CAPÍTULO 21. Acción-Reacción

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Toda acción genera una reacción igual, pero con sentido opuesto.

Tercera Ley de Newton


Dos días antes

POV Anne

Amaia me llamó por teléfono al poco de haber terminado de desayunar. Gèrard había salido temprano para la oficina. Prometió venir pronto y comer en casa para acabar de adelantar trabajo aquí, en su despacho. Como tenía vía libre le dije a Amaia que podía venir ya. La verdad es que estaba ansiosa por tener todo lo que le había pedido cerca. Toda seguridad era poca, aunque quizá me estaba pasando de paranoica.

Ese día me había levantado mejor y con apetito. Tantas horas de sueño me habían sentado bien, aunque apenas recordaba a Gèrard la noche anterior trayéndome algo de cenar a la cama y poco más. Me daba rabia no haber podido charlar con él sobre cómo le había ido el día y si había conseguido averiguar algo más.

Esperé adelantando tareas en casa y pegué un respingo cuando sonó la puerta de la entrada. Amaia apareció tras ella con una gran bolsa en la mano.

- Annecita, creo que cargar con esto merece que me pongas un café y un trozo de bizcocho de ese que prepara Hanna que está para tocar el cielo.

- ¡Anda exagerada! Si tampoco pesa tanto - le cogí la bolsa y entramos para dirigirnos al cuarto de estar. Ella se sentó muy poco femenina al dejarse caer de golpe en un sofá mientras yo no podía aguantar la risa - ¿Está todo?

- Sí. He conseguido tres cargas y un rollo de unos 30 metros. También te he traído un arma. No es muy grande, pero mejor porque la podrás ocultar en el vestido. Anne, ¿estás segura de que saldrá bien llegado el momento?

- Pues no, pero me quedo sin opciones. Además, lo más seguro es que todo esto sea una paranoia mía y no haga falta. Es que, que esa loca sea de la Gestapo me tiene con la mosca detrás de la oreja.

- No la conozco, pero ya me cae mal. Definitivamente la odiamos - nos miramos y comenzamos a reírnos. Ojalá habernos conocido en otra época en otro lugar.

- Oye ¿hablaste con Alfred?

- Solo le di los documentos y le dije que fuera mirando rutas de huida.

- Amaia, si al final tenemos que salir rápidamente, haced lo mismo vosotros. De hecho, no deberíais esperar más. Hoy mejor que mañana. De verdad. Ya han salido los últimos sesenta... Creo que no hay necesidad de esperar.

- Me hubiera gustado que nos fuéramos juntos - vino hacia mí y me abrazó conteniendo un sollozo.

- A mí también. No dejes de acudir al monumento Lincoln cada mes. Si sobrevivimos, volveremos a vernos, lo prometo.

Nos tomamos el café y el bizcocho charlando sobre temas triviales y nos despedimos entre lágrimas sabiendo que quizá sería el último abrazo que nos diéramos.

Antes de cerrar la puerta, me percaté de algo a lo que no había prestado atención. Siempre había una pareja de soldados cerca de la casa haciendo guardia. Tenía que pensar qué hacer con ellos llegado el momento. Tendría que ser algo rápido, efectivo y silencioso. El etilenglicol vino a mi mente. Fácil de conseguir, pero no para dejar inconsciente a un hombre con una dosis. Tendría que pensar en algo y pronto. Marlene, claro. Podía ir un momento a la tienda de arreglos, seguro que ella podría conseguirme algo.

Me giré hacia la salida y fui derecha a uno de los soldados.

- Guten morgen.

- Guten morgen, Fraülein.

Fräulein AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora