Capítulo trece.

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Dos días habían pasado desde que había visto por última vez a Ted.

A pesar de que Daniel y yo habíamos seguido yendo al parque para ver a mi precioso hijo, la pequeña esperanza de que Ted estuviese allí como la primera vez se iba apagando cada vez más. Aunque sabía que había sido yo la que le había pedido tiempo, me dolía no verle cada día.

Había estado pensando a cada hora, cada una de las palabras que me había dicho pero todavía no tenía la fuerza para creerlas… o para afrontarlas.

¿Cómo podía decirle a Ted que le creía? ¿Cómo volver con la persona a la que amaba, sabiendo que ésta no confiaba en mí? ¿Lo habría hecho alguna vez?

Apoyé los codos sobre la mesa y me tapé la cara, suspirando. Necesitaba a Phoebe… necesitaba su vitalidad, su alegría. Su consejo.

Cogiendo el teléfono, la llamé y al tercer tono contestó con una risa ahogada.

–¡Aria, azucarillo! –su voz transmitía alegría, y al instante sonreí.

Seguramente Brandon andaría cerca.

–Phoebe… Saluda a Brandon de mi parte, bomboncito –ella se rió, y la voz profunda de Brandon habló de fondo: Buenos días, Aria… ¿azucarillo?

Me reí, a pesar de todo el lío que reinaba en mi cabeza.

–Dile que él no tiene permiso para llamarme así –Phoebe le recitó mis palabras, y al instante oí la voz de Brandon al teléfono.

–Tengo el permiso de llamarte como quiera, mocosa –su voz sonó divertida– ¿Qué tal lo llevas?

Suspiré y supe que había puesto el  altavoz, cuando la voz de Phoebe sonó igual que la de Brandon.

–¿Has visto a mi hermano?

–Sí… sí que lo vi… Pero le he pedido tiempo, y no sé si he hecho bien.

Ambos se quedaron en silencio, pero Phoebe rompió el silencio.

–Si es lo que necesitas, sí… Pero recuerda que mi hermano te quiere a ti, y solamente a ti. Eres la madre de su hijo, y su esposa. Y después de todo lo que habéis pasado para estar juntos, esto no debería romper vuestro matrimonio.

Sabía que sus palabras eran ciertas, y me dieron las fuerzas para tomar la decisión que ya había tomado desde el instante en el que las puertas del ascensor se cerraron.

–Tienes razón, Phoebe… Como siempre –sonreí y me puse de pie con el teléfono al oído–. Voy a vestirme, tengo que hacerle una visita al terco de tu hermano… y a vuestro precioso sobrino. ¡Cuidado con lo que hacéis, eh!

Ellos se rieron y escuché una especie de beso que no quise imaginar dónde fue. Con una mueca divertida, colgué despidiéndome de mi cuñadita y Brandon.

Ah, Phoebe… a ver cuándo te das cuenta de lo mucho que os queréis… –pensé cogiendo el abrigo y las llaves.

Con una última risa y un pensamiento en claro, empecé a caminar hasta mi hogar… donde mi familia esperaba.

* * * * * * * *  

Escuchaba gritos dentro del salón, gritos femeninos y alterados. Se me encogió el corazón cuando oí la profunda voz de Ted.

-Alexia deja de gritar y sal de mi casa -gruñía él- No sé en qué momento pensaste que quería dejar a mi mujer por ti, pero te equivocas. Ella es a la que quiero y con la que estaré, y ahora te pido por favor que no vuelvas a aparecer por aquí, molestas a mi familia.

Se me aceleró el corazón y una sonrisa se extendió por mis labios. Decidí entrar al salón y hacerme notar.

-¡Te arrepentirás de esto! -gritaba ella mientras tanto, de espaldas a mí- Esa zorra te quitará el dinero y te dejará solo, y entonces vendrás arrastrándote a mí, ¡Y yo ya no estaré!

Una luz para cada sombra. [Segunda temporada de Theodore Grey.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora