Capítulo quince.

8.5K 406 9
                                    

Miré a Phoebe, que estaba sentada a mi lado mientras masticaba un chicle de menta.

Ambas estábamos sentadas en el interior del coche, planeando lo que llevaba días queriendo hacer.

-¿Crees que es buena idea esto, Aria? -me preguntó ella de pronto, mirando el portal del edificio donde vivía Alexia.

La miré con sorna y levanté una ceja.

-Quiero saber qué es lo que quiere y por qué ha intentado joder mi matrimonio -me sequé el sudor frío de las manos en el pantalón y miré por la ventanilla-: No voy a hacer nada malo, y realmente no tienes por qué venir si no quieres.

Ella se rió y cogiendo la chaqueta de la parte trasera del coche dijo:

-¿Y perderme a mi cuñadita sacando las uñas? ¡Nunca!

Negué con la cabeza mientras salíamos del coche.

Me mordí el labio cuando el aire frío de la mañana me golpeó. Miré a ambos lados de la calle, casi esperando ver a Ted apareciendo de la nada para obligarnos a alejarnos de aquí. Le había contado que quería hablar con Alexia, pero él se había negado casi furioso.

Por ello, ahora tenía a Phoebe conmigo. La miré con una leve sonrisa que ella me correspondió, y cuando cruzamos la calle, sentí una morbosa sensación por todo el cuerpo. Por fin, podría dejarle las cosas claras a esa rubia oxigenada.

*******

Habían pasado dos días desde que Aria y yo habíamos arreglado todo. A pesar de que ella todavía seguía recelosa por todo, yo no podía culparla de nada. Me había comportado como un verdadero imbécil.

Suspiré y volví a los papeles que tenía en mis manos.

No había acabado el primer párrafo, cuando escuché el grito feliz de mi hijo por el pasillo. Sonreí cuando escuché pequeños golpes en la puerta.

Olvidándome de los papeles, abrí la puerta para encontrarme con un coloreado Alexander.

Me puse de cuclillas delante de él y le miré aguantándome la risa. Sus mechones estaban llenos de pintura de varios colores, al igual que sus manos... Y todo su cuerpo.

-¡Papi, hemos hecho un bidujo gigaaante! -me cogió la mano, manchándome, pero me reí ante su emoción.

Me llevó hasta su habitación, y allí descubrí un nuevo significado de caos.

En medio de la habitación, había un enorme papel blanco lleno de pintura de muchos colores. Los botes estaban por todos lados, manchando el suelo... Y las paredes.

Miré con diversión hacia Daniel. Al final, resultó que no era tan imbécil como pensaba, y realmente se divertía jugando con Alexander.

-Juro que no fue mi idea -dijo éste con una sonrisa, al instante que me vio-. Tiene una mente perversa, me temo.

Me reí y negué con la cabeza cuando Alexander corrió hasta el enorme papel y siguió pintándolo... Con las manos.

-Creo que tener a un amigo pintor no le ayuda -le respondí divertido pasándome las manos por la nuca. Sonreí cuando imaginé la cara de estupefacción que pondría Aria cuando viese la habitación. Pensar en ella me hizo recordar que no la veía desde esta mañana, así que pregunté a Daniel-: ¿Has visto a Aria?

Él negó con la cabeza y le sonrió a Alexander antes de seguir con su tarea.

Resoplé y salí de la habitación dejándolos a esos dos pintando... Un cuadro abstracto.

Cuando llegué a mi mesa de despacho, no pude seguir trabajando. Intenté llamar a Aria, pero no me lo cogió. Llamé a mi hermana, y pasó lo mismo. Empecé a preocuparme.

De repente, una ligera idea de dónde podría estar pasó por mi mente y maldije.

¿No se habría atrevido Phoebe a decirle nada a Aria, verdad?

Tenso, corrí hasta la habitación de Alexander.

-Tengo que irme, ¿Puedes hacerte cargo de él durante un rato? -le pregunté al instante a Daniel.

Él me miró sorprendido y asintió.

-¿Pasa algo?

Negué con la cabeza y antes de irme besé la cabeza de mi hijo.

-Espero que no.

Y despidiéndome, salí disparado hasta el coche, donde recé para que mis suposiciones fueran erróneas.

* * * * * *

Toqué el timbre de la puerta con nerviosismo.

A pesar de que Phoebe estaba a mi lado, mi cabeza era un caos. Tenía preguntas que hacerle, pero no sabía como reaccionaría al verme. La verdad es que no quería peleas, pero no podía olvidarme de todo lo que había pasado sin respuestas.

En cuanto la puerta se abrió, maldije ante la belleza de la rubia. Sus enormes ojos verdes brillaban con sorpresa, e iluminaban su cara de ángel. Sus rasgos eran perfectos, y su melena caía lacia por su espalda. Era alta, pero estaba bien proporcionada, y sentí envidia al ver sus largas piernas envueltas por unos preciosos vaqueros. Era muy guapa.

-¿Qué es lo que queréis vosotras dos? ¿No tenéis otra cosa mejor que hacer que molestarme? -Bueno, era guapa... En silencio.

Me contuve para no poner los ojos en blanco.

-Quiero hablar contigo, Alexia. Seriamente.

Ella hizo una mueca cruel con los labios y señaló con la barbilla a Phoebe, que la talabraba con la mirada.

-¿Y ella qué hace aquí?

-Yo estoy aquí para asegurarme que no envenenas con tus palabras, víbora -me tuve que contener para no reír, y le pedí con los ojos que se calmara.

Alexia, furiosa, intentó cerrar la puerta pero lo impedí.

-No seas maleducada. Hemos venido para hablar, y te pido perdón por Phoebe..., pero aún así tenemos que hablar, Alexia. Quiero que me digas exactamente qué es lo que pretendías intentando romper mi matrimonio.

Ella me miró furiosa y me dio una falsa sonrisa.

-Pretendía exactamente eso. Teddy es demasiado bueno para ti, y realmente eres estúpida si piensas que no se dará cuenta de ello.

Apreté los labios intentando no insultarla.

-¿Tanto esfuerzo por nada? No me creo que sea solo eso, Alexia. Quiero toda la verdad.

-Me importa bien poco lo que creas -dijo ella, algo nerviosa-. Marchate y disfruta del poco tiempo que te queda con Teddy. Pronto volverá conmigo y no lo hará solo.

Me estremecí ante su última frase y la maldije cuando cerró la puerta del todo.

Phoebe tenía una expresión furiosa en el rostro, pero no era nada comparada con la mía. Esa maldita rubia estaba loca.

Salimos del edificio mientras la criticábamos profundamente. Al parecer, nuestra visita no había servido para nada más que para enfurecernos.

Cuando llegamos a la calle, me quedé inmóvil. Tragué saliva compulsivamente y un nudo se creó en mi estómago.

-¿Qué pasa? -me preguntó inocentemente Phoebe.

-Nos han pillado.

Ella no lo entendió hasta que su mirada se posó donde la mía. Su maldición sonó fuerte mientras observaba a su hermano apoyado en su coche.

Por la intensidad con la que nos miraba, lo supe. Estaba furioso.

-¿Crees que correr servirá de algo?

El susurro de Phoebe me hizo sonreír levemente.

-Lo dudo -respondí mientras cruzábamos la calle... Dirección Ted.

Una luz para cada sombra. [Segunda temporada de Theodore Grey.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora