C. EXTRA [9]

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-Creo que va a ser hora de que me vaya -dijo él con una mueca mientras se levantaba del sofá-. ¿Estás segura de que no quieres que te lleve al hospital? No quiero que vayas sola por la calle, Nadia, y menos de noche -yo resoplé y le miré con una sonrisa mientras él fruncía el ceño.

-Está aquí al lado, Alex -le respondí riéndome-. Además, no va a ser la primera ni la última vez que vaya sola a los sitios, Grey. Este barrio es tranquilo, créeme, te lo dice alguien que se ha criado aquí.

Observé como me miraba con una ceja alzada y yo me reí, levantándome y rodeándole el cuello con los brazos. Él no me correspondió el abrazo, pero sus comisuras temblaban mientras repartía besos por su barbilla.

-Anda, no te preocupes...-intenté darle un beso en los labios pero él alzó la cara evitando mi beso con una sonrisa y yo bufé-. Tengo el novio más rencoroso del mundo.

Él se rió y entonces sí que me abrazó, alzándome en brazos y haciendo que rodease su cintura con las piernas. Cuando mi mirada colisionó con la suya, oscura y brillante de deseo y diversión, él dijo:

-Y yo tengo la novia más cabezota del universo, pero creo que es parte de su encanto... ¿Tú qué piensas? -me susurró rozándome los labios con los suyos. Me sonrojé y me reí.

-Creo que mi novio es más cabezota que tu novia, Alexander -le susurré con una sonrisa-, aunque desde luego, sí que es parte de su encanto.

Entonces él rió y nos besamos como llevábamos toda la tarde haciendo. Habíamos pasado todo el sábado juntos, y había sido increíble. Jamás había podido imaginar que Alex tuviera una faceta tan dulce y cariñosa, pero desde luego que la tenía. Después de habernos duchado juntos, habíamos preparado la comida entre los dos y había sido completamente divertido verle como intentaba cocinar sin tener ni idea. 

-Aunque desde luego, la cocina no es lo suyo -añadí divertida, haciendo que él mordiera mi labio con fuerza como castigo. Yo me quejé y le devolví el mordisco-. Ah, desde luego que eres rencoroso.

Él lamió mi labio inferior y entonces me soltó y asintió con la cabeza, dejándome en el suelo pero sin dejar de abrazarme.

-Creo que me voy a ir ya o sino voy a acabar desnudándote... otra vez -él me recorrió con la mirada y yo me sonrojé-. Quiero que tengas cuidado, Nadia... Mierda, todavía estoy pensando en esperarme y llevarte al hospital.

Yo bufé y negué con la cabeza.

-Tienes que ir a casa, Alex -le regañé como si él fuera un niño pequeño-, sé cuidar de mí misma -él resopló y me miró con serias dudas, pero yo levanté una mano y le callé-. Es mi última decisión, Alex.

Entonces él suspiró y se agachó para darme un suave beso de despedida.

-Está bien...-aceptó de mala gana y le acompañé a la puerta-, pero quiero que me llames en cuanto llegues, ¿me has entendido?

Yo puse los ojos en blanco pero asentí divertida. Pues sí que eran controladores los Grey, ¿no?

-A sus órdenes, mi señor -hice el saludo militar con una expresión seria, y él me dio una suave golpe en la frente; después sonrió y yo le imité-. Anda, ten cuidado y no hagas locuras con la moto, ¿eh?

Él se rió y me dio otro beso antes de asentir. Le vi caminar con ese andar elegante que parecía caracterizar a los Grey y no pude evitar morderme el labio y suspirar como una tonta. Cuando él se subió a la moto y me miró con una sonrisa de despedida, alcé la mano levemente para decirle adiós y observé como él se marchaba después de guiñarme un ojo.

Cerré la puerta con el corazón latiendo pura felicidad y al final me tapé las mejillas con las manos. Tenía ganas de gritar y de saltar como una loca, pero sabía que eran los síntomas del amor... ¡Amor! Riéndome, subí corriendo hacia mi habitación y cogí el teléfono.

Una luz para cada sombra. [Segunda temporada de Theodore Grey.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora