CAPITULO 10

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Una gran cúpula dorada brillaba en el cielo y rodeaba todo lo que los ojos de Oniria lograban ver más allá pues una isla llena de de árboles extraños altos y planos, casas y puentes colgantes y extraños seres que revoleteaban por toda la isla no le dejaban ver la extenisión de esta.

Cuando la apertura de la cúpula se cerró tras ellos provocó un fuerte ruido que hizo chirriar los dientes de Oniria, a lo que se le unió un leve cosquilleo que le recorrió todo el cuerpo, como si la cúpula provocará algo en ella, después aquel tono dorado del cielo desapareció, como si nunca hubiera estado allí pero Oniria podía sentir que seguía ahí aunque ahora fuera invisible.

Una vez repuesta de lo que acababa de ver busco con la mirada ansiosa a Anuk pues tenía muchas preguntas nuevamente.
- Bienvenida a casa - Le dijo entonces Anuk apoyando una mano en el hombro de la chica, sorprendiendola por detrás.
Esta la miró aún impresionada por aquello.
- Anuk...- comenzó a preguntar.
- Es nuestra defensa, es una cúpula mágica que nos protege del exterior, desde fuera no parece más que una isla pequeña y peligrosa a la que es imposible entrar pero al cruzar la cúpula puedes ver que esconde en realidad, así nadie nos ve pero nosotros si vemos a los demás.
- Pero...eso...es imposible.
Oniria estaba en shock, el espejismo de una isla que no existía, una cúpula mágica... Era mucho para alguien que había vivido la mayor parte de su vida en un pueblo de tonos marrones y grises.
- ¿Que es imposible?, ¿La magia? - le preguntó entonces Anuk con aquella mirada socarrona. Era, obviamente, una pregunta retorica pues ambos sabían que la respuesta era afirmativa después de aquel espectáculo y aún así Oniria no acababa de creerse que acababa de ver.
- Si aún necesitas más pruebas, tan solo espera a llegar a la isla y esa duda tuya desaparecerá para siempre - Oniria miró a Anuk interrogativa después de aquellas palabras, al parecer una cúpula dorada gigante e invisible no era lo único que iba a ver por primera vez aquel día.

Al llegar al puerto todo le parecía extraño e irreal, jamás había visto un puerto así ni árboles así ni...nada así.
Para llegar al puerto el barco debía internarse en la isla que, Oniria pronto comprendió, era enorme. Los ríos,
que atravesaban la isla eran lo suficientemente grandes para que un barco entrara por ellos y al parecer también hondos, lo suficientemente hondos como para encondrer cosas en ellos pues al asomarse Oniria pudo divisar algunas criaturas que no le parecían del todo peces, tan solo intuyó formas, algunas más humanas y otras más animales pero quedó igual de desconcertada, además, aquel agua poseía un brillo extraño como si la magia la recorriera desde el fondo hasta la superficie, lo que Oniria comenzó a comprender, era lo más probable. Pero no solo el agua las dejó sin aire, también aquella ciudad flotante que había sobre ellos y la vida que poseía aquella isla.

Cómo ya había visto desde lejos, todo estaba repleto de árboles de gruesos troncos que subían y subían hasta llegar a una copa plana por lo que a los rayos de sol les era más complicado traspasar aquellas miles de hojas pero no importaba pues colgados de aquellos troncos había miles de casas, unas encima de otras, que parecían estar construidas a partir del árbol, las cuales tenían cientos de farolillos colgados en sus entradas y en el interior de estas dándole al paisaje un tono aún más mágico, para subir a ellas Oniria descubrió dos formas, algunas, las que estaban más bajas, tenían escaleras colgantes o escaleras de caracol pegadas o talladas en el tronco de los árboles pero las que estaban más altas poseían una especie de elevadores que iban con sistemas de poleas y que se balanceaban un poco al subir y bajar pero que eran capaces de llevar a unas cuantas personas en ellos, además, Algunos árboles estaban tan cerca unos de otros que no necesitaban puentes colgantes como los que Oniria llevaba viendo un rato sino que se usaban sus propias ramas para cruzar de unos a otros, simplemente les habían incrustado barandillas para no caer con facilidad.

Fue entonces, tras ver aquellas mágicas casas, aquellos ríos de aguas brillantes y aquellos árboles verdes y frondosos cuando Oniria comprendió que todo lo que había leído en aquel libro suyo podía ser muy cierto y algo en su corazón explotó de emoción y alegría y este comenzó a latir con rapidez como si hubiera vuelto a nacer, justo entonces, aquellas motas de colores que no paraban de brillar y revolotear por toda la isla, las cuales, Oniria había pensado al principio que se trataban de motas de polvo, se acercaron en masa a ella, Oniria no comprendió nada al principio hasta que estás estuvieron lo suficientemente cerca como para poder verles las cara, Oniria no podía creerlo, eran hadas, pequeñas, adorables y con un par de alas hermosas también de miles de colores e igual de brillantes que el resto de sus diminutos cuerpos, estas comenzaron a girar alrrededor de ella con tal rapidez que su pelo negro comenzó a moverse también hacia todos lados por el viento provocado de todas ellas, al principio no supo que hacer pero aquel torbellino de magia pronto comenzó a parecerle tan agradable y cálido que decidió cerrar los ojos y disfrutar, cuando los volvió a abrir las hadas volaban sobre su cabeza, ya muy alto, por lo que, de nuevo, parecían solo motas de polvo brillantes, se quedó unos segundos allí plantada sin comprender porqué había pasado aquello pero sintiéndose tremendamente bien hasta que sintió que alguien la llamaba, una pequeña hada frente a ella, estaba de pie en la borda y decía su nombre.
- Oniria, Oniria - su nombre en boca de aquella hada le recordaba tanto a sus hermanos pequeños cuando la llamaban que no dudó un segundo en acercarse a ella.
- ¿Cómo sabes mi nombre? - preguntó una vez cerca de ella.
- Las hadas lo sabemos todo, te conocemos desde el día que naciste, no hay secretos para nosotras - acto seguido hizo una reverencia y se marchó volando con sus compañeras dejando una estela de magia tras ella.
Cuando las hadas estuvieron tan lejos como para apenas distinguir su brillo Oniria pareció despertar del sueño y al mirar a su alrrededor descubrió que la tripulación al completo se había quedado boquiabierta ante tal escena, incluso aquellos que habían podido verlo todo desde la orilla del río o desde las casas más cercanas tenían los ojos abiertos y murmuraban cosas inaudibles para la chica, está comenzó a sonrojarse ante tantas miradas hasta que Anuk se acercó.
- Impresionante chica
- Yo no he hecho nada - pareció disculparse esta.
- Nono, pero hacia mucho tiempo que no veía a las hadas comportarse así.
- ¿Pero que se supone que ha pasado? - una parte de Oniria aún seguía reviviendo aquella calidez que la magia de las hadas le había provocado pero no podía negar que las hadas le habían prestado una atención que, al parecer, no le prestaban a todo el mundo.
- Digamos, que te han hecho una especie de bendición, cuando lleguemos te lo explicaré con más detalle, ahora...hay que desembarcar.
Efectivamente ya habían llegado al puerto que estaba, curiosamente, en el interior de la isla, Anuk huyó con la excusa de que tenía trabajo que hacer pero no sé escaparía tan fácil de las preguntas de la chica.
Oniria bajó por la rampa del barco para observar todo mientras esperaba a que Anuk la llevara a donde fuera que tuviera que llevarla.
El puerto en realidad era un embarcadero de piedra el cual tenía seis huecos a cada lado para más barcos, su suelo estaba adornado con losas de piedra, las cuales todas juntas dibujaban en el suelo el mismo dibujo del amuleto de Anuk y pese a que a Oniria le seguía pareciendo algo horripilante no pudo negar que era una obra fantástica, incluso le apenó que muchos pisarán aquel suelo como si nada.
A su alrrededor todo el mundo iba de un lado para otro, la mayoría sacaban del barco todos los tesoros que habían conseguido pero otros arreglaban cualquier desperfecto del Lupus Ignis o ponían a punto cualquiera de los otros dos barcos que había también en el embarcadero, estos eran bastante más pequeños y no daban ni un mínimo de miedo en comparación con el Lupus Ignis y su gran boca, otros llevaban cuerdas y poleas, tal vez para arreglar algún elevador, en general, todo el mundo trabajaba en algo y sobre todo, todo el mundo era pirata.
No podía creer que estuviera rodeada de piratas, aún no era del todo consciente, en su pueblo los piratas siempre habían sido descritos como horribles, sucios y desorganizados, sin embargo, allí veía todo lo contrario, encontraba una organización digna de alabanza en todo aquello y su gente era limpia y algunos incluso se sonreían, era cierto que la mayoría de ellos era obviamente piratas pero era debido a sus andares elegantes y sus miradas altas y, a veces, orgullosas, en resumen, si todo lo que su madre le había contado fuera cierto ella ya estaría más que muerta y en el fondo del río y sin embargo, muchos pasaban a su lado como cualquier otro, otros la miraban más de reojo, probablemente por el espectáculo que acababa de dar con las hadas, pero nadie puso un dedo sobre ella ni nadie fue descortés fue como si...fuera una más.

OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora