16: Futuro

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Doyoung paseaba felizmente por las calles de Yanggu, las cuales estaban cubiertas de una reluciente nieve del color más blanco que pudiera existir. Por suerte, de momento no había nevado tanto como para no poder andar por la calle, a diferencia de otros años, que apenas podías abrir la puerta de tu casa.

Una sonrisa adornó la cara del joven cuando divisó el cartel de la tienda de su padre, "Cachivaches Kim", pero se alegró aún más cuando vio la cola que se había formado para entrar. Fue por eso que estaba ahí, su padre le había llamado pidiendo ayuda y su madre estaba trabajando hoy para compensar las horas que perdería en sus vacaciones navideñas, así que le tocó a él venir.

Hoy, sábado 23 de diciembre de 1989, gran parte de la población coreana estaba preparando los preparativos para la cena de mañana, el día de Nochebuena, y del día siguiente en Navidad. Fue difícil hacer su cuerpo caber entre la gente que esperaba encontrar regalos bonitos para sus familiares, pero, finalmente, consiguió llegar hasta el mostrador y atender a gente junto a su padre, al cual se le veía el sudor en la frente y sus ojos puestos en todas partes.

— Menos mal que has llegado, hijo. Ya estaba a punto de mandar todo al garete y cerrar, pero todos estos clientes me proporcionarán el dinero suficiente para remodelar la tienda.

— La verdad es que le hace falta un buen cambio de imagen, parece una tienda del siglo pasado.

— Oye, no hacía falta que insultaras a mi tienda en mi propia cara.

Y padre e hijo rieron juntos.

Doyoung se liberó de su abrigo y se colocó un gorro navideño para ambientar a la gente y hacerles sentir bienvenidos. No sabía cómo hacía su padre para no morir de vergüenza con esa diadema de cuernos de reno.

Por el resto de la mañana estuvo atendiendo a las específicas peticiones de las madres que llevaban consigo a sus hijos, a lo más pequeños les regalaba una piruleta para ganarse su cariño y lo conseguía siempre, luego estaban los hombres de sus casas, que no recordaban lo que les mandaron sus esposas y se quedaban media hora pensando, los más experimentados llevaban una lista hecha por su mujer para no dejarse nada. Pero aún así siempre se les olvidaba algo.

Llegó el mediodía, la hora en que prácticamente todo el mundo se iba a comer a sus casas. Fue en aquel momento que padre e hijo Kim pudieron sentarse en una silla y descansar, molidos por las cuatro largas horas, en el caso de su padre seis, de pie envolviendo cosas y escuchando los problemas existenciales de aquellas madres que estaban hartas de sus revoltosos hijos y sus negligentes maridos.

— Tendrías que haber avisado a Rosé o a JungWoo para que vinieran a ayudarnos, no sería la primera vez.

— No quería molestarles y pensé que tú y yo éramos capaces de hacerlo solos y lo hemos hecho.

— Sí, pero yo ahora tengo una lumbalgia que no puedo ni mantenerme en pie.

— Tranquilo, yo te llevaré a casa aunque sea a cuestas.

Después de que Doyoung barriera un poco los suelos y Jae-Suk se quejase por lo menos cien veces por su dolor de espalda y se preguntara porqué se había puesto de acuerdo todo el mundo para ir esta mañana a por estúpidos regalos, se fueron en la camioneta hasta casa, donde el chico se encargó de preparar la comida mientras su padre se seguía quejando, pero esta vez sentado en su sillón.

Estaba tan concentrado que apenas notó como en la planta de arriba abrían un ventana y se adentraban en su casa. Puede que fuera un poco despistado, pero no tonto, y vio reflejado en la ventana un cuerpo que en ese momento no reconocía, se hizo el loco y siguió cortando verduras hasta que le notó lo suficientemente cerca y se giró empuñando el cuchillo.

Traidores | JaeDoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora