9: Si tan sólo

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El agradable sonido de los jilgueros cantando fue lo que le despertó, en su cama estaba acostumbrado a rodar por ella, pero esta vez, cuando intentó hacerlo, chocó contra un cuerpo caliente. Sorprendido abrió los ojos, pero se tranquilizó en cuanto vio que se trataba de JaeHyun, apoyado en sus codos se quedó observando al chico dormir sereno y no pudo reprimir las ganas de tocar con un dedo uno de sus hoyuelos.

Recordó el día de ayer, uno bastante movido. Su estómago se revolvió al revivir aquella sensación de traición que tuvo cuando su padre le reconoció que no compartían los genes y le habían estado ocultando algo tan importante como eso durante toda su vida. También recordó que después de un par de horas llorando en los brazos de su compañero de clase, este le guio hasta esta cabaña que resultó ser la de aquel alfa misterioso. Ahora todo cobraba sentido.

Allí hicieron una fogata en el exterior para calentarse las manos, no se hicieron nada de comer porque a los dos se les había ido el apetito. Después se metieron dentro y a Doyoung le encantó ese olor a madera vieja y hogar.

¿Vienes mucho por aquí?.

Prácticamente, todos los días. Estoy reconstruyéndola para que cuando llegue el invierno sea una especie de guarida– dijo el alfa rodeando con un brazo los hombros del omega

Pero, ¿no sería mejor pasar el invierno en casa de tu tía?.

Me siento tan en paz y conectado con la naturaleza que, si pudiera, me vendría a vivir aquí de forma definitiva.

Doyoung paseó por el lugar, asomándose por las ventanas y fijándose en cada detalle. El alfa agarró por la mano al omega y le hizo una guía por la pequeña cabaña que apenas consistía en un gran salón, una habitación pequeña y un baño también pequeño.

Al llegar al pueblo fui a investigar por la montaña y me encontré con esta adorable casita, parecía llevar muchos años abandonada y según mi tía su dueño fue un cazador que falleció hace unas dos décadas y ninguno de sus hijos quiso heredarla. El otro día hablé con el alcalde sobre si podía quedármela y me dijo que en cuanto fuera mayor de edad la comprase, pero no podía esperar para reformarla y a nadie parece importarle que la use así que de momento es como si ya fuese mía– contó orgulloso el alfa

Doyoung sonrió recordando su sonrisa de niño ilusionado y sintió las estalactitas de su corazón derretirse poco a poco.

Su dedo viajó hasta sus labios, los cuales acarició con delicadeza y las ganas de juntar sus bocas le hizo darse cuenta de que estaba cayendo, cuesta abajo y sin frenos.

 ¿Cómo he podido caer tan fácilmente?. Se preguntó.

Lo mandó todo al carajo cuando lentamente fue acercando sus labios a los del alfa, su idea era la de un corto toque de comisuras sin que él se enterara. Pero, justo antes de retirarse, fue empujado con fuerza por una mano en su nuca contra los labios ajenos que se movían con ansia.

Doyoung no se asustó, sin embargo, correspondió el beso con la misma sed, con las manos apoyadas a los lados del chico y su espalda siendo acariciada por esas grandes manos que le causaban escalofríos por lo frías que estaban siempre. Él encima y el alfa debajo recorriendo cada parte de su torso con las congeladas yemas de sus dedos, este no tardó en darle la vuelta para cambiar posiciones y ser él quien manejaba la situación.

El omega estaba experimentando por primera vez ese calor infernal que se extiende por todo tu cuerpo cuando sientes que vas a ser devorado de la forma más placentera posible. Juró estar apunto de cometer una locura hasta que JaeHyun se separó un poco de él, ambos intentando llenar sus pulmones y mirándose de una manera lastimosa. Lastimosa para el alfa que quería adorar el cuerpo completo del chico debajo suyo de cualquier manera posible e incluso de formas desconocidas y no podía hacerlo, y lastimosa para el omega que no sabía qué debería hacer, qué era lo correcto, cómo debería sentirse.

Traidores | JaeDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora