella con sus piernas abiertas tan varonilmente.
–A veces siento... Que quizá, el que hayas aceptado la propuesta, nos cambió la vida –comentó con una sonrisa mientras dejaba el frasco de mermelada de mora sobre el mantel.
–Creo que el ser humano me está gustando, aun así, extraño a mis amigos.
–Y lamento que renunciaras a ellos por nosotros, lo sabes.
–Lo sé.
Y con aquello, terminaron de sacar las cosas de la canasta, ordenando todo sobre el mantel, siendo un hermoso picnic bajo la sombra de un gran roble. La comida estaba servida y habían comenzado a comer en silencio, disfrutando de igual modo el abrazador viento del bosque.
La menor miró de reojo a Jisung, sonrojándose al verle estirado en el césped con sus brazos siendo su único soporte, con sus ojos cerrados y dejando que el viento le desordenara el cabello.
No lo pensó demasiado para poder sentarse sobre el regazo de su novio, sorprendiéndolo cuando el peso extra estuvo sobre él, abriendo sus ojos y cerrándolos con una sonrisa.
–Te amo. ¿Me amas? –aquello salió de sus labios tan automáticamente que sus mejillas sintieron ardor. Más todo cambió de repente.
El verde césped ahora era ceniza, los verdes árboles eran ahora árboles secos y con troncos grises. Su vestido ahora estaba manchado con sangre y una persona que no parecía ser Jisung estaba bajo ella.
¿Qué estaba pasando?
–No te amo –Y aquello salió tan malditamente frio que las lágrimas rápidamente se acumularon en sus ojos– Solo fue un comodín para entrar al reino de los vivos, siendo libre de usar todo.
–Jisung, esto no es gracioso.
–Lo es cuando acabas de matar a YungSo.
– ¿Qué?
Sus ojos ahora vagaron por todo el lugar, encontrando sus manos con sangre, empuñando con su mano derecha una cuchilla, a su lado, unos pasos más lejos, estaba el cuerpo pequeño de YungSo, tirado y pálido sobre las cenizas.
–YungSo... –su vista volvió a caer sobre su mano, lanzando su cuchillo lejos de su alcance.
–Me encanta esto, verte sufrir... –aquella voz no era la de Jisung.
–Jisung, esto ya dejó de ser gracioso, vuelve y trae a YungSo de vuelta ¡Deja de jugar con mi mente! –sus manos ahora estaban temblando, cayendo en sus rodillas cuando Jisung comenzó a reír de manera nada común, era parecido a la risa maniática de un loco.
–Oh, querida –y a paso lento pero seguro, se acercó a ella, bajando a su altura– Entiende que nada de esto es falso –y poniendo una mano en su mentón, la obligó a verle– Todo es tan real como tú misma lo ves, YungSo solo fue un error más. Así como lo fue nuestro matrimonio, así como lo fue nuestra unión. –Aquello había dolido como el maldito infierno. Y era ahí donde estaba al parecer.
– ¡Mientes! Tu eres humano, tu estas vivo por mí, lo juraste ¡Lo dijiste!
–En que idioma debo explicarte que nunca, por nada del mundo, dejaría mi amado lado demoniaco ¿No entiendes? ¡Soy jodidamente poderoso! Si me enredé entre tus piernas fue un comodín, para tener más poder. Eres igual de estúpida que la otra, ninguna supo cuidarse de mí y ahora están pagando las consecuencias. Está en mi naturaleza, no soy ni seré jamás, alguien bueno. Soy el mal, la destrucción, el maldito caballero de la muerte, bebé –y girando su cabeza, se deshizo del agarre en su mandíbula– Si caíste por mí, es tu maldito problema. Aunque, te puedo dejar en paz.
– ¿C-cómo?
– ¿Quieres saber? –y la sonrisa que le dedicó fue horrible– Bien. Buenas noches, preciosa. –y enterrando sus afilados dedos, su garganta soltó sangre– ¡Eres mía! ¡Hago lo que se me dé la maldita gana!
Su cuerpo tembló, despertando de golpe y sintiendo su cabeza doler, su estómago sintiendo el dolor del sueño y su garganta ardiendo. Era horrible.
Sus ojos vagaron hasta el otro extremo de la habitación, dando con un hermoso chico que miraba pensativo por el gran ventanal. La vista recayó en ella.
– ¿Todo bien?
"Está en su naturaleza..."
Y quizá, solo quizá. Era buena idea comenzar a tener distancias.
No se iba a arriesgar. Lo que está escrito, es lo que se ha de vivir. Él será eternamente él, no cambiará. Es malo, no es humano.
–Si.
Pero lo que ella no supo entender, es que Jisung fácilmente leyó sus pensamientos, pudo ver el sueño y se sentía horrible al ver cómo la mente de su menor jugaba de ese modo con ella.
Ella le tenía miedo, yél se sentía un monstruo con ello
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A dos cartas |Park Jisung
FanfictionCuando pronto se ve arrinconada, con manos tratando de quitar la corona que tanto le costó conseguir, sus medidas deben ser igual o más desesperadas que la situación. Porque nada está yendo como a ella le gustaría, y probar un poco del otro lado no...