Capítulo dieciocho.

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-¿Cómo podéis ser tan inútiles? -el susurro de Elena me asustó.

Sentada frente a nosotros, vestida con el traje de prisión y el pelo recogido en un tenso moño, la elegancia de la que tanto presumía dos años atrás ahora estaba perdida.

Miré al guardia que había en la sala a varios metros de nosotros y atendiendo a la conversación de otro presidiario.

-Lo sentimos, madre. Deberíamos habértelo dicho antes -dijo Michael a mi lado; estaba igual de asustado que yo-. Arreglaremos esto, y acabaremos con los Grey de una vez, como prometimos.

-Claro que lo haréis, si no, los lujos con los que vivís desaparecerán -apreté los labios para no insultarla-. Quiero resultados, ¿Me entendéis? Quiero que me saquéis de aquí de una maldita vez.

-Lo haremos, lo prometo -aseguró al instante Michael, asustado.

Elena hizo una mueca, muy parecida a la de Michael, y sonrió de forma perversa al darse cuenta de la enorme influencia que tenía sobre él.

De repente, clavó sus fríos ojos en mí y dijo:

-¿Y tú, Alexia? ¿Ayudarás a tu madre a salir de aquí... O no?

Tragué saliva y por un momento pensé que sabía de mis intenciones.

No tenía en mente sacarla de la cárcel; ella se merecía estar aquí... Y además, mis intereses no tenían nada que ver con los suyos. Yo quería una familia... Quería a tener a Ted y a Alexander conmigo, como debía ser. Y haría lo que fuese para conseguirlo.

Sin embargo, le sonreí como buena actriz que era y asentí.

-Por supuesto, madre. ¿Cómo podías siquiera dudarlo?

* * * * * * *
Habían pasado dos semanas desde que Brandon y yo habíamos comenzado una relación... Oficial.
A Ted le había costado bastante aceptarlo, pero finalmente -y con la ayuda de mi querida cuñada-, lo había hecho.
Todavía podía recordar la enorme vergüenza que pasé cuando mi padre casi interrogó a Brandon. ¿Por qué tenía que tener una familia tan sobreprotectora?
Suspiré pero acabé sonriendo. Aún así, los quería como a nadie. Miré el enorme salón de la casa y me reí cuando recordé el por qué estaba aquí: dentro de tres días era el cumpleaños de Ted, y Aria quería comprarle algo especial, aunque no sabía el qué.
Hoy, lo buscaríamos.
-¡Titaaaaaa! -gritó de pronto mi pequeño amor, sobresaltandome.
Lo vi aparecer corriendo por la puerta de su habitación, vestido únicamente con la ropa interior y me reí.
Lo acogí en brazos y el suave olor de su pelo me inundó. Tenerlo en brazos era extraño, sobre todo por el parecido que tenía con Ted. Me sentía como si cogiese a mi hermano en brazos.
-¡Alex, ven aquí! -le llamó una alterada Aria desde la habitación.
Riéndome, caminé hasta el interior con el pequeño terremoto en brazoa y observé a la mami.
-Hola, mami-le dije sonriente mientras sentaba a Alex en la cama.
Aria sonrió de medio lado y me lanzó la camiseta de Alex.
-Hola cuñadita...-se acercó y me dio un beso en la mejilla, antes de mirar a Alex de forma seria-. Alexander Grey, ¿Cómo se te ocurre salir así de la habitación? ¡Te puedes constipar!
Miré, aguantándome la risa, la bronca que le echaba a mi joven e inocente sobrino. Éste, miraba a su madre con los enormes ojos azules abiertos y sorprendidos, como sino creyese que su mami pudiera reñirle.
De pronto, Aria se agachó y le besó la cabeza a su hijo.
-No vuelvas a hacerlo, ¿Entendido? -como respuesta, Alex asintió con la cabeza muchas veces.
Sonreí de lado ante el amor que brillaban en los ojos de Aria, y recordé cuando me confesó el miedo que tenía de ser madre. Ella pensaba que no lo haría bien, pero se equivocaba.
Aria levantó la mirada y posó sus ojos en mí.
-¿Puedes terminar de prepararle? Todavía tengo que ducharme o no saldremos de aquí nunca.
Yo me quedé algo sorprendida, pero asentí.
Cuando me dejó a solas con mi pequeño sobrino vacilé. ¿Le vestía primero o le secaba el pelo?
Decidiéndome por la ropa, le vestí con dificultad ya que el renacuajo no dejaba de moverse.
-¡Alex, no huyas! ¡Tengo que ponerte el jersey!
Sin embargo, él sólo reía y huía de mí, escondiéndose y evitándome mientras le perseguía por la habitación.
Cuando por fin lo alcancé, -jamás pensé que podría ser tan difícil-, acabé de vestirle y no pude evitar aplaudir, a lo que él me imitó.
-Eres un pequeño demonio, Grey -le dije con una sonrisa mientras él me la devolvía.
Estaba a punto de empezar a secarle el pelo cuando la puerta se abrió y apareció Aria, completamente vestida.
-¿Todavía no has acabado?
Yo refunfuñé y señalé a Alex, que estaba sentado en el suelo, ignorándonos y pintando.
-¿Cómo consigues que se quede quieto?
Ella rió y extendió una mano hacia Alex.
-¿Le has dado problemas a la tita Phoebe? -preguntó ella sonriente cuando él se acercó-, bien hecho.
Mi boca cayó y miré a Aria fríamente, antes de articular con los labios:
"Eres una mala pécora"
A lo que me respondió lanzándome un beso.
Les seguí hasta el baño y le secó el pelo con el secador. Cuando acabó, me estremecí al ver una imagen identica de Ted en miniatura.
-Increíble, ¿Eh? -dijo Aria, alzándolo en brazos y dándole un beso en la mejilla. Yo asentí-. Bueno, ya estamos... ¿Nos vamos?
Yo le sonreí y asentí, saliendo por fin del piso.

¡PERDÓN POR EL RETRASO!
Sé que es corto y que no tiene mucha sustancia, pero espero que el siguiente os guste un poquito más... ¡Me pongo en seguida con él, lo prometo!
Besos de Pascal el Camaleón.
P.

Una luz para cada sombra. [Segunda temporada de Theodore Grey.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora