Si las mujeres conociéramos nuestra verdadera capacidad para el cambio, nuestro brutal instinto de supervivencia y de recuperación, nos sentiríamos casi indestructibles.
Vanessa Montfort
1944
POV Gèrard
Me encontraba deslizando una esponja sobre la espalda de Anne en la gran bañera de loza del baño. El agua estaba aún caliente pese a que llevábamos bastante rato en su interior. Recorría aleatoriamente su piel, sin rumbo fijo, sin ninguna pretensión, solo por el placer de tenerla junto a mí en aquel momento, mientras el mundo seguía en su empeño de seguir girando imparable. Ella tenía mi mano libre entre las suyas, apoyada en su abdomen. Hacía círculos con sus yemas sobre mi dorso, también sin intención. Se movió lentamente hacia atrás arrastrando el agua consigo mientras pegaba su espalda a mi torso y subía varios grados la temperatura de mi cuerpo instantáneamente. Dejé la esponja a un lado y la rodeé con mis brazos encajando mi cabeza en su cuello. Me sentía en el cielo. Estar con ella me hacía sentir en paz con el mundo y mis demonios se mantenían alejados incapaces de saberse vencedores si ella estaba conmigo. Anne pareció volver de su trance voluntario y comenzó a hablarme. Iba contándome retazos de su vida con los que yo rellenaba los huecos de su pasado como un galimatías.
1941
POV Anne
Cuando conocí a Friedrich, acababa de llegar a Alemania después de pasar por Francia cruzando el país entre bombardeos, muerte y destrucción. Tuve mucha suerte. De hecho, en un almacén en el que nos refugiábamos cerca de la frontera con Alemania, esperando una avioneta que nos cruzase al país, sufrimos un ataque aéreo del que nos libramos por bien poco. Aún recuerdo los restos de pólvora en mis manos cuando tuvimos que disparar a una patrulla que se acercó peligrosamente a nuestra posición. No era la primera vez que disparaba, pero sí la primera vez que mis actos le arrebataron la vida a otra persona. Es cierto que solo luchaba por mi vida, pero ver cómo la vida se escapaba entre los dedos de aquel soldado marcó un antes y un después en mi interior. Nadie debería tener que jugar a decidir sobre la vida o la muerte de otra persona. Pero en la guerra no te dan esa opción. El sentido de supervivencia está por encima de todo, incluso de la ética y la moral.
Al final, fui a ver a Benjamín y me dejé convencer con la promesa de saber cómo estaban mis padres en todo momento para trabajar para el MI6. Me llevó tras esa primera cita a una zona de Jerusalén donde, por fin, conocí a Rita. Una mujer diminuta y arrugada, pero con unos ojos expresivos, vivaces y llenos de vitalidad que contrastaban con el cuerpo en el que se alojaban. Pelo negro, liso y a la altura de los hombros, delgada y muy directa, me preguntó sin rodeos ni vergüenza todo lo que se le pasó por la cabeza.
- Anne no tengo tiempo para rodeos - me dijo desde su metro y medio de altura.
- Yo tampoco. Benjamín me ha dicho que si les ayudo me informaran sobre la situación de mi familia.
- Cierto. No podemos asegurar su bienestar, pero si mantenerte regularmente informada de cómo están.
- Bien. Quiero una cosa más.
- Tú dirás. Veo que tampoco te gustan los rodeos - su comisura se alzó en una fugaz sonrisa.
- Quiero saber también cómo se encuentra otra persona. Es... - dudé en cómo llamarle - Un amigo de la infancia. Es importante para mí - Rita arqueó una ceja y me miró curiosa - Su nombre es Gèrard Rodríguez. Quiero saber también cuál es su situación.
- Bien. Se puede intentar - de pronto pareció sorprendida - Por cierto, ¿ese amigo tuyo no tiene un familiar que se llama igual?
- Sí. Su padre.
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Fräulein Anne
RomanceEn 1938, Anne se ve obligada a huir de su país por la tensa situación política, dejando atrás a su familia y a la persona que ocupa su corazón. La guerra cambia a las personas pero, ¿podrá el amor sobrevivir a la mayor guerra jamás conocida?