Chapter 33

314 37 4
                                    

En su forma espectral, jugando con el viento, miraba atónito como la muchacha se sentía viva en cuanto sus pies pisaban el escenario, cantando con, irónicamente, su alma. Sus ojos cerrados y su pulso sonando tan exquisitamente que Jisung se arrepentía día tras día el haber sellado aquel pacto.

Pero no entiende, le pasó una vez y lastimó a dos personas hermosas de su vida, y ahora lo volvía a hacer. Aunque antes había decidido por él, ahora decidía por la muchacha.

Arrebatarle cada una de sus esperanzas de vida a través de un simple trago del veneno amargo que el mismísimo diablo ofrecía, jugar con su vida, con su alma, bailar con esta entre llamas ardientes del infierno había sido su principal cometido al llegar a ella, mas ahora le parecía la cosa más horrible de hacerle. Era solo mirarla para saber que ella no se merecía aquello.

Sus ojos, su cuerpo, el cántico que inspiraba no solo a uno, sino a muchas personas. Había gente de muchas partes gritando su nombre, cantando con ella. Y sintió una punzada, aquella que delataba la culpa que estaba sintiendo ahora, una que le confirmaba que los latidos habían vuelto y que no era de piedra como siempre pensó, no era solo un espectro sin sentimientos. Ahora sabe lo patético que se ha de sentir el humano con cada emoción nueva.

La emoción que más odiaba era la culpa, aquella que te daba la sensación de vomitar, espasmos cada vez que alguien se acercaba a descubrir lo que tú has hecho, aquella que no te deja dormir, la que mantiene tus alertas día y noche encendidas. Aquella que no le ha dejado solo un maldito segundo.

Pasó por el lado de Tharey, acariciando sus mechones y provocando que, mientras cantara, una sonrisa apareciera entre sus labios, animando a su público a cantar más fuerte con ella. Alzando sus manos y moviéndose al son de la música, las bailarinas y bailarines le seguían el ritmo.

Cerró sus ojos, abriéndolos cuando sintió el abrazador calor del infierno, pasando de largo por todas aquellas almas que aún estaban en su infierno. Los nueve infiernos, las nueve condenas. Él debería estar en la más horrible en estos momentos, y de hecho lo estaba, pero no para pagar por sus acciones, él era quien hacía pagar por lo que las almas que llegaban ahí hacían.

Pasó sus manos por su cuello, caminado con estas aún en su cuello, yendo donde estaba el líder de toda esa zona. Sus alas cortando las cabezas de los que estaban ahí, riendo sin gracia cuando uno de ellos grito de horror al verle. Un monstruo, lo sabía.

Las puertas de la destruida estructura frente a él fueron abiertas, entrando con su cabeza gacha y sintiendo como la herida que el mismo diablo le había hecho comenzaba a quemarle, dentro y fuera. Aún así, continuó caminando.

Sintió el caliente líquido quemarle la espalda, mojando sus ropas en el proceso, separó su mano de la zona para comprobar lo que temía; estaba desangrándose.

El olor a putrefacción que emanaba su sangre le obligó a tapar su nariz, tocando la puerta con la mano libre, está abriéndose por sí sola. Y se han de preguntar, ¿Qué hace donde el hombre que le hizo daño? Pues el mismo diablo, de nuevo, pedía verle.

Llevaba sus alertas encendidas, sabía que de ahí saldría al menos una hora después que el líder y rey del infierno, lo tenía consiente, pero entró de todos modos. Si tenía que pagar por cómo han afectado sus decisiones a sus acciones, lo haría.

Al entrar, la lengua fría y húmeda del rey del mal se enterró con rudeza en su herida, succionando fuertemente de esta, sentía su cabeza dar vueltas y la sangre ser sacada con fuerza, perdió su postura y decayó rápido a sus rodillas.

–Eres débil –dijo, limpiando sus comisuras– Débil a esa perra que está cantando, ¿Sabes lo que sucede con los débiles?

–Señor –jadeó– Señor, estoy por lo-lograrlo –un quejido se escuchó resonar en toda la sala, más el golpe en el vientre se repitió– H-hablo enserio.

–¡Pregunté qué pasa con los débiles! –el hombre sacó un látigo que colgaba de su muralla, haciéndolo sonar y arrasando con Jisung, tomándolo con la cuerda ardiente en hierro caliente– Eres débil –lo alzó en el aire, golpeándolo en el techo y dejándolo caer al suelo– Te acepté el mes, ¿Y qué haces?

–S-señor...

–¡Te acostaste con ella! –ahora su cuerpo había sido lanzado contra la muralla, sentía como partes de su cuerpo iban perdiendo sensibilidad– ¡Te dije, bastardo! –de nuevo fue golpeado con las paredes, techo y suelo– Te doy un mes y no lo aprovechas, ¡Te acostaste con ella cuando sabes que eso es contra nuestra ley! –gritó, ajustando más el agarre en su cuerpo– Mereces el peor de los dolores, ¡El peor de los castigos!

Y Jisung, con sus pocas fuerzas, pudo cruzar miradas con el diablo, viendo el mismo infierno en estos. La lengua filosa y húmeda recorrió los labios del mismo, mirando con diversión el cuerpo lastimado del joven– Y creo que sé cuál es.

Con un chasquido, Jisung volvió a la forma humana. El grito desgarrador que lanzó inundó de manera placentera los oídos del rey del infierno, quien rió a carcajadas. Caminó lento, acercándose y mirando con asco el cuerpo que se retorcía de dolor en el piso, sonriendo después y solo dejando caer con fuerza su pie en el pecho, deleitándose aún más con el grito, escuchando el romper de sus huesos, putrefacción saliendo de su boca.

–Más, grita más para mí –acercó el cuerpo del chico a su escritorio, tomando sin cuidado el brazo del joven, haciéndolo gritar.

Los ojos de Jisung se inundaron en miedo y pánico cuando vieron el cuchillo en sus manos, más cuando el frio tacto llegó a sus manos, uno de sus dedos separándose de los otros. Gritó hasta que su garganta dolió cuando el cuchillo atravesó de manera tortuosa su piel, cortando su dedo y continuando hasta dejar pedazos pequeños de su dedo. Los tomó, metiéndolos de sopetón en su boca, el muchacho de verdad sentía asco en esos momentos, y el miedo se quedaba corto a lo que sentía en esos momentos.

–Ahora, como tú no pudiste hacer un buen trabajo –habló mientras limpiaba sus manos con su misma camisa– lo haré yo, y me importa una mierda si la traigo viva o muerta. –Jisung miró con horror el cuerpo desaparecer por la puerta– ¿No es lindo hacerse amigo de los humanos, Jisung?

Y cerró, dejándolo ahí, con su cuerpo completamente roto, con su dedo cortado y agonizando. 








|. . .|

Dos capítulos más.

Lamento mucho mi ausencia al publicar este libro, sinceramente me cuesta mucho poder buscar cómo hacer que todo encaje bien, las ideas y todo siempre es un completo desafío juntarlas. Pero ya tengo todo mas o menos listo, y solo quedarán dos capítulos para terminar, como ya tenía previsto antes.

Muchas gracias a quienes aún siguen leyéndome, y espero no desilusionarlas con cómo va la historia.

–Luke.

A dos cartas |Park JisungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora