CAPÍTULO 15. J

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El autosacrificio es muy fácil, pero sacrificar a alguien que se ama, eso pone a prueba las convicciones.
El primer caballero (película)

1944

POV Anne

Acabada la canción, Alfred y Amaia se sentaron con nosotros a charlar un poco más antes de marcharnos a casa. Me estaba resultando una velada muy agradable, pero cada vez que miraba a Gèrard, un fuego interno prendía y deseaba llegar a casa y que pudiéramos explotar las ganas que llevaba horas consumiéndonos lentamente. Alfred apagó el gramófono y encendió la radio a un volumen lo suficientemente bajo para oírla si queríamos, pero que no molestaba si nos poníamos a charlar. Sirvió cuatro copas y nos las fue dando antes de sentarse en un sofá cercano al nuestro, junto a su esposa. Carraspeó un poco antes de hablar.

- Chicas, he estado hablando antes con Gèrard y ambos creemos que si las cosas se ponen feas deberíamos sacaros a las dos del país.

- Ni loca, Alfred. Ya lo hemos hablado, aún podemos ayudaros.

- Amaia no seas cabezona, sabes que ya deberías haberte ido. Cada día es más difícil salir de aquí.

- Yo no pienso irme a ningún sitio. Lo único que tengo, está aquí - aferré mi mano a la de Gèrard y resoplé.

- Anne, Alfred tiene razón, reconozco que la ayuda con la documentación nos va a venir muy bien, pero Alemania no es segura. Hay personas que sienten recelo hacia nosotros. Podrían usaros y haceros daño si descubren que, así, nos volveríamos vulnerables. No queremos que os pase nada.

- No somos mujeres desvalidas. Nuestra posición no es la misma que la vuestra, pero nuestro trabajo sí tiene el mismo valor. Que releguéis a un segundo plano nuestras aportaciones no las hace menos importantes - dije algo enfadada.

- No somos mujeres florero, somos fuertes y hemos sacrificado lo mismo o, incluso más, que muchos hombres - Amaia estaba temblando. No entendía la rabia con la que hablaba.

- ¿Amaia crees que quiero tenerte lejos? ¿Qué no me sentiría vacío si me dejases? Piensa en Javier, por el amor de Dios - ella se levantó y se puso a caminar por la sala de forma errática.

- Alfred, ¿cómo puedes decirme eso? Llevo dos años sin verle. No sé acordará de mí... De nosotros - comenzó a llorar - ¿Crees que no hay cosa que más quiera que volver a abrazar a nuestro hijo? Pero, quiero que crezca en un mundo en el que el odio no le persiga y en el que pueda jugar con quien quiera sin preguntar por sus ideales, sus creencias o el color de su piel. Quiero que los valores con los que crezca se vean reflejados en la sociedad donde viva. Y eso no pasará si Hitler y las fuerzas del eje ganan está maldita guerra.

Se sentó derrotada en el sofá mientras Alfred la rodeaba con sus brazos. Gèrard y yo no sabíamos muy bien que hacer. Yo al menos no tenía ni idea de que Amaia y Alfred tuvieran un hijo, vivo y en un lugar muy lejos de Alemania. No podía llegar a imaginarme tener que alejar a un niño de su familia y no saber si se volverían a ver alguna vez. Amaia ,que siempre parecía risueña, alegre y con un entusiasmo desbordante incluso para las cosas más triviales, tenía que lidiar cada día con la ausencia de su hijo y no saber ni siquiera si estaba bien y si volvería jamás a verle. Mirarla ahora sabiendo esto, me hizo verla desde un prisma diferente. Me parecía una mujer extraordinaria y con una fortaleza digna de mención. También miraba a Alfred. Tuvo que ser muy duro también para él. Y, en el fondo, prefería quedarse solo y mandar a su mujer con su hijo y que estuviesen seguros, pero lejos. Comprendía su parecer. Tras unos minutos en silencio donde solo se oía la música de la radio, Amaia me miró.

- Javier nació con la guerra ya empezada. Cuando apenas tenía un año y vimos que las cosas empezaban a ponerse serías, tomamos la decisión de llevarle lejos. Mis padres y los padres de Alfred marcharon juntos y prometieron cuidar de nuestro hijo - se tocaba compulsivamente la letra de la gargantilla.

Fräulein AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora