Amaneció rápidamente, sin darme tiempo a descansar. Me había acostado apenas unas horas antes, y el cansancio se extendió con rapidez por mis músculos.
Maldiciendo, oi la suave voz de mi madre llamándome desde la otra parte de la puerta.
-Ya voy, mamá -mascullé, levantándome y arrastrándome hasta la puerta.
Cuando abrí, allí estaba ella. Tenía una sonrisa en los labios, divertida por mi rostro adormilado. Con esos ojos brillantes como el oro, no pude hacer otra cosa que sonreírle. Era la única que conseguía esa respuesta en mí por las mañanas.
Realmente odiaba madrugar... Sobre todo cuando no había dormido.
-El desayuno estará listo en poco, así que dúchate rápido -se rió y me dio un beso en la mejilla-, y espero que el cansancio que vas a arrastrar durante todo el día sea suficiente castigo.
Yo la miré sorprendido. ¿Cómo lo había sabido?
Sus ojos brillaron divertidos, pero en el fondo vi una nota de dureza.
-No voy a decirle nada a tu padre, Alex... Pero no vuelvas a salir hasta tan tarde sin decírnoslo, ¿Entendido?
Yo tragué saliva ante la pose de mi madre. A pesar de que a mis dieciséis años ya era más alto que ella, su voz era intimidante... Cuando se cabreaba.
Según me dijo mi tía Phoebe, sólo un alma dura podía domar a un Grey... Y parecía que tenía razón.
-Tranquila mamá, no volverá a ocurrir... -sobre todo, si después me sentía así.
Ella asintió y su sonrisa feliz volvió. Al instante, la veía caminar hasta la cocina, tarareando alguna canción que no conocía.
Me arrastré hasta el baño y cerré la puerta.
A cada movimiento que hacía, mi cabeza me gritaba en protesta. Desde luego, no debí haberle hecho caso a Mark.
Recordé el rostro de mi mejor amigo, borracho y riéndose a carcajadas... Mientras yo le acompañaba.
Ayer había sido el cumpleaños de su actual novia, y, según sus palabras: 'mi cabrón favorito no podía faltar'.
Gruñí mientras me metía bajo el agua caliente. Mis músculos se destensaron con rapidez, y yo gemí agradecido.
Cuando salí de la ducha cinco minutos después, me encontré con el dichoso uniforme del instituto. Odiaba jodidamente llevar esa mierda.
Cuando me puse el pantalón, me negué a ponerme algo más encima de la camisa. No. Hacía demasiado calor para eso.
Llegué a la cocina, tambaleante. A pesar de la ducha, todavía sentía cansancio y un dolor de cabeza endemoniado.
Sonreí inconscientemente cuando vi a mi pequeña hermana sentada a la mesa. Tenía dos trenzas castañas a cada lado de su cara, y sus grandes ojos del color de la miel refulgían mientras oía a hablar a papá.
Miré a mi padre, que hablaba con Nerea ilusionado.
-Buenos días -dije mientras me sentaba a la mesa. Ambos me miraron sorprendidos-, ¿Qué?
Mi padre simplemente rió.
-Eres terriblemente silencioso...
-Al igual que yo -me dijo mi madre al oído. Yo me sobresalté, ¿De dónde había salido?
Ella se rió, junto con Nerea y mi padre.
Señalé a mi pequeña hermana con un dedo, mientras cogía una galleta.
-Tú eres una traidora -ella se tapó la boca para no reírse-, se supone que estás de mi lado.
Mi madre se sentó a la mesa, con un vaso de zumo en la mano. Me miró divertida y después a Ted.
-¿Desde cuándo estamos en bandos separados?
-Desde que me despertaste aporreando mi puerta, mamá -le dije, resentido por el sueño.
Ella levantó una ceja y me miró con una expresión que claramente decía: 'no me hagas hablar...'
Yo le sonreí de forma inocente, y me acabé el desayuno con rapidez. Iba a llegar tarde.
Cuando terminé, mi padre ya estaba listo y esperándome.
-Adiós -le dijo a mi madre, besándola en los labios.
Mi hermana y yo nos miramos, y al instante pusimos una cara de asco. De acuerdo, no era agradable ver a nuestros padres besuqueandose.
-Mira, Ted, tenemos a un par de quisquillosos por hijos -dijo mi madre, abrazada a él, riéndose-, ya tendréis vosotros pareja, y nos entenderéis.
Ah, mamá, si yo te contara...
Mi pensamiento me hizo reír, pero no respondí a la mirada interrogante de mis padres.
Acercándome a Nerea, le di un beso en la mejilla y le tiré suavemente de las trenzas.
-Que te lo pases muy bien hoy, traidora -le dije bromeando. Ella me sacó la lengua y me abrazó.
-Adiós Alex, buena suerte...-dijo ella con su dulce voz. Sin embargo, a pesar de sus cortos seis años... Era todavía más mala que yo a su edad-, con tu novia.
Yo le pellizqué la mejilla, a lo que se quejó.
-No es mi novia, mocosa -le dije molesto-, es un demonio rubio... Y tú eres uno castaño, ¿Lo sabías?
-Alex -me advirtió mi padre-, esa lengua.
Yo le miré molesto. Chasqueando la lengua, me acerqué a mi madre para abrazarla mientras mi padre se despedía de Nerea.
-No seas tan duro con ella -me susurró al oído, como todos los días.
Maldiciendo por lo bajo asentí. Desde pequeño, el demonio rubio y yo nos habíamos llevado mal. A pesar de que no tenía nada que ver con ella, su simple cercanía me hacía recordarla, y lo odiaba.
Mientras me torturaba con ello, entramos en el ascensor.
De pronto, vimos a Nerea corriendo hacia nosotros. Se paró a varios pasos del ascensor y me miró de forma triste antes de preguntar:
-¿Te has enfadado?
Yo le sonreí con ternura. Ah, como adoraba a esa niña.
-Contigo nunca, tonta -respondí sonriente y antes de que se cerraran las puertas del ascensor, le guiñé un ojo.
Su sonrisa feliz fue lo último que vi hasta que se cerraron del todo.
********
Sentí como el ligero movimiento de mi asiento se detenía. Alguien me agarró del hombro con fuerza y me sacudió, llamándome. Escuché mi nombre de fondo, sobrepasando la música que salía a través de mis auriculares. Abrí los ojos lentamente y parpadeé un par de veces antes de apartar mi mirada del cristal y enfocar a la persona que me sacudía sin descanso.
Unos celestes ojos me miraban detrás de unas gafas de pasta negra. Se inclinó sobre mí y me quitó los auriculares de un tirón a la vez que agarraba mi mochila y se encaminaba hacia las escaleras del autobús.
Resoplé ante la alta figura de mi mejor amiga... Y la única. Ser la enemiga del niñato de los Grey no me hacía muy popular... Más bien lo contrario.
Cuando pise el frío asfalto, me estremecí. Había dormido muy poco ayer, y sentía que me iba a caer del sueño en cuanto me sentase.
-Dios Nadia, ¿Cuánto llevas sin dormir bien?
Me mordí el labio y negué. Realmente no lo sabía.
La enfermedad de mi abuela había empeorado, y no quería pasar ni un segundo lejos de ella. Pero eso era algo que Sara no necesitaba saber.
Le quité mi mochila de las manos y miré con cansancio a los idiotas que se reían de mí sin disimulo.
Desde luego, el niño Grey había conseguido buenos perros.
-Oh, Nadia, olvídalos -dijo Sara tirando de mi brazo hasta el interior del instituto-, son idiotas, como Grey.
Yo negué con la cabeza. Realmente me daba igual todo. Lo único que quería ahora era correr hasta mi casa y abrazar a mi abuela... Pero eso no podría pasar hasta que este infierno de instituto acabase.
Mirando al frente, me dejé llevar por el agarre de Sara hasta el interior del edificio.
Allí, fue más de lo mismo... Hasta que me topé con él.
A causa de nuestras peleas, que ya eran conocidas por todos, estábamos en clases distintas, pero aún así siempre nos encontrábamos... Aunque yo lo intentase impedir.
Por mucho que intentase recordar el por qué de nuestro odio mutuo, no lo conseguía, aunque sí sabía que era tan largo como casi nuestras vidas.
Según me contó mi abuela, nos conocimos en la escuela, cuando a penas teníamos cuatro años, pero desde entonces habíamos sido tan lejanos como ahora.
No. Ahora, incluso más.
-Hola, Nadie -dijo Mark, riéndose. Alexander le acompañó y me taladró con esos fríos ojos azules que sólo él tenía.
Puse los ojos en blanco ante el estúpido apodo que me habían dado años atrás.
Era perfecto para humillarme, y sobre todo para ignorarme.
Suspiré cuando noté que el agarre de Sara se apretaba. Ah, se estaba poniendo furiosa.
-Escúchame, intento de persona, estoy harta de...
-Sara, déjalo -le dije, cansada. No quería más peleas, no ahora.
Ella me miró sorprendida, y cuando miré a Alex, casi pensé que él también lo estaba.
-Pero...
Mi mirada pareció convencerla. No quería darle disgustos a mi abuela ahora, y que le llamasen para decirle que su nieta había vuelto a pelearse con Alexander Grey, era un gran disgusto para ella.
Incomprensiblemente, no odiaba a Alex, al contrario, parecía gustarle.
A los doce años me dijo que, si me molestaba, era para llamar mi atención. En ese entonces, había creído que quizás podríamos llegar a ser amigos...
Ahora, cuatro años después, sabía que no.
-Como quieras -dijo Sara, dócil. Apretó mi mano y yo agaché la cabeza agradecida-. Aparta, Grey, hoy no está para tonterías.
Casi pude ver como sus fríos ojos taladraban a Sara. Pronto, sentí un escalofrío y noté que había posado sus ojos en mí.
Cuando por fin Sara empezó a caminar, alejándonos, suspiré aliviada.
Sin embargo, todavía sentía el peso de su mirada en mi nuca.
* * * * * *
Observé con el ceño fruncido por donde acababa de casi huir y maldije por lo bajo.
¿Por qué no había respondido? ¿Por qué sus ojos parecían apagados?
Y maldita sea, ¿Por qué me molestaba?
-Vaya tío, no ha salido como esperábamos -dijo de pronto Mark, incómodo.
Yo le miré y gruñí. No, no había salido bien. Siempre que peleaba con Nadia acababa completamente furioso y despierto.
Tenía una lengua viperina muy ágil, y maldita fuese por no usarla hoy. ¿Qué mierda le ocurría?
-Oye... ¿Y si nos hemos pasado? -preguntó de pronto Mark, caminando hacia clase- quizá se haya cansado de todo esto, ¿No?
Yo apreté los labios para no maldecir cuando sentí un ramalazo de culpa.
¿Y si Mark tenía razón? Mierda, ¿Y si después de tantos años se había cansado?
No conseguí la respuesta, por mucho que le di vueltas. Pasé las horas anteriores al almuerzo dibujando en los cuadernos, con la imagen de su rostro en la mente.
Sus ojos parecían tan tristes... Cerré los ojos y maldije mentalmente. Sin saber por qué, me molestaba profundamente pensar que yo fuese la causa... Incluso dolía.
Cuando el timbre sonó, me sobresalté. Cuando por fin enfoqué el cuaderno, maldije entre dientes.
En la blanca hoja había un retrato. Su maldito retrato.
Con los dientes apretados, observé el dibujo con rabia mientras seguía los trazos de su rostro.
Era igual que la imagen en mi cabeza. La imagen de ella de esta mañana.
Sus ojos expresaban dolor, incluso miedo. Su pequeña nariz... Su pelo ondulado... Y su boca.
Cerrando los ojos, cerré el cuaderno con violencia cuando vi acercarse a Mark, con su novia agarrada a él.
-Eh, Alex, ¿Vienes a comer o no?
Yo le miré con una ceja alzada, intentando aparentar una serenidad que no sentía, y asentí.
Sin embargo, tuvo que pasar mucho tiempo para que pudiese dejar de pensar en el dibujo, y en por qué la había dibujado inconscientemente.
Las únicas respuestas que me dio mi subconsciente me alarmaron, pero me negué a aceptarlas.
No, no podían ser ciertas.
* * * * * * *
Llegué al comedor mientras oía despotricar a Sara sobre el trabajo de Historia... Que había que entregar mañana, y ella no había hecho.
Yo sonreí y la miré burlona.
-Deberías haberlo hecho cuando lo mandó -le dije riéndome-, así no tendrías este problema ahora.
Sus ojos celestes me transpasaron y su cara indignada me hizo sonreír.
No quería preocuparla más de lo que ya le había preocupado esta mañana, cuando casi le había suplicado que nos alejasemos de Grey.
-Pero tú de qué parte estás -yo intenté llamarla dramática, pero su mano alzada me paró-. No. Dímelo ya, para que lo digiera, ¿Eres el topo del Sr. Revoluciones?
Me reí de su locura y negué. Sr. Revoluciones era el apodo que ella le puso al profesor, cuando casi lloró hablando de la Revolución Rusa.
-Me temo que todavía no he llegado a ese rango, Sara -le dije sentándonos a una solitaria mesa-. Estoy intentando obtenerlo.
Sara siguió con la broma, hasta que una bandeja cayó a su lado. Su novio apareció, sentándose a su lado y besándole la mejilla, dijo:
-Buenos días, preciosa -le susurró, aunque le oi. Bajé mi cabeza hasta mi bandeja y empecé a picotear sin hambre-. Hola Nadia.
Le respondí con un movimiento de cabeza y seguí con mi comida. Sabía que era el capitán del equipo de futbol del instituto, y que de verdad le gustaba Sara... Aunque yo no tanto. Simplemente era cortés conmigo por su novia, y en cierto modo lo agradecía.
De pronto, la puerta del comedor se abrió y supe que él había entrado.
El silencio breve en la sala me lo hizo saber, tanto así el escalofrío en mi espalda. Me miraba.
-Sara, voy a sentarme con los demás, si quieres...
-Estoy con Nadia -repuso ella, con firmeza.
Sin embargo, sabía que ella quería estar con él, así que por primera vez intervení. Además quería estar sola.
-No -dije simplemente-, me voy a ir ya, tengo un par de libros que coger de la biblioteca y ya sabes lo mucho que tardo...-una pequeña mentira no dañaría a nadie-, Quédate aquí, mejor.
Sus ojos celestes brillaron, entre molestos y agradecidos. Le guiñé un ojo mientras su novio tiraba de ella para que se fuese con él.
Yo me levanté, y tras darle una rápida mirada a Alex -que me observaba con el ceño fruncido-, me despedí de ellos y salí del comedor.
Suspiré mientras caminaba por los desiertos pasillos. Se suponía que no debía estar por aquí mientras era hora del almuerzo, pero sin embargo no me importó. Estar en el comedor era agobiante, incluso molesto. Oía mi nombre, o mi odioso apodo, por todas partes, y me cansaba.
Caminé hasta unos baños, donde tenía pensado encerrarme hasta que sonase el timbre.
Cuando llegué, cerré con pestillo y me quedé sentada sobre unos lavabos. Era aburrido estar aquí, pero quedaba loco tiempo y no valía la pena cruzar todo el instituto para llegar a la biblioteca y encontrármela cerrada.
Mirando mi reloj, supe que quedaban todavía quince largos y aburridos minutos.
Suspirando pesadamente, me sobresalté cuando la puerta intentó abrirse sin éxito.
Escuché fuertes golpes y fruncí el ceño.
¿Es que me habia visto entrar aquí algún profesor?
Poniendo mi cara de niña buena, quité el pestillo y abrí... Sorprendiéndome al instante.
Unos fríos ojos me observaban... Y yo me estremecí. ¿Qué es lo que hacía Grey aquí?
* * * * * *
Cuando la puerta se abrió, casi no pude contenerme cuando me miró con esos mismos ojos tristes... Y algo sorprendidos.
¿Dónde estaba esa maldita furia que tenía? ¿Qué le había pasado, que el fuego de su mirada casi ni brillaba?
Apretando los dientes, entré en el baño y cerré la puerta con pestillo.
No nos iban a molestar hasta que respondiese.
-No puedes entrar aquí, es un baño de mujer -dijo ella entre dientes. Yo ladeé la cabeza y la miré desde arriba.
Era insultantemente enana.
-Si esto es un baño de mujer no sé que ha es aquí, Nadia-le dije, queriendo enfurecerla. Quería que sus ojos brillasen... Aunque fuesen de furia.
Y parece que casi lo había conseguido, cuando frustrantemente el chispazo de ira despareció.
-Bien. Me iré, Alexander -fruncí el ceño al oír mi nombre en sus labios. ¿Ni siquiera un insulto?
Cuando intentó bordearme y abrir la puerta, me enfurecí. Apoyé la mano en la madera, negándome a dejarla marchar.
Sus ojos verdes me miraron, casi furiosos. Sus labios formaban un mohín cabreado, pero era el temblor de sus hombros el que me hizo saber que deseaba matarme. Sonreí ligeramente. Sí, ahí estaba mi demonio rubio.
-Apártate, quiero salir -me ordenó con voz fría y yo negué.
-No vas a salir de aquí hasta que respondas -le espeté-, ¿Qué mierda te pasa, bruja?
Ella abrió sus ojos sorprendida y parpadeó. Casi pude ver mil sentimientos pasando por su rostro, pero fue el miedo que vi en él, el que me impactó.
Segundos después, una máscara de indeferencia apareció en su rostro y maldije interiormente.
-No tengo por qué responderte a nada, Grey. No soy ni tu amiga, ni una de tus perras seguidoras -clavó su odiosa y verde mirada en mí-. Simplemente me he cansado, me he cansado de estas peleas absurdas e infantiles... Y sobre todo, me he cansado de ti -vi sus ojos húmedos, tristes. Sus palabras me golpearon fuerte y parpadeé intentando digerirlas... Sin embargo,
¿Por qué me dolía el pecho?-. No sé por qué me odias, o por qué me odiabas de pequeño... Pero ya no me importa... Después de pasarme casi diez años intentando averiguarlo, ya no me importa... -se apartó una lágrima de los ojos y sonrió tristemente-. Y ni siquiera sé por qué lloro, si decirte esto debería hacerme feliz... -ella negó con la cabeza- qué tontería, ¿No?
Y en ese instante, cuando agachó la cabeza y me apartó de la puerta, lo supe.
Ah, maldita sea. Hoy era el peor día de mi vida.
* * * * * * *
Salí corriendo del instituto en cuanto recibí la llamada de Lauren.
Ella era la cuiadora de mi abuela mientras yo estaba en el instituto. Era una mujer adulta, vecina y amiga de mi abuela desde hacía años.
Sus palabras se repetían como un disco rallado en mi cabeza.
A tu abuela le ha dado otro infarto, Nadia... Estoy en urgencias... Ven pronto por favor...
Inspiré con fuerza mientras se me llenaban los ojos de lágrimas, emprendiendo una carrera alocada hasta el hospital...
El maldito hospital.
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Una luz para cada sombra. [Segunda temporada de Theodore Grey.]
FanfictionHabían pasado dos años desde el nacimiento del miembro más reciente de la familia Grey. Aria jamás pensó que su perfecta vida daría un giro tan inesperado, pero cuando su sexy y famoso marido comenzó a distanciarse de ella por razones desconocidas...