El viento soplaba con gran fuerza provocando un enfebrecído mar de grandes olas que chocaban contra aquel enorme acantilado que sostenía un pequeño pueblo. Pese al ruido, ninguno de los hogares se alarmó lo más mínimo pues estaban acostumbrados a las monstruosas tormentas, usadas a menudo en cuentos para asustar a los niños del pueblo y que así no se acercasen demasiado al mar.
Sin embargo, aquella tormenta tenía algo de especial, lo sabía el perro de la casa más grande y ostentosa que se encontraba más cercana al precipicio, que aquella noche no ladraba, sino que se había escondido bajo la mesa del salón de la casa con el rabo entre las piernas, lo sabían los pájaros del bosque cercano a la casa que no desprendían ningún solo sonido y lo sabían los grillos que aunque el calor fuera asfixiante aquel verano, se negaban a cantar aquella noche, era un silencio tenso en el que solo se escuchaban las olas, hasta que entonces, algo rompió todo aquello, el perro ladraba ansioso, los pájaros piában con nerviosismo y los grillos casi gritaban, entonces un gran rayo cayó junto a uno de los primeros árboles de la linde del bosque, demasiado cerca de la casa, también una ola más grande de lo normal chocó contra el acantilado casi pasando por encima de él pero después todo volvió a silenciarse, dejando solo el llanto de un bebé completamente empapado, una mano acarició su cara en la oscuridad antes de desaparecer en ella.
El llanto despertó a la mujer de la casa, una señora de unos 30 años, bajó corriendo a la calle, casi tropezando con el nervioso perro, cuando abrió la puerta su corazón dió un vuelco, una niña de menos de un año lloraba sin parar, estaba empapada y pronto enfermaría si no la secaban y le ponían ropa seca, la mujer la cogió sin pensárselo, ya tenía dos hijos mas, también pequeños pero no le importaba tener que criar a otra niña, cuando la cogió entre sus brazos la niña se calmó y abrió los ojos mostrando unos ojos verdes brillantes, a la mujer le pareció ver un brillo sobrenatural pasar por sus ojos pero tan rápido apareció como desapareció, jamás habló de ello con nadie pensando que estaba muy cansada.
Se dio cuenta, al arropar mejor a la niña, de que en la manta en la que la habían metido había algo más, era una perla perfecta en la que había algo escrito:
"Oniria"
La mujer pensó que pese haberla abandonado, sus padres habían querido pensar un nombre para ella así que obedeció el deseo de aquellos padres anónimos y la llamó Oniria pese a todo, luego entró en casa, resguardándola de la monstruosa tormenta
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Oniria
FantasyAbandonada Perdida Encontrada Así empieza, continúa y termina esta historia.