CAPITULO 4

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Ni ella misma lo creía pero ahí estaba, preparando un pequeño equipaje en una bolsa de trapo. Metió solo algunos pantalones, camisas y un abrigo de pelo y algo de comida, casi sin quererlo se encontró con un dibujo hermoso que había hecho su hermana pequeña de toda la familia después de enterarse de que Oniria no era de su misma sangre y lo guardó también en la bolsa, por último metió el libro de leyendas, no podía dejarlo alli. Corrió escaleras abajo y cuando su mano se posó en el pomo de la puerta se giro para echarle un último vistazo a su casa encontrándose con el baúl donde estaba aquella perla, no dudó en correr hacia él y coger aquella única cosa que le habían dejado sus padres, está seguía empapada.

Era de noche, por lo tanto todos dormían, así que Oniria pensó que sería el mejor momento para huir, no había pensado en dejar nada pero se trataba de la familia que la había aceptado aquella noche tras una horrible tormenta y la había cuidado como a otra hija más y no podía irse sin más, dejó una carta donde explicaba que no se iba por ellos sino porque aquello la estaba ahogando cada vez más, aquel pueblo estaba empezando a hacerse muy pequeño, luego firmó y salió y cuando ya iba por la mitad del valle se dió cuenta de que lloraba, grandes lágrimas rodaban por sus mejillas dejando pequeños ríos a su paso, de repente escuchó una voz.

-Asegurame que te vas por este estúpido pueblo y no por nosotros - era Tanner y al igual que ella lloraba.
Oniria se quedó helada, de todos sus hermanos sabía que al que más quería era a Tanner y verlo ahí preguntándose si su hermana se iba por su culpa le rompía el corazón, ella corrió a él y le abrazo con fuerza.
-Jamas me iría por ti Tanner, eres el mejor hermano que se pueda tener, te lo aseguro.

No quiso decir nada más, sentía que decir algo más era absurdo, las cosas estaban hechas, ella se iría y lo dejaría allí, era mejor quedarse ahí callados abrazados y llorando, aprovechando hasta el último segundo. Cuando porfin consiguieron separarse los ojos de ambos estaban hinchados.
-¿Como piensas salir de aquí? -preguntó su hermano
Por supuesto Oniria lo había planeado todo bastante bien, había visto un barco mercader parar en el puerto hacía dos días, parecía que hubiera llegado justo pa ella, para llevarla lejos, sabía que con un poco de dinero conseguiría un hueco en el barco, por eso había cogido todo su dinero y algo de sus padres también, al fin y al cabo, eran casi ricos, dudaba que se dieran cuenta si quiera, así le explicó todo el plan a su hermano. Este asintió y luego miro al cielo, estaba amaneciendo, ¿Cuanto tiempo llevaban allí?.
-No llegarás andando, espera -Tanner se dió la vuelta dirigiéndose a casa y Oniria temió por un momento que la delataría, pero su temor desapareció, cuando escucho el relincho de un caballo y supo que su hermano iba a ayudarla a llegar antes al puerto, montó cuando aún el caballo aún no había parado del todo, luego este tras un corto relincho corrió cuesta abajo, tardaron segundos en llegar al puerto, luego todo fue muy rápido, los mercaderes estaban a punto de marcharse pero Oniria consiguió convencerlos para que la dejaran unirse a ellos, aquello le costó algo más del dinero que había pensado pero no se quejó, por fin se iba. Antes de subir, volvió a girarse, tenía la sensación de que sería la última vez que vería aquel pueblo y por un momento sintió la necesidad de quedarse allí pero cuando volvió a mirar al barco supo que no podía, el mar la llamaba, solo se giró una vez más para abrazar con fuerza a su hermano, luego subió y no volvió a mirar atrás hasta que zarparon, tras un rato dejando que el viento le revolotease el pelo y le secara sus ultimas lágrimas
Un rato después, cuando apenas se veían ya los tejados del pueblo, le enseñaron donde dormiría y le dejaron descansar un rato pues todos aquellos mercaderes se dieron cuenta de que había tenido una noche realmente ajetreada.

Era de noche pero una luz extraña lo iluminaba todo, una especia de tonos verdes y morados se reflejaban en el mar que estaba extrañamente en calma, las olas habían desaparecido, y parecía más un lago que el mar, lo más extraño era que Oniria estaba sobre mar, no se hundía sino que podía estar de pie como si de suelo se tratara, de pronto el agua empezó a temblar y entonces algo estalló y una gran columna de agua se disparó hacia el cielo y hasta que toda el agua no volvió a caer Oniria no descubrió que había provocado aquello. Primero unas alas escamosas azules y brillantes salieron del agua, seguidas de un cuerpo igual de escamoso, luego salieron dos cuernos completamente negros y después un hocico que al respirar no paraba de echar humo, frente a ella se alzaba un enorme dragón que la miraba juicioso, Oniria retrocedía cada vez más para alejarse de aquella bestia pero cada paso que ella daba hacia atrás lo daba el dragón hacia ella, tras un rato de estúpida huida el dragón agachó su cabeza con fuerza para estar a la misma altura que Oniria, esta al ver sus ojos se quedó completamente de piedra, sus ojos eran como dos esmeraldas que no paraban de brillar, casi podían funcionar como velas de lo que iluminaban.
-¿Quién eres? -Preguntó de repente con una grave voz el dragón sobresaltando a Oníria.
-¿Qu...que? -Oniria no esperaba que aquella bestia pudiera si quiera hablar pero, al parecer, se equivocaba.
-¿Quién eres? -Preguntó de nuevo el dragón.
Oniria pensaba contestarle con su nombre pero entonces escuchó una tercera voz, sonaba muy lejana, ambos, ella y el dragón, miraron al cielo pero solo había estrellas. Pronto la voz empezó cada vez a ser más nítida.
-Vuelve -Dijo entonces el dragón y Oniria abrió los ojos encontrándose en la cama que le habían asignado en el barco al que se había subido para huir.
Un hombre la zarandeaba.

OniriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora