CAPÍTULO 27. Volver

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El amor es sólo una palabra hasta que alguien viene y le da sentido.

Paulo Coelho

POV Anne

Me había prometido ser fuerte. No podía dejarme llevar por la desolación de saber que Gèrard no volvería, nuestro hijo no se lo merecía. Lo intenté. Busqué en lo más profundo de mi interior las últimas fuerzas que me quedaban, pero éstas se escabullían entre los recovecos de mi corazón destrozado. Lloraba. Lloraba por lo injusto que era todo. Por haber llegado tan lejos y rozar casi la libertad juntos para acabar a menos de cien metros de la libertad que tanto soñamos compartir. Una contracción fuerte me dejó momentáneamente en blanco.

- ¡Ahh! - no pude evitar gritar.

Seguía lloviendo fuera y pronto sería media noche. Parecía mentira que otro día fuera a morir cuando se me había pasado tan lento. Horas esperando para verle regresar y pidiendo a mi bebé que esperase a su padre para nada. Habían pasado más de dos horas desde los disparos que me helaron la sangre en medio de la noche.

- Anne - Amaia seguía conmigo - Tienes las contracciones muy seguidas, pronto podrás tener a tu hijo entre tus brazos.

- Lo sé, pero no me hace sentir mejor. Gèrard debería estar aquí conmigo, diciéndome que todo iba a salir bien y... - se me escapó un sollozo - Y estará tirado sobre la tierra mojada, frío como la noche. Ni siquiera pude despedirme y decirle que lo amaba tanto que me dolía el pecho.

- Vamos, casi lo tienes Anne - miró entre los pliegues de mi falda - Has dilatado mucho.

- Ahhh – volví a gritar - No puedo hacerlo Amaia. No tengo fuerzas. Sin él no - sentía el pulso acelerado, tenía frío y el dolor era cada vez más intenso y seguido. Sentía que no iba a conseguirlo - De verdad que no puedo. No me quedan fuerzas.

- Claro que sí, las mujeres somos más fuertes de lo que la gente cree. Estamos preparadas para esto. Agarra mi mano, intenta respirar y, cuando sientas la necesidad, empuja con todas tus fuerzas. No puedes fallarles, ni a tu bebé ni a Gèrard.

Las contracciones llegaron a ser tan seguidas que apenas podía respirar. Sentía el pelo pegado a la cara y pronto noté un peso en la zona vaginal que involuntariamente hizo que mi cuerpo empujase sin tener que decírselo. Qué sabio era. Amaia se colocó frente a mí entre mis piernas flexionadas y puso mis tobillos en sus hombros.

- Anne, ya está aquí, le veo el pelito. Vamos amiga, coge aire y empuja como si pudieras arrasar Alemania entera en el intento.

De repente, parte de la puerta de la tienda se abrió y una silueta se vislumbró en la entrada. El pequeño candil que iluminaba la tienda no me dejaba ver bien.

- Anne

No podía ser. El sobreesfuerzo me estaba jugando una broma macabra. Él estaba muerto. Los disparos fueron nítidos en el silencio de la noche. Me había vuelto loca por la pena.

- ¿Gèrard? - no pude decir más porque sentí partirse las entrañas con una contracción brutal – ¡Aaahh! - mi corazón corría una maratón en estático. Casi me desmayo en el tiempo que pude empujar.

- Ven - Amaia hizo gestos al fantasma de mi marido para que se acercase y se agachó a su lado. Apoyó una mano en mi pierna y una corriente eléctrica me recorrió entera.

Amaia metió sus manos entre la falda y cuando alcé la cabeza vi que sostenía algo entre sus manos. Él lloraba en silencio.

Tenía la frente perlada de sudor y estaba conteniendo el aliento. Eran muchas cosas que procesar en segundos y estaba bloqueada. Todo pasó a un segundo plano cuando un pequeño llanto salió del bulto que Amaia le pasó a él.

Fräulein AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora