Capítulo dieciséis.

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Observé furioso como caminaban hacia mí casi pegadas.

Cuando llegaron hasta mí, me contuve para no taladrar con la mirada a Aria, pero con Phoebe fue diferente.

Sabía que ella había sido la que la había traído a pesar de que sabía cómo era Alexia.

-No me mires así hermanito -me dijo ella, imitando mi mirada-. No nos ha pasado nada, ¿Ves? -se señaló y luego a Aria, que intentaba no reírse-. Sanas y salvas... Ya puedes dejar de gruñir.

-Eres una mocosa impertinente -le solté bufando-. Lárgate antes de que me arrepienta y hable con papá sobre tus encuentros con Brandon.

Una sonrisa malvada se extendió por mis labios al ver su expresión estupefacta.

-Eres un... -apretó sus labios y se contuvo. Besó la mejilla de Aria y le susurró algo al oído que le hizo reír; después posó su mirada grisácea en la mía-, desagradecido. No me hables más.

Y se fue, obligándome a que me apartara de su coche.

Cuando el coche desapareció entre el tráfico, miré fijamente a Aria.

Ésta me devolvió la mirada con inocencia.

-¿En qué se supone que estabas pensando, Aria?

Ella se mordió el labio y caminó hasta el coche, donde se subió y me ignoró.

-Aria...-mi voz sonó amenazante cuando me senté a su lado en el coche.

Ella refunfuñó las mismas palabras que mi hermana y maldije.

-Ese no es el punto, Aria -resoplé mientras ponía el coche en marcha-. ¿Por qué te empeñas en desobedecer cada cosa que te pido?

Miré a la frustrante mujer con la que me había casado y tuve que contenerme para no sonreírle cuando me miró enfurruñada. Dios, era tan adorable cuando se cabreaba.

-¡Quería saber por qué había intentado hacer todo esto, Teddy! -ella maldijo y se cruzó de brazos.

-¿Y qué es lo que te ha dicho? -le pregunté mientras llegábamos por fin.

Ella se quedó en silencio y se sonrojó. Bajó del coche y casi corrió alejándose. Yo la seguí con el ceño fruncido, ¿Qué le habría dicho ese demonio rubio?

Llegué hasta ella cuando las puertas del ascensor casi se cerraban.

Ella seguía sonrojada y parecía haberle encontrado un increíble interés en sus pies.

-¿Alexander con quién está? -preguntó en un susurro.

-Aria, me estás cambiando de tema -le sonreí de lado y le acaricié la mejilla con dulzura.

Ella intentó negarlo, pero mi ceja alzada le hizo saber que no le creía.

Sus ojos cayeron otra vez hasta sus pies, y yo maldije.

Harto, paré el ascensor y Aria me miró como si estuviese loco.

-¿Qué te dijo ella, Aria?

-¿Es que estás loco? ¡Pulsa el botón para que siga subiendo!

Negué con la cabeza e impedí que pulsase el botón cogiéndole los dos brazos.

-¡Ted por favor, esto es muy inmaduro! -se quejó ella con la respiración acelerada cuando la pegué a la pared helada del ascensor.

-No, la inmadura eres tú, que no eres capaz de contármelo por vergüenza. ¿Qué estupidez te ha dicho, Aria?

Ella apretó sus carnosos labios y fruncí el ceño cuando la vergüenza empañó sus preciosos ojos.

Una luz para cada sombra. [Segunda temporada de Theodore Grey.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora