CAPITULO 13

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De pequeña, una tarde en el mercado del pueblo, Oniria se había empeñado en conseguir cierto peluche de un puesto de, sobre todo, juguetes y su padre con tal de no escucharla había decidido comprárselo ajeno a lo que aquel muñeco causaría al llegar a casa.

Su madre nada más verlo exigió que lo tiraran y por mucho que Oniria peleó, aquel peluche no duró ni medio día en casa, más tarde descubriría que a su madre no le molestaba que el peluche fuera una adorable oveja de color azul cielo, lo que realmente había incomodado a la mujer eran el par de cuernos que sobresalían de la frente del animal de algodón pues si había algo que su madre realmente temía, después de que sus hijos se fueran del mundo antes que ella, era al demonio, le aterraba, pero más le aterraba que el mismo demonio le hiciera cualquier cosa a sus hijos, por ello, al ver aquella oveja con cuernos, cuando en más de una ocasión al demonio se le había retratado, a lo largo de la historia, también como a una cabra, no le hizo gracia alguna y no fue hasta que Oniria fue consciente de aquel miedo de su madre que olvidó su enfado por el peluche, tal vez por aquello mismo, al ver a aquella mujer asomarse por su puerta en plena noche y con dos cuernos sobresaliendo de su cabeza, Oniria se echó instintivamente, atrás, lo primero que pensó fue en el demonio, gran parte culpa de su madre pero desde luego, toda la mujer en sí le causaba cierto temor a Oniria fuera el diablo o no.

-Os esperaba- Habló entonces la extraña mujer con una voz de lo más profunda y misteriosa, entonces se echó a un lado y con el brazo los invitó a entrar, incluso se inclinó cuando Kerem pasó a su lado a modo de reverencia.

Una vez dentro Oniria tuvo a la vista todo tipo de cosas y no dudó en fijarse en absolutamente todo aunque sin quitarle un ojo de encima a la mujer de cuernos retorcidos. La habitación estaba realmente iluminada por un tono anaranjado que procedía de botellas colgadas por todas partes que poseían miles de luciérnagas en su interior, estas iluminaban todo tipo de cosas que Oniria no sabía para que se podían usar pero absolutamente todo tenía un aire misterioso que atraía con fuerza a Oniria, había miles de cosas, estanterías llenas de botes con ojos, , líquidos de mil colores, brillantes que se movían solos, también había armas colgadas a un lado de la pared y una estantería repleta de libros bastante usados, una pequeña chimenea en la que había un cazo calentando algo que olía realmente bien, miles de plantas de todos los tipos colgadas por todas partes, pequeños tesoros brillantes, miles de velas y mil cosas más que Oniria habría sido incapaz de identificar aunque hubo una cosa que llamó realmente su atención, justo en la mesa en la que la mujer se había apoyado había una caja repleta de pequeños botecitos llenos de distintos líquidos, muchos parecían tener sangre aunque otros eran azules como el mar y se movían, Oniria incluso llegó a vislumbrar algunas figuras humanas en los líquidos azules pero cuando la mujer habló tuvo que apartar la vista de todo.

-Siento no haberos preparado nada para daros una buena bienvenida pero tampoco recuerdo haber invitado a nadie- soltó entonces con tono amenazante.

-Créeme, no venimos por simple gusto, necesitamos tu magia- contestó Kerem con el mismo tono amenazante.

-¿Acaso vuestras hadas no pueden ayudaros?, ah, cierto, se niegan a contaros nada, por algo será, ¿no cree capitán?- Aquella mujer lo decía todo con un tono amenazante y burlón que sin saber cómo, incomodaba de cierta manera a Oniria, era extraña y sus ojos parecían saber tu más profundo secreto con solo una mirada y Oniria comprendió porque Kerem no había querido llevarla a aquel lugar.

-Las hadas ya han hablado lo suficiente Kyria por eso necesitamos que tu completes el resto.

-lo dudo mucho pero veré que puedo hacer- soltó con desgana, sin duda su plan para aquel día no era ayudar a dos piratas y una chica a encontrar respuestas.

OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora