CAPITULO 23

18 3 0
                                    

Los pasos de Oniria eran lentos pero decididos y tan solo el retumbar de estos junto al goteo del agua que corría por las paredes acompañaba al grupo por el laberinto de túneles que cada vez parecía más oscuro, nadie dijo nada pero todos habían notado como Oniria hacía tiempo que no pestañeaba y más bien parecía ser tirada por algo que andar hacia un objetivo, a su lado estaba el capitán el cual no paraba de hacerse mil preguntas sobre la chica, ¿por qué se había levantado de esa forma?, ¿estaría así por lo ocurrido la noche anterior?, ¿se arrepentía?, ¿volvería a hablar con ella? Y la peor de todas las preguntas ¿saldría de aquel trance en algún momento? Pues llevaba más tiempo así del que le gustaría, tan solo hablaba en pocas ocasiones para indicar el camino, pese a que ella iba la primera, más bien parecía hablar consigo misma o una voz saliera de ella para indicarle al cuerpo hacia donde debía caminar, el caso era que a Kerem no le gustaba nada aquella situación que se le hacía espantosamente incomoda ya que su preocupación iba en aumento conforme bajaban, la humedad del lugar, la oscuridad y los murmullos de su tripulación respecto al estado de Oniria tampoco eran de gran ayuda pero como capitán debía mantener la tranquilidad, posar como la figura seria e importante que había creado, en otras circunstancias Oniria se habría burlado de el en voz baja para que solo ella escuchara pero en aquel momento solo recibió un pulcro silencio por parte de la chica, un silencio que comenzaba a odiar.

Anduvieron durante un tiempo más, tal vez una hora, era difícil de saber estando tan a oscuras hasta que comenzaron a ver algo más que piedra, de repente las paredes lisas comenzaron a cambiar por piedra cincelada y de un momento a otro entraron a una caverna enorme donde hallaron columnas que sujetaban el altísimo techo de la caverna y justo al final la fachada de un templo, este era viejo y estaba algo derruido pero seguía allí con la mayor parte del mismo intacta, el techo era abovedado, solo unos tonos más claros que la piedra que rodeaba el edificio, al igual que el resto del edificio, luego unas escaleras subían hasta la entrada la cual estaba compuesta por tres columnas a cada lado que estaban adornadas por la base y la parte más alta de semirelieves de distintas criaturas místicas y humanos, luego la fachada, unos pasos más atrás, era sencilla y lisa, solo una cornisa a la altura de sus cabezas adornaba aquella parte, esta vez con distintos dragones que parecían sujetar la parte de arriba de la cornisa, el sitio era, a su manera, hermoso, era increíble que algo tan inmenso estuviera bajo tierra y tan bien cuidado, sin embargo, Oniria si quiera lo miró, en otra ocasión habría intentado frenar al grupo entero solo para disfrutar de todo aquello pero aquella vez solo siguió adelante como si allí no hubiera más que rocas, a muchos les habría encantado ver el interior del templo, sin embargo Oniria giró a la izquierda, hacia otra cueva que había justo al lado del templo, por lo que los más curiosos y aquellos que pensaban que podrían sacarle partido a cualquier riqueza que hubiera en su interior tuvieron que olvidarse de ello, después solo tuvieron que atravesar unos cuantos más de túneles que llevaban a cavernas vacías o piscinas subterráneas para llegar al que debía ser su destino pues a la entrada Oniria paró en seco, todos esperaron a que ocurriera algo hasta que Oniria levantó ambos brazos y creó fuego el cual lanzó hacia dos especies de antorchas que adornaban la pared con forma de dragón, al encender ambas estas hicieron que se encendieran más y más antorchas hasta que la caverna entera estuvo bien iluminada por miles de dragones de piedra con la boca abierta, donde se encontraba el fuego, nadie dijo nada, tampoco nadie se atrevía, entonces Oniria comenzó a bajar las escaleras que había frente a ellos las cuales llevaban a una especie de altar lleno de todo tipo de adornos florales tallados en la piedra, era un altar impresionante y tan realista que casi creías oler las flores de piedra que lo formaban, en su centro una figura humana vestida con una túnica llena de adornos que hacían referencia al mar, la cual estaba rodeada de seres extraños alargados, con largos bigotes, parecidos a los dragones pero mucho menos intimidantes, alargaba una mano.

OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora