Chapter 16

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Especial 1/2

Corre el año mil seiscientos setenta y nueve, todos estaban festejando el gran solsticio de invierno en la casi inexistente Seúl. Un pequeño pueblo donde había un gran pino de color anaranjado plantado en la plaza, un pueblo pequeño en el que todos se conocían.

Hoy, como cada veintisiete de agosto estaban todos alrededor del árbol, con algunas canastas hechas de mimbre y flores hechas con hojas secas de colores cálidos y fríos. Todas las mujeres usaban un vestido color blanco y algún color beige. Los hombres vestían con sus ropas del mismo color. Era tradición y, según los más antiguos del pueblo, traía suerte.

Pero había un joven, uno que todos conocían como "Pollito" que corría de lugar en lugar junto a su novia. Todos les sonreían pues eran amados por todos. No era secreto para nadie que ellos eran pareja y que estaban destinados, es decir, desde muy chiquitos que habían estado unidos y para la gente del pueblo, era lo más tierno.

Jisung estaba de la mano de HoMin corriendo en dirección a dónde su madre y suegra, ambas estaban frente al gran árbol arrodilladas y dando sus flores. Como siempre, las mujeres se encargaban de decorar la falda del árbol con flores hechas con las hojas que el otoño entregó, dejándolas con cuidado en la hierba muerta con deseos para la familia o propios.

Jisung se detuvo y besó a su novia antes de soltar su mano y dejar que ella pusiera sus propias flores en el lugar. Solo observando lo linda que se veía con esas ropas, mismas que su madre le regaló cuando ellos cumplieron dos meses de novios.

Al cabo de quince minutos en que todas las mujeres dejaron sus cosas ahí, los hombres procedieron a bailar con palo en mano alrededor del árbol. Jisung estaba orgulloso de finalmente poder hacerlo, habiendo ensayado su coreografía en solitario en secreto.

Las mujeres cantaban en armonía y los hombres coreaban la canción. Todo estaba siendo bastante animado. Los aplausos, coros que los niños más pequeños hacían, los fuertes golpes que los pies de los hombres hacía acompañaba de fondo la canción.

Todos estaban bailando después de la ceremonia de inauguración, algunos comían y otros hacían entretenimiento a sus pequeños amigos.

Había algunas personas que alimentaban a los animales que se acercaron por el ruido. Mismos que visitaban con constancia el pueblo debido a la tranquilidad, y cuando había bulla, ellos llegaban con más motivos debido a la comida.

Jisung estaba sentado en un tronco junto a HoMin, quien estaba dándole de comer a un pequeño ciervo. Jisung solo apreciaba embobado a la chica, viéndole de perfil mientras jugaba con una rama y la tierra.

–¿Ho? –llamó Jisung, estaba viendo a una joven pareja al notar que su novia volvía a verle de reojo de vez en cuando. Y vaya que se sintió extraño al verse a él y a HoMin como los dos chicos que se besaban en el pequeño comedor que la gente había hecho.

–¿Dime? –preguntó con inocencia, viendo a los ojos a su nuevo amigo, quién comía su comida mientras la miraba.

–Si te propongo casarte conmigo... ¿Lo harías? –preguntó, bajando su vista al dibujo que estaba en el suelo. Algo dentro de él le hizo alzar su cabeza, y vio lo que él esperaba hacer cuando tuviera edad.

El hombre estaba arrodillado y con una corona de hojas rojas en sus manos, colgaban pequeñas bolitas de oro que había conseguido con arduo trabajo. La chica estaba llorando de la emoción mientras que su novio le ponía la corona.

La gente les aplaudía.

–¿Qué dices? –la chica le prestó atención, su completa atención, después de escuchar un casarte conmigo. Su corazón había comenzado a latir tan fuerte que juraba que el ciervo podía escucharlo.

–Digo, si yo alguna vez y propongo matrimonio ¿Crees que seriamos igual a como somos ahora? –preguntó mientras veía sus dedos.

–Amor –la chica, enternecida por la actitud de su novio, le hizo verle a la cara– Obvio que seriamos igual a como somos hoy en día –besó tiernamente sus labios– No hay nada que nos separe, bebé –sonrió– Nadie ni nada.

Jisung sonrió y la abrazó, conmovido por tales palabras. La chica correspondió escondiendo su cara en la curvatura del cuello de Jisung, el aroma que tenía siempre le gustó, era como si estuviera con un bosque fresco todos los días, era... Especial, y le gustaba.

–No sabes lo feliz que me haces... –y besó a su novia con el mismo amor que le tiene desde que tienen trece años.



Cinco años después





Hoy cumplían ocho años de novios, además que el cumpleaños de HoMin estaba cerca de la fecha y eso era aún más especial.

Jisung ya tenía la edad que creía correcta para lo que quería hacer, tenía los veinte años cumplidos y su novia tendrá sus dieciocho en solos tres días.

Ahora mismo estaba en su casa, con su madre cocinando un estofado de champiñones en la pequeña cocina que tenían.

No había visto a HoMin desde hace una semana, él la había estado evitando pues estaba trabajando en su manera de pedirle matrimonio.

Había trabajado duro para el líder del pueblo, para poder conseguir unas pequeñas bolas de oro, y una de plata. Había logrado también recoger unas hermosas flores de la época y una que otra hoja que había guardado de la época pasada. El otoño y las

Hoy le pediría que fuera suya, oficialmente.

Agregó los últimos toques a la corona de flores que había hecho con ayuda de su madre, no podía faltar el toque femenino que necesitaba. Además, era una tradición en su cultura que su madre le ayudara al novio para hacer la corona de compromiso, la madre de la novia se encargaba de arreglar parte de la boda junto a la madre del novio.

Jisung miró con una sonrisa su obra maestra, estaba seguro que a HoMin le encantaría esa corona. Flores de Alelí blancas destacaban junto a algunas de color rosa, violeta por pequeñas partes, y hojas de otoño amarillas y naranjas por alguna que otra parte.

Dejó la corona sobre la mesa a espaldas de su madre, quién había estado cocinando todo el tiempo mientras él trabajaba. Obvio le ayudó en algunas cosas.

Jisung salió de la cocina para ir a su pequeña habitación a cambiarse de ropa, ponerse la ropa que él consideraba formal para ir a ver a su novia y futura mujer.

Miró su cara e hizo una mueca al darse cuenta que estaba complemente sucio.

Dejó las ropas sobre la cama y saco un pequeño bolso de mimbre que su madre había hecho, metió su ropa ahí y salió de la casa avisando a su madre que iría a bañarse.

Vivían en una época en donde no había grandes lujos, y su pueblo estaba apartado de todo lo que cualquiera consideraría gran sociedad. Seúl era un pequeño pueblo donde todos eran pobres y vivían de lo que la madre Tierra les daba, tanto del mar como de lo que acostumbran a comer.

Para bañarse debían ir a la cascada que estaba a una media hora para poder darse un baño.

Claro, cada uno llevaba sus cosas.

Jisung llegó ahí y se bañó con calma, tomando su tiempo en limpiar su cuerpo, sentándose detrás de la cascada para pasar la navaja que uno de los amigos de su madre le había dado, cortando así el vello que aparecía en su cara. Al acabar, se vistió y salió corriendo a su casa para buscar su corona.

Su madre le esperaba con un estofado de champiñones listo y una rica taza de café, aquella que su madre preparaba con una brasa del fuego y azúcar. Era delicioso, el favorito para el paladar de Jisung.

No dejó a su mamá con la espera y se sentó a comer con ella la comida que tanto había estado cocinando.

Al cabo de una hora, ya estaba de camino a la casa de su amada. Estaba tan nervioso. Se había alisado con sus manos su ropa unas cinco veces en el trayecto.

Y solo esperaba que todo saliera bien.













A dos cartas |Park JisungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora