CAPÍTULO 2. Dachau

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La fuerza no es sino dolor amarrado con disciplina

Emily Dickinson

POV Anne

1938

Cuando había tenido que salir del país un par de días después de aquella fatídica noche de noviembre, la también llamada Kristallnacht o "Noche de los cristales rotos" donde la gente se volvió loca, no pensó que años después, millones de personas estarían muriendo por un fanatismo nacionalista que lentamente había calado de tal forma en los habitantes de su país, que todo lo justificaban a cualquier precio. Esa noche de noviembre se produjeron linchamientos y asaltos combinados con el consentimiento de las autoridades alemanas que miraron hacia otro lado sin una sola intervención mientras tropas de asaltos de las SA (una especie de milicias voluntarias afines al partido nacionalsocialista obrero alemán) hacían y deshacían a su antojo asesinando, quemando y destrozando establecimientos. Esas tropas de las SA habían mermado bastante en 1934 durante la "Noche de los cuchillos largos" donde muchos altos cargos contrarios a Hitler fueron asesinados, sin embargo, fueron clave durante los primeros años de la década de 1930 para lograr el ascenso de Hitler al poder.

Esa noche en Berlín, en casa de los Lukin, se había tomado una decisión que marcaría el futuro de todos sus miembros sin saberlo. Jamás hubiesen pensado que sería la última vez que estuvieran los tres juntos. Tanto Eduardo como Berta pensaban que pese a estar las cosas como estaban no estarían más que unos meses separados. Anne se iría a Palestina a casa de una hermana de Eduardo con la excusa de estudiar chelo allí y regresaría cuando todo estuviese más calmado. No es que en Palestina no hubiera conflictos, de hecho, las tensiones entre toda la población judía llegada en varias aliyás, los inmigrantes judíos venidos desde Europa, alteraron el equilibrio demográfico y se encontraron con una creciente hostilidad por parte de la población árabe autóctona, en parte por la compra de tierras que llevó aparejado el desahucio de numerosos campesinos palestinos, y, en parte, por la propia Declaración Balfour y las aspiraciones políticas sionistas a un Estado judío. Ilusos.

Anne apenas tuvo tiempo de avisar a Gèrard de que se marchaba a través de una chica de servicio que le entregó una carta horas antes de salir. Fueron horas donde Anne se debatía entre desobedecer a sus padres y quedarse en Berlín y, por ende, con Gèrard, o asumir que la situación se estaba volviendo insostenible y estaría más segura bajo el amparo de su familia fuera de allí.

Estaba viendo nevar por la ventana cuando Berta llamó a su puerta.

- Cariño, Gèrard ha venido a despedirse. Sé que es una decisión dura pero no debías haberle dicho que te marchas. Quería subir, pero le he dicho que bajarías al hall a decirle adiós.

Entendía el recato y la prudencia de mi madre, pero hubiese dado cualquier cosa por poder despedirme a solas. Sin embargo, sabía que mis padres, por mucho que quisieran a Gèrard, no lo habrían aprobado. Así que bajé las escaleras despacio, pero en cuanto entró en mi campo de visión comencé a bajar escaleras de tres en tres hasta casi caerme literalmente en sus brazos.

- Gè, pensaba que lo mismo mi carta no te habría llegado. Ha sido todo muy repentino, ni te imaginas lo duro que se me va a hacer estar lejos de casa, de mis padres... - clavé mis pupilas en las suyas - De ti.

- Tranquila, la cosa se está poniendo algo complicada y si te han ofrecido una beca para estudiar música en Jerusalén durante unos meses, aprovecha la oportunidad. Yo estaré esperando con ansias tu regreso - sus manos se entrelazaron con las mías y las apretó dándome ánimos, aunque su sonrisa no le llegaba a los ojos.

- Gèrard, tengo miedo por mis padres y por mis semejantes. Ahora parece ser un crimen el ser judío. Somos alemanes como el que más, aunque le recemos a Yahvé. Tu padre salió en el periódico con Hitler en una foto de un mitin en Baviera. Me dio miedo lo que leí - él bajó la cabeza avergonzado. Le acaricié el rostro - Tranquilo, tú no eres como él. Jamás podrías serlo. Eres la persona con el corazón más puro que conozco.

Fräulein AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora