CAPÍTULO 6. Tempestad

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Nadie sabe que mi corazón y mi mente están constantemente en guerra uno con el otro.

Anna Frank


1944

POV Anne

Cuando fue la hora de comer no bajé. No quería verle, intentaría evitar todo lo posible el contacto si podía depender de mí. Aprovecharía para recabar información cuando él no estuviera en casa.

Era media tarde y tenía hambre. No nos dieron de cenar porque nos montaron en un tren y no había querido ni desayunar ni comer por no verle. Mis tripas comenzaron a protestar e, incluso, al levantarme de la cama noté un pequeño mareo. Abrí la puerta para ir al baño y tenía una silla en frente de la puerta con una bandeja y comida. Pensé en pasar de largo hacia el baño, pero mis tripas volvieron a protestar y cogí la bandeja para regresar a mi habitación. Un sándwich, leche, varias galletas y un par de mandarinas. Cogí una de ellas y la pelé. Su olor inundó la habitación y una pequeña sonrisa se dibujó en mi cara. Me encantaba esa fruta desde niña y estábamos aún en temporada. Debía de darle las gracias a Hanna cuando bajase, pero entonces me fijé en un pequeño detalle. Una pestaña en la servilleta que era imposible que fuese de Hanna. Ella era morena, como yo, y esa pestaña era rubia. ¿Acaso el almuerzo lo había preparado él? No puede ser. Me quedé un rato pensando en eso y miraba el violonchelo que descansaba apoyado en una esquina del dormitorio. Me traía malos y buenos recuerdos. Esos jodidos nazis habían mancillado mi amor a la música con él, pero me sentía inexplicablemente atraída a tocarlo. Sin embargo, no lo hice. No estaba preparada aún.

Lo que sí hice fue salir de la habitación, miré bien a mí alrededor. Había varias puertas más. Suponía que serían más dormitorios y algún despacho. Fui a entrar en la primera puerta que me pareció cuando oí voces cerca de la escalera.

- Hanna, como ella está aquí podrás marcharte justo después de preparar la cena. No tienes que quedarte a recoger. Le he dejado una lista con las tareas.

Escuché el sonido de una tiza como cuando estaba en el colegio. Agudicé más el oído. Paró.

- Tranquila, seguro que os apañáis bien. Puedes comunicarte igual que lo haces conmigo – Otra vez el ruido al chocar contra el encerado - No siempre ha sido así. Tienes que tener paciencia. Me voy, volveré a las 19:00 y podrás irte a casa. – Sí, definitivamente el ruido era una tiza contra una pizarra - Buena tarde a ti también Hanna.

Escuché un par de minutos después cerrarse la puerta. Aproveché para intentar abrir alguna puerta, pero estaban cerradas salvo otro baño y una puerta que daba al desván. Me decidí a bajar y comenzar a conocer a la misteriosa mujer con la que iba a compartir parte de mi día a día.

Hanna estaba en la cocina. El reloj de pared marcaba casi las 16:00. Suponía que estaba empezando a preparar la cena. Se giró en cuanto crucé la puerta. Decidí empezar una conversación con ella. Tenía que sacar algo de información.

- Hola Hanna soy Anne - asintió en modo de saludo - ¿Llevas mucho trabajando aquí? - me fijé en la pizarrita que descansaba cerca de la mesa de la cocina que presidía la estancia. Levantó un dedo.

- ¿Un año? – volvió a asentir. Se secó las manos con un paño y cogió un papel que estaba cerca de la nevera y me lo dio.

Una lista de su puño y letra con un pequeño encabezado.

"Anne, aquí tienes una pequeña lista con las cosas en las que deberás ayudar a Hanna. Espero que sepáis entenderos bien. Sé que podrás hacerlo". Al final era una lista con quehaceres domésticos. No tendría problemas en hacer nada de lo que me pedía. También había otro párrafo al final: "... quizá ha sido un atrevimiento traer el chelo, lo mismo no quieres tocarlo, pero recuerdo cómo se te iluminaban los ojos cual esmeraldas cuando nos reuníamos tras tus clases en el conservatorio. Sé que has perdido muchas cosas, pero espero que, al menos, tu amor a la música haya sido capaz de sobrevivir. Gè".

Fräulein AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora