CAPÍTULO 33. EXTRA "María y Javier" 2 Parte.

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Ese día decidí enfrentar todos mis miedos, mis recuerdos guardaron silencio, las heridas sanaron por completo y el amor me visitó de nuevo.

Kelbin Torres


Primavera 1963

POV María

Apenas quedaban unas semanas para que acabase el curso. Un curso de contrastes. Por un lado, me encantaba la universidad, las clases y aprendía un montón sobre el por qué el mundo era como era: democracias, dictaduras de derechas, de izquierdas, independencia de colonias sobre todo en África... Lo indivisible de historia y política, y cómo eso había ido con el paso de los siglos modelando la vida de los habitantes de las distintas regiones. Guerras civiles e internacionales. Grandes imperios, monarquías y repúblicas.

Pasaba horas en la biblioteca, leyendo y alimentando mi curiosidad, pero, sobre todo, evitando verle con ella. Le notaba siempre tenso cuando estaban juntos. Supongo que les robaba parte de intimidad, aunque a ella parecía no importarle mi presencia. Siempre era Javier el que ponía los límites y yo se lo agradecía internamente cuando no tenía excusas para irme y evitar las situaciones incómodas en las que coincidíamos en espacio y tiempo. Sabía que, si todo iba bien, Javier se graduaría ese año. No tenía claro si hacer doctorado y de hacerlo, si lo haría allí o se iría de Oxford a otro sitio. Así que, lo más seguro, es que apenas nos quedasen unos meses para que, de nuevo, nuestros caminos se separasen más aún.

Apenas pasaba tiempo en el apartamento porque no aguantaba verle con ella. No aguantaba ver cómo le ponía ojitos, cómo sus manos se deslizaban por sus hombros y cómo era ella la destinataria de besos y caricias. La verdad es que él era poco cariñoso con ella, al menos si compartíamos espacio, pero Helena, no perdía oportunidad de echársele encima. Además, parecía asegurarse de que yo lo viera. Era como si tuviese que marcar territorio constantemente. No la aguantaba.

Pasamos las fiestas navideñas cada uno por su lado. Mis padres insinuaron que podíamos ir a Gales, pero les dije que extrañaba mucho la granja y que me haría ilusión pasar las fiestas en casa. Sabía que Amaia y su familia no vendrían. Su madre estaba enferma y no la dejarían sola. Además, necesitaba desintoxicarme de todo.

A la vuelta de Navidades, me apunté a varios talleres que me mantenían ocupada y alejada de él. En uno de ellos conocí a Jack. Era un chico muy educado, culto y bastante atractivo. Supe que le gustaba casi desde el principio, pero no me atosigaba. Una tarde, mientras preparábamos un trabajo, me pidió una cita. Dudé. No sabía si estaba preparada, pero luego pensé en que lo mejor era pasar página. Él lo había hecho y no podía seguir así.

Decidí ponerme un vestido que mis padres me habían regalado. Me quedaba perfecto, remarcaba mis curvas y mostraba un busto firme y esbelto. Además, el burdeos era un color que resaltaba con mi piel blanca y mis cabellos oscuros. Mientras me ponía algo de maquillaje, cosa que no hacía nunca, me propuse pasarlo bien y disfrutar de mi cita con Jack. Cuando abrí la puerta de mi cuarto, casi me choqué de frente con Javier. Tuvo que agarrarme para no acabar en el suelo. No sé cómo, acabamos literalmente pegados como si mi cuerpo fuese prolongación del suyo y al contrario. Sus manos estaban alrededor de mi cintura y las mías sosteniéndome agarrando sus brazos. Alcé la cabeza y él tenía la suya mirándome, inclinada, con sus labios a escasos centímetros de los míos y sus ojos fijos en mí. Su contacto me quemaba, pero no quería moverme. No podía.

Su cercanía repentina tenía mis sentidos a su merced. Su boca estaba entreabierta y notaba su aliento caliente sobre mi cara, como la brisa en verano. Apenas parpadeábamos y los latidos desbocados de mi corazón reinaban en mi cabeza. Él se acercó un poco más y yo me dispuse a cerrar los ojos y recibir lo que nunca pensé que pasaría. Nuestras narices se rozaron y, de repente, sonó el timbre. Nos separamos asustados, con la mirada perdida, muertos de vergüenza por lo que podía haber pasado si no hubieran llamado y yo, al menos, decepcionada porque tuve el cielo al alcance de mi mano y se me escapó entre los dedos.

Fräulein AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora