Frente a sus ojos tenía una de las mejores vistas que hubiera visto nunca, el mar. Amaba el mar tanto como extrañaba ir con su madre a las playas griegas a disfrutar de los rayos de sol que no tenían en casa.
La tetera comenzó a hervir, la retiró con cuidado y lentamente vertió el agua ardiente en dos tazas, luego les puso un sobre con té verde y se llevó ambos en una bandeja hacia sus asientos. El alfa castaño y el omega de ojos profundos viajaban en un ferry camino a la ciudad china de Weihai, desde ahí comenzarían a buscar la manada del amigo de la sabia y anciana omega.
A JaeHyun le gustaría poder decir que tenía un plan, pero la verdad era que estaba más bien improvisando y comunicándose por carta con su progenitor esperando que este pudiera ayudarle a llevar a Doyoung hasta donde los líderes del movimiento querían tenerle escondido, pero debía ser de una manera sutil porque el omega no tenía un pelo de tonto y era capaz de oler el peligro.
Irónicamente, a él no le había descubierto aún, lo cual le enternecía a la vez que le producía asco de sí mismo. Le hacía sentir querido que alguien hubiera puesto tanta confianza en él y no temiera que algún día eche todo a perder. Él era la tercera persona que confiaba ciegamente en él, detrás de su madre y el Sargento Song.
Posó la bandeja con té sobre la mesa y se sentó junto al adormilado muchacho que, en cuanto sintió su calor corporal cerca, se enredó entre sus brazos y escondió su rostro en el cuello de su alfa. Pocas veces se había sentido tan protegido como en ese momento, temía por sus amigos, pero Jae le transmitía tanta esperanza y tranquilidad que se veía capaz de conseguir salvarles.
Lo que no se imaginaba era que el alfa, mientras bebía delicadamente su té verde, estaba pensando maneras de llevársele hasta Alemania, pero es que estaban tan lejos y perdidos en la inmensidad del mundo que lo veía complicado.
Sin ayuda de los líderes del movimiento no lo conseguiría.
Observó el blanquecino rostro y cuello al lado suyo, una piel tan suave y tersa como la suya parecía irreal, sin embargo, él era quien la había venerado bajo el nombre de la Luna, que todo lo ve y de todo es conocedora. Lo que daría por poder marcar esa delicada piel con sus afilados colmillos y poder mostrarles a todos la hermosa criatura que tenía por compañero; con quien compartiría su vida, a quien daría sus cachorros, el que aullaría a la Luna con él, quien le vería envejecer...
Todo eso no eran más que sueños de los que debería ir despidiéndose, él mismo escogió este destino, pero... ¿quién lo hubiera imaginado? ¿quién hubiera imaginado en ese momento que acabaría completamente perdido en aquellos orbes azabache que se tornaban ambarinos en la profundidad de los bosques?.
¿Cómo había llegado hasta este punto? Sólo la Luna sabía cómo y porqué. Lo único que Jeong tenía claro era que ahora debía centrarse en dar con el paradero de JungWoo y Rosé, ellos eran inocentes, no tendrían que estar sufriendo por culpa de los arrebatos de la señorita Kang, quien con tal de contentar a su padre haría cualquier barbaridad imaginable.
¿Dónde demonios podrían estar?.
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__________— ¡Tú! ¡Da un paso al frente y arrodíllate!.
Con ojos inyectados en sangre, el chico miró a los ojos del corpulento guardia a unos metros de él, vestido como los militares de hace dos siglos atrás. Este no se tomó bien su atrevimiento.
— ¡¿Es que eres sordo, chucho sangre sucia?! ¡Abajo, ya!– gritó empuñando una vara de madera–
Sin apartar la vista de él, hizo lo ordenado. Dio un paso al frente y se arrodilló delante de todo el escuadrón de guardias que les daban la bienvenida a los nuevos sangre impura que entrarían en el campo de concentración.
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Traidores | JaeDo
أدب الهواةUn chico nuevo llegó al pueblo, atractivo, alto y con un aura misteriosa. Además, entró nuevo al último año de instituto, justo en su misma clase y siendo uno de los mejores estudiantes cuando se la pasaba mirando por la ventana toda la mañana. Par...