CAPÍTULO 9. Segundas oportunidades

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La pasión no sabe dónde la necesidad termina.

San Agustín

POV Gèrard

1944

El sol se colaba por la ventana iluminando su espalda. Llevaba un rato despierto y la miraba embobado mientras mis dedos recorrían con cuidado su columna vertebral sin llegar a despertarla. No estaba seguro de que la luz hubiera vuelto aún, pero no me importaba. Ella al fin había vuelto a mí. Sus muros se disolvieron hasta los cimientos siendo polvo en el aire. El abrirme así con ella, pese a estos meses de odiosa indiferencia, apatía y asco, había merecido la pena. Pensé en María y sonreí. Estaría orgullosa de ambos, pero sobre todo de ella. Me puse el pijama que permanecía en el suelo desde anoche y cogí las zapatillas. Bajé sin hacer ruido a la cocina. Aún no eran las 8. Hanna no llegaría hasta las 9. Estaba haciendo café cuando unas manos pequeñas, pero fuertes, se enroscaron en mi cintura. Se apoyó contra mi espalda y suspiró.

- Buenos días.

- Buenos días - me giré para quedar frente a ella y me besó la comisura tímidamente. Me sacó una sonrisa ladeada.

- ¿Te ríes de mí? - hizo un puchero tierno.

- Me río de cómo nos comíamos la boca anoche y la vergüenza que te da besarme en condiciones ahora.

- Idiota - me dio un codazo en el costado y se puso a cortar un par de trozos de bizcocho.

Nos sentamos en la mesa de la cocina para disfrutar del café y el dulce. Ella se había puesto mi bata por encima del camisón. No quería mostrar sus cicatrices más de la cuenta. Movía lentamente la cuchara para disolver el azúcar y me miraba misteriosa.

- Sé que tú ayudante en la fuga de presos es el señor García - casi me atraganto con el café - y sé que utilizáis su fábrica y red de distribución de munición por los campos para hacerlo. Pero, ¿cómo los sacáis del país? ¿Nadie se pregunta dónde está toda esa gente?

- Bueno a tu primera pregunta, sí es Alfred. Él y Amaia tienen un contacto que nos proporciona pasaportes o salvoconductos. Y respecto a lo otro, pues, al principio nadie preguntó, a poca gente le importa lo que les pase a esas personas, pero vamos sumando y ya no es creíble que estén todos en la fábrica. Se supone que Alfred tiene varias y están repartidos por ellas, otros simplemente les damos por muertos. Tú mejor que nadie sabes en qué condiciones vienen, no es de extrañar que muchos acaben muriendo.

- Podría ayudaros Gè. Yo también tengo contactos o, al menos, antes de que me cogieran, alguno me quedaba.

- ¿Desde cuándo estás con la inteligencia británica? - me lo debía.

- Cuando acabé el conservatorio la situación ya estaba muy mal aquí. No sabía apenas nada de mis padres y mis idas y venidas a la embajada me dejaban cada vez más frustrada. Un día conocí a Benjamín y ahí empezó todo.

POV Anne

1941

Me encontraba de nuevo a las puertas del edificio donde iba casi a diario desde que me marché de Alemania. Palestina estaba bajo control británico y yo me defendía bastante bien en inglés. El soldado de la puerta me dijo que pronto todo el cuerpo diplomático se marcharía, la guerra empeoraba y no era seguro por las tensiones entre judíos y musulmanes. Cada vez llegaban más judíos a la zona y desde que comenzó esta guerra, más aún. Me desesperé. Apenas sabía que mis padres seguían vivos, pero temía por ellos. Sin mi contacto en la zona británica me quedaría a oscuras. Iba todos los días tras mis clases. Había acabado mis estudios superiores y estaba de profesora adjunta. Me senté en un banco a pensar cómo iba a poder saber de mí familia cuando un hombre se sentó al lado. Me asusté y fui a levantarme, pero me habló.

Fräulein AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora