Los pájaros piaban, dando la bienvenida a un nuevo día. El sol salía iluminando por doquier al bello bosque de Wùjin, tan frondoso y extenso que, aun estando subidos a una colina, les costaba ver el final.
A JaeHyun le recordaba a los bosques que describía su madre en los cuentos nocturnos que le relataba para ayudarlo a dormir. Era tan buena narradora, hubiera sido una gran profesora de literatura, de cualquier cosa en realidad, personas como ella tenían tantos talentos como células en su cuerpo.
Le parecía abrumadora la manera en que su vida había dado un vuelco. Con cinco años su madre le despertaba, le vestía para ir a la academia, desayunaba con él, le acompañaba hasta allí y le daba palabras de aliento para afrontar un nuevo día en aquel oscuro lugar. ¿Y ahora? Con dieciocho años se despertaba al alba a buscar leña y preparar algo de desayuno a su amado omega, no sonaría tan mal si no fuera por el contexto de la situación.
Doyoung seguía durmiendo, ayer fue un duro día para ambos, pero más para él que no estaba acostumbrado. Caminaron unos cuarenta kilómetros, a veces transformados ya que así era más fácil pasar desapercibidos y colarse entre las plantaciones de arroz para atravesar montañas.
Se quedaban sin provisiones, Jae tuvo que cazar una oveja de una pequeña granja familiar, justo en frente de uno de los hijos pequeños que justo iba a darlas de comer, él lo hubiera evitado si hubiera podido, pero ya tenía la yugular del animal sujeto entre sus colmillos. Le costó convencer a Doyoung de que se la comiera, pero el hambre voraz superó a su moral, eso sí, sólo estaba dispuesto a comérselo si estaba cocinado.
Si le hubiera dicho lo que les obligaban a hacer en la academia...
En sexto curso, cuando se tienen unos nueve años, les hicieron comer carne cruda para acostumbrar al estómago y que tuvieran más posibilidades de sobrevivir si se encontraban en una situación desesperada. La mayoría se echaron a llorar, otros vomitaron, otros volvieron a casa y entre sollozos rogaron a sus padres no volver a llevarlos a aquel lugar nunca más.
¿Qué hizo él? Al principio tuvo arcadas, pero su hermano le dijo que no era tan malo, su estómago podría con ello y papá estaría orgulloso, así que lo hizo sin rechistar, siendo felicitado por su profesor, considerado superior por sus compañeros, pero de su padre sólo recibió un simple y llano "muy bien, hijo, no me esperaba menos de ti".
¿Sólo eso iba a decirle después de lo mal que lo tuvo que pasar únicamente buscando la aprobación del único progenitor que le quedaba?.
Cuando su madre seguía viva, la opinión de su padre nunca le importó, la de su madre siempre fue la más importante para él y la que realmente tomaba en cuenta, pero todo cambió cuando ella se fue y una carga se subió a sus hombros.
A veces se preguntaba cómo hubiera sido su vida si en vez de morir su madre, hubiera sido su padre, lo único por lo que no deseaba que hubiera sido así, era su hermano menor que nunca hubiera existido, pero todo lo demás hubiera sido mucho mejor.
Sobre todo, porque no se encontraría en esta situación tan complicada y dolorosa.
El sonido de unas ramas moviéndose le hizo subir la mirada y estar alerta. Se levantó lentamente y dejó el fuego sólo mientras se adentraba por entre los árboles siguiendo ese fuerte olor, olor a alfa.
— ¡Sal de dónde quiera que estés ahora o no tendré compasión!– advirtió, pero nada ocurrió–
«¡He dicho que sal-» Justo en ese momento, una daga le pasó por al lado y se clavó en un tronco a dos pasos de JaeHyun, cuando se giró le vio. Había recibido su carta.
Un hombre de baja estatura, pero corpulento, de rasgos orientales y vestido todo de negro se aproximaba hacia él saliendo de su escondite entre la maleza.
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Traidores | JaeDo
FanfictionUn chico nuevo llegó al pueblo, atractivo, alto y con un aura misteriosa. Además, entró nuevo al último año de instituto, justo en su misma clase y siendo uno de los mejores estudiantes cuando se la pasaba mirando por la ventana toda la mañana. Par...