A la porra la poesía, es a ti a quien deseo: tu sabor, la lluvia
en tu cuerpo, mi boca en tu piel.
Margaret Atwood
Marzo 1946
POV Anne
No sabía por qué este segundo embarazo me notaba más cansada e hinchada que con María. Mi pequeña chapurreaba un alemán con acento inglés adorable. A sus 15 meses ya andaba por toda la casa y adoraba el lago que me había cautivado a mí casi dos años antes. Jugaba con Alfred y su adorado Javier en la parte trasera de la casa. Habíamos recibido un telegrama por la mañana temprano. Un mozo vino y estaba tan nerviosa que Amaia tuvo que abrir la notificación por mí. Lo leyó y la nota cayó al suelo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y me rodeaba con sus brazos. Mi corazón iba a salirse del pecho.
- Anne. Es libre, le han absuelto. Vuelve con vosotras.
Mis manos eran incapaces de dejar de temblar y me dejé abrazar por ella. Libre. Gèrard era, por fin, libre. Me solté del abrazo de Amaia y me dejé caer en el sofá del pequeño salón. Mi tripa se movió y yo llevé mis manos acariciándomela de forma protectora mientras le decía a mi abultado abdomen: "Ya está. Papá vuelve a casa". Necesitaba verbalizarlo para poder creerme que por fin se había acabado.
- Amaia, ¿no te das cuenta? Si Gèrard es libre, Alfred no tiene nada que temer. Podréis usar vuestra verdadera identidad. Todos podremos hacerlo. Gott sei Dank.
- Sí. Por fin está pesadilla ha terminado.
Estuve desde que recibí la noticia con los sentidos alerta. Fui con Amaia donde Alfred jugaba con los niños y, tras decírselo y dejar que la pareja lo festejase, los tres nos fundimos en un abrazo. Cogí a mi niña y me puse a dar vueltas con ella. María era muy pequeña para entender nada, pero reía conmigo mientras girábamos sin parar.
Comimos bastante animados y dejamos que los niños se echasen la siesta. Tomamos café mientras esperábamos su llegada. Tardaba y yo me sentía impaciente. No podía parar quieta. No ponía en la nota a qué hora llegaría, pero esperaba que no pasase de esa tarde.
María y Javier jugaban en el suelo de la cocina mientras nosotros dejábamos las cosas listas para preparar la cena. Me estaba secando las manos en el mandil que llevaba cuando oí a María.
- ¿Papá?¡Papaaá!
Me giré mientras ella se levantaba del suelo e iba corriendo hacia los brazos de su padre. Amaia y Alfred miraban la escena tan conmovidos como yo. Gèrard rodeó con sus brazos a la niña y la estrechó mientras le acariciaba el pelo.
- Sí cariño, papá ha vuelto.
Los primeros instantes luché por retener las lágrimas, pero luego entendí que llorar de alegría no era malo. Ya habíamos derramado demasiadas lágrimas amargas. Así que las dejé salir con fuerza mientras sonreía. Él me miró a través de las suyas y sujetó a María con un brazo mientras abría el otro invitándome a unirme a ellos.
Cuando su brazo también me envolvió, sentí que mi corazón iba a explotar de felicidad. Todo había acabado. Alcé la cabeza para mirarle y sus ojos sonreían. Atrapé sus labios sin previo aviso y el beso me supo a casa. Al hogar añorado. Dejé que nuestras lenguas se reencontrarse sin importar que no estuviéramos solos. Dios, ¡cómo extrañaba sus besos! Esos que me hacían tocar el cielo.
- Ejem... - oímos un carraspeó y sentí como el rubor invadía mi cara. Nos separamos despacio. Alfred nos miraba con una sonrisa socarrona - Creo que vamos a dar una vuelta, ¿María te vienes con nosotros y luego volvemos para la cena? - ella se agarró más fuerte a su padre. Me enterneció el gesto.

ESTÁS LEYENDO
Fräulein Anne
عاطفيةEn 1938, Anne se ve obligada a huir de su país por la tensa situación política, dejando atrás a su familia y a la persona que ocupa su corazón. La guerra cambia a las personas pero, ¿podrá el amor sobrevivir a la mayor guerra jamás conocida?