33: Perdiendo la cordura

31 2 0
                                    

— Vamos cariño, llevas todo el día sin comer ni dormir. Debes cuidarte si quieres ir a salvar a los chicos.

El señor Kim trataba de convencer a su querida esposa de acabarse su cena e ir a dormir, en lugar de quedarse otra noche más mirando fijamente por la ventana esperando que Doyoung volviera.

Pero lo más seguro es que no fuera a hacerlo.

El hedor de la sangre que pronto sería derramada llegaba a sus fosas nasales, podía hasta saborearla.

¿Cómo habían llegado a este punto?.

Era una de las frases que más se repetían una y otra vez en su cabeza. Esa junto a otras como: ¿Porqué mi hijo?, ¿Porqué no me hizo caso cuando le advertí que ni la señorita Kang ni ese estúpido alfa eran de fiar?, ¿Cómo vamos a salir de esta?...

Debí de haber muerto el día del gran incendio yo también junto a papá.

— Jae-Suk tiene razón Soo-Ra, debemos estar en perfectas condiciones si queremos ayudar en algo– aseguró Jung-Soo–

— Nunca seríais capaces de adentraros en un campo de concentración de lobos sangre sucia y salir con vida, no vosotros solos.

— ¿Y qué sugiere entonces? Señora Kim– cuestionó el alfa Kim Jong-Woon con lágrimas en los ojos– No pienso quedarme de brazos cruzados mientras le hacen cualquier fechoría a mi hijo.

— Y lo entiendo perfectamente, pequeño Woon, pero la prudencia es clave en situaciones como esta. Sé que dudareis de mis palabras, pero pienso que lo mejor es esperar.

Inmediatamente resonó por todo el salón el sonido abrupto y certero que hizo el cuchillo al clavarse profundo en la buena madera de la mesa de comedor. Soo-Ra estaba al borde de perder toda cordura.

— ¿Esperar?. ¡Madre la vida de esos tres chiquillos inocentes corre peligro y el mejor plan que se te ocurre es esperar! ¿Esperar a qué? ¿A que me traigan su cabeza en una caja? ¿Quieres que esperemos a eso?.

Su respiración se volvía entrecortada con cada grito, las lágrimas se desbordaban de sus ojos hasta casi ahogarla, con la poca fuerza que la quedaba se levantó y se dirigió hasta donde su madre yacía de pie para mirarla fijamente con sus ojos carentes de ningún brillo o estabilidad.

— Existe otra manera, pero te puedo asegurar que esa te va a gustar menos.

Soo-Ra sabía a cual se refería.

— Antes de pedirle un favor a ese alfa, me tiro desde lo alto de la montaña– sentenció con voz quebrada y expresión demente–

— Es su padre– recordó la anciana severamente, sin mostrar un atisbo de miedo o intranquilidad de ver a su hija con la cabeza ida–

— ¡¿Su padre?!, ¡Ese es su padre!– aseguró señalando con el dedo a Jae-Suk, quien se mantenía a apartado de madre e hija, esperando que acabasen pronto su discusión– ¡Ese desgraciado nunca me lo arrebatará! ¡Nunca!.

— Al contrario, será él quien te le devuelva sano y salvo, pero para ello tienes que avisarle y contarle todo.

— No– respondió tajante para luego marcharse e ir escaleras arriba seguida por su esposo–

Los demás que quedaban en el salón reunidos se miraron unos a otros, decepcionados por no haber solucionado nada en la reunión que organizaron.

— Señora Kim, estoy de acuerdo con usted, debemos andarnos con cuidado, un paso en falso y matarán a nuestros hijos sin miramientos– opinó Park Min-Hee–

Los demás compartían su manera de pensar, lo único que faltaba era que Soo-Ra aceptase la situación y dejase los traumas del pasado en el pasado.

Arriba, en la habitación principal se encontraba la omega tumbada en la cama y abrazada a su esposo, no le merecía, nunca lo hizo ni nunca lo hará.

Traidores | JaeDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora